domingo, 8 de noviembre de 2009

Correspondencia respondida

Estimado Edgar:

Gracias por tomarte la molestia de reflexionar sobre mis palabras. Me interesó mucho la forma en que planteas la cuestión. En el salón, con tus alumnos, sentía que de muchas maneras estabamos de acuerdo. También sé que igualmente, en varios puntos estamos en desacuerdo. Lo podríamos plantear así, con Schopenhauer, al que también citas en tu ciberepístola, la obra tiene varias dimensiones, algunas de ellas se corresponden al ámbito del sentido --podrían ser aquellas que se refieren al aspecto objetivo de la experiencia, para citar ahora la Crítica del Juicio, de K.--, se pueden desplegar ahí varios sentidos, comentarios, pueden ahí arrancar las interpretaciones ---esta dimensión podría ser llamada, de acuerdo con el mismo Schopenhauer, exotérica. A partir de ahí, o de golpe, podría suceder la reconducción hacia el grado esotérico de la obra. Empleo aquí esotérico no en un sentido sobrenatural, sino schopenhaueriano --y está bien, adorniano--: el fondo de la obra es su no-hablar, más allá, su inhumanidad: la compasión del arte para con el hombre reside precisamente en eso, en su ser in-humano, no-humano, en el sentido de Lyotard y en cierto modo también en el de Ortega y Gasset: el sentido del arte es interrumpir el sentido, si dicha experiencia, la estética, es conducida al sentido, entonces la experiencia queda extinta. Iba a decir algo ahí, en la sesión, un poco todavía más provocador y polémico, el sentido de la experiencia de la obra de arte es tautológico (lo ha dicho Kosuth, pero yo no lo digo como Kosuth): el sentido de la obra de arte... eso está mal planteado! (claro eso pienso yo), el sentido de la experiencia estética es la experiencia estética, el sentido del análisis es el sentido del análisis de la experiencia estética, pero no la experiencia estética. Los conceptualistas (por eso digo que no lo digo en el sentido de Kosuth) querían un arte que girarara lingüísticamente, como la filosofía, un arte que se pudiera reducir a la idea de la obra de arte. Kant opina que lo bello artístico place sin concepto, creo que acierta: silencio sapiente, o hiato del sentido, este es el hiato: lo que interrumpe el discurso, aunque, estoy de acuerdo contigo, lo interrumpe con un canto, o con un ruido, o un aullido. La refracción al sentido, la experiencia de separación del principio de razón, de la explicación, del Conocimiento, el detener el mundo (y nuestro mundo está hecho de palabras --Paz-- esa casa del ser --Heidegger--) es la tarea del arte, según el mismo Schopenhauer. El otro decir, lo otro del decir, lo que no es reducible a la palabra: incluyo las artes literarias como receptáculo de ese silencio. No quería entonces decir que la interpretación, el análisis, etc., pertenciera a il dolce far niente, al contrario. He aquí la paradoja, a ese silencio se llega --en el arte-- a partir del sentido, ese silencio no es anodino, es un punto de resistencia de frente al mundo articulable. Ese silencio no tiene una sola temperatura, no tiene un sólo valor. Podríamos decir que es insípido, pero no anodido. Podríamos decir que es abúlico (según el propio Schop.), pero no cómodo. No a modo del sentido. Es la actividad más peligrosa de todas. La escucha. Una quote de Ch. Simic: la poesía es un orfanatorio del silencio. Finalidad sin fin, dice Kant, exageremos: significación sin sentido; pero lo sin-concepto incesantemente indecido. Palabras no domesticadas por el sentido. Entonces el trabajo del crítico es árduo, no más fácil, no más sencillo, no consistiría en decir: "amigos, dense cuenta de que esto no quiere decir nada"; al contrario, eso quiere, y eso quiere indecir el más indeterminado de los algos. cuando es así, pero no cuando no.
Nuevamente un saludo afectuoso.
PD. Considero mi postura precisamente, una postura. No puede ser por tanto una postura académica, sino una decisión.

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