martes, 24 de marzo de 2009

Eins. Anklebende Traurigkeit [serie I. Guardado]

Uno. Tristeza que se adhiere a nosotros»: Steiner]
Apunta el Génesis que luego de que Adán y Eva fueron creados en «perfecta armonía con Dios» este les brindó el paraíso edénico bajo la condición de que jamás tomasen fruto del árbol de «la ciencia del bien y el mal», de hacerlo conocerían la muerte. A pesar de la advertencia Eva, seducida por Shaitan «el tentador», resolvió degustar del fruto prohibido. Adán, al verla, determinó emular el hecho, por el enorme amor que le prodigaba.[i] «Y [así] lo sacó Jehová del huerto del Edén, -afirma el Génesis- para que labrara la tierra de la que fue tomado. Echo, pues, fuera al hombre, y puso querubines al oriente del huerto del Edén, y una espada encendida que se revolvía por todos lados para guardar el camino del árbol de la vida».[ii] La «falta primordial» talmúdica trajo el pecado, que a su vez devino en trabajo, enfermedad y muerte. Sin embargo, recientes interpretaciones en la tradición judaica aseveran que el acto resultó de enorme gozo divínico, porque significó el proceso iniciático al que se someten todos los hombres: el de la autonomía del acto y la realización del pensamiento.[iii] Tomar del árbol de la «ciencia del bien y del mal» constituye la prueba primera al neófito: el dolor imperecedero de la existencia, el tormento que guía al «libre albedrío». Y, es esa prueba primera, quizá, la más doliente y placentera; «[p]ensar –dice George Steiner- es algo supremamente nuestro; [que] se halla oculto en la más íntima privacidad de nuestro ser. Es también el más común, manido y repetitivo de los actos. La contradicción no puede resolverse».[iv] Pensar nos hace. Las reacciones y opiniones que emitimos, descartamos, reservamos o disfrazamos nos son, en propiedad inequívoca, aunque la obviedad acuse, nadie puede pensar por otra persona ni dilucidar el pensamiento ajeno: muy a nuestro pesar el pensamiento viaja por las extremidades del universo, es infinito; sin embargo no hay posibilidad fuera. El pensamiento o el más sublime acto del «libre albedrío» es gozoso y melancólico. Parménides afirmó: ser es pensar, pensar es ser. Identificación, axioma fuente y límite para la filosofía occidental.[v] Pensar, Penser, Think, Denken: poseer el mundo, en sí, conmigo, éxtasis de la procreación del ego… Compartimos ejes pensantes. Por ejemplo, cuando un niño descubre o interroga, cuando se encuentra asombrado o se sabe todo poderoso. Lo vemos, y cuando se pronuncia el «es inteligente» un áurea rodea a ese pequeño pensamiento con el nuestro, en uso. Somos felices y trises. Felices porque discernimos que pensar lo hace, es. Tristes porque sabemos que pensar lo hace mortal, dejar de ser. Es melancólico y ufano pensar. A cada descubrimiento que dé, a cada nuevo paso que supere, a cada muevo apotegma individual le estará presente el éxtasis de pensar y esta tristeza que se nos adhiere de haber perdido el paraíso. Así, «[…]esta es la tristeza que se adhiere a toda vida mortal, -afirma Schelling- una tristeza que, sin embargo, nunca llega a la realidad, sino que sólo sirve a la perdurable alegría de la superación. De ahí el velo de la pesadumbre, el cual se extiende sobre la naturaleza entera, de ahí la profunda e indestructible melancolía de toda vida. Sólo en la personalidad está la vida; y toda personalidad se apoya en un fundamento oscuro, que, no obstante, debe ser también el fundamento del conocimiento».[vi]
[i] Cfr. Génesis, especialmente: 1-3, 2:17 y 3:19.
[ii] Génesis 3:23 y 3:24.
[iii] La «falta primordial», que el Talmud se le escribe: החטא הקדמון, y en hebreo: haJet haKadmon.
[iv] Diez (posibles) razones para..., p. 35.
[v] Cfr. Diez (posibles) razones para..., pp. 12 a 14.
[vi] Friedrich Wilhelm Joseph Von Schelling, Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados, España, Anthropos, 2004.

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