martes, 16 de marzo de 2010

en la radio sobre la web

Esta charla inició una semana atrás. No fue convencional o, en un mejor sentido, no estuvo apegada a los parámetros tradicionales de comunicación interpersonal. Para llegar aquí no hubo que concertar una cita en tal o cual lugar; no hubo que marcar al teléfono del otro o utilizar los mensajes por celular; no hubo que conectarse al mensajero en línea. Para llegar aquí la necesidad de vernos los rostros o de escucharnos las voces fue eliminada con apenas dos o tres líneas e imágenes propias que ahora son del uso global. Marco concertó con Salvador y su servidor el estar aquí por el facebock. Y más aún, si la tecnología a nuestro alcance nos lo hubiese permitido, es altamente probable que tampoco estuviésemos acá, hablando a este micrófono que hace las veces de oídos multiformes… Estoy seguro de que hubiésemos hecho una especie de cyber charla, dejado el trabajo de edición al profesional; así nunca más vernos los rostros. Ahí hay una posibilidad infinita que la tecnología o, por este sentido, la red nos lo apremia. @ Sin embargo, la web está por pagar sus deudas. Aun cuando ya es posible portar grandes cantidades de información o enromes bibliotecas en apenas un espacio físico de 15 por 20 centímetros y media pulgada de ancho, los avances tecnológicos siguen teniendo enormes deudas, por lo menos en cuanto al expresión artística se refiere. Por ejemplo: en el siglo XIX, con la aparición de la fotografía, la pintura y la escultura se enfrentaron al reto de diversificarse. El resultado fue una propuesta interesantísima en la utilización de incontables materiales que provocó enormes obras de arte. Así, el nacimiento y expansión de la fotografía, que ahora es cliché, devino en revoluciones pictóricas, sobre todo, pariendo artistas aún intraducibles: enormes seres bajados del Olimpo sólo para pintar, llenar de colores una base y volver a su lugar. Es similar el espectro con la internet o cualquier sentido digital o tecnológico. Puedo ir a los mejores museos del orbe; visitar las propuestas más novedosas de las galerías más renombradas; pasearme entre los mundos novedosos del arte, todo con mi cámara de incontables megapitzeles y sin embargo nada está cerca ni al 0.05 por ciento. Sólo será una fotografía. La perfección de los colores, el borde de las tallas, el espectro de la obra se queda halla, quizá robe algo, minucias, pero en el recuerdo: la imagen no lo carga. Esa limitante, del tamaño del universo que se expande, es lo que separa a la fotografía del gravado, por ejemplo. Ese ejemplo se traslada a casi cualquier forma expresiva: los lectores lo dicen contundentemente. Leer en luz multicolor no significa leer en papel; la tangibilidad del acto es un espectro indeleble. En lo personal, en la tercia de blog’s que administro, cada uno con sus diseños individuales veo esa enorme necesidad de ofrecer la realidad espiritual de… La tecnología, la era digital, pues, va más allá reconocer el mundo en una pantalla con medidas estándar, de la velocidad del servidor, de la imaginación del navegante; va, también, por otros rubros, unos mágicos a los que sus creadores o modeladores han dejado para acicalar la fría bebida en el bar.

lunes, 8 de marzo de 2010

Emulado Prometeo [2 de 2]

Δúo
Mario Martín del Campo (1947; Guadalajara, Jalisco) es uno de esos prófugos. Viaja al Olimpo para, en total sigilo, asir algunos objetos. Sin embargo, en su categoría de hombre desconoce los secretos, las palabras mágicas, los toques de vara, que le permitan conducirlos intactos. En/por esa limitante lo que nos muestra son los bosquejos, las ideas, las imágenes de lo que allá para que acá imaginemos cómo, para qué… En esa transición de viajero de mundos se convierte en artista. Es un pasaporte sellado con algunas garantías; así como Dante volvió de los «otros lares» para narrarnos con tinta solipsisma lo que su incrédula vista sobrevoló, de la misma forma Del Campo lo hace; lo que nos trae no son noticias catastróficas o laderas goteantes de sangre sino los juguetes y las visiones divinas de nuestra inspiración. [/¨\] Sus figuras son representaciones del mito central: la ley que guía la rueda eterna del flujo de las cosas –alguna vez escribió Heráclito-. Los dioses no juegan a los dados, es verdad; sus entretenimientos son complejos, animados, estridentes… Alcanzar la imagen, penetrar en la retina del espectador, hacer ver al mortal de esto requiere que Del Campo se ocupe en madera, aluminio, policromadas y óleo; en tela, lino, plata o vidrio; sobre acero, laca y tinta litográfica; con gouache, latón, plata ébano; sobre tallas en caoba, papel en loso, relieve, dibujo y papel de cuatro caras; en bronce, mixta, sobre huevos de avestruz o fósiles de caracol y cochinilla y en encáustica con óleo. [/¨\] «Los poetas [y los artistas] nos han transmitido sus mitos, pero, ¿qué interpretación le daban ellos? Una incógnita» Las creaciones Del Campo lo evidencian: es un ladrón del Olimpo, un hombre que ha robado los juguetes, efigies apócrifas eternales. Una segunda cuestión, no menor, es saber si no ha sido descubierto o goza del albedrío de Zeuz, que quizá divertido ve en nuestras miradas el estruendoso asombro que nos tiene en el cuerpo. Sus imágenes fantásticas, en escultura, grabado y pintura, fueron diseñadas ex profeso. En nuestra moral humana objetos sin sentido que se desdoblan en su universo propio; a la vista pasan ociosas de función definitiva para los dioses. Algunos parecen retratos de insectos, animales fantásticos, de tamaño medio que parecen jugar, observar, meditar por este mundo aún confuso. [/¨\] El Prometeo que encarna Mario Martín del Campo trajo imágenes oníricas cargadas de teatralidad, en una propuesta varia que va de la pintura al dibujo; por la escultura a el arte objeto. Es probable que pueda ser parte de la construcción de este incompleto mundo; un artista-niño que hace figuras afanosas de espíritu o elementos animados que recobran del sueño en las tinieblas de la noche para jugar, vivir. Son en los museos, en las galerías, en los hogares, el re-ánimo de nuestros espacios agotados de hastiada sempiterna vida cíclica. Sus dibujos y pinturas son lugares limpios, divertidos y libres. Limpios, porque la pureza de sus colores no destella mancha alguna. Divertidos, porque juegan sin estar quietos, en su eterno andar trazan informes iconografías hablantes; primero en su interior luego entre nosotros, con nosotros, a nosotros. Libres o no; viajes inconclusos, juguetes robados que sin mecanismo son inanimados e intermediarios ahí-acá.

martes, 2 de marzo de 2010

Emulado Prometeo [1 de 2]

Hablo de un quieto recuerdo que sostiene al mundo.
Hablo de ábsides y naves, de estructuras demudadas
que sostienen el hilo del aliento.

Patria es un lugar tan lejano –exacto- construido por los ojos.

Hablo de la voracidad del viento y pregunto por la historia de mi rostro.

Hablo de un espacio:
Baño de espuma donde lilas asoman su amor a lo largo de la espalda. Abrigo de agua, ejercicio de materna estancia con que cubro el cuerpo: suave palabra que guarece al ángel de Betania.

Buan en «V», Imperio

έѵα
Luego de que Prometeo robara el fuego sagrado; a pesar de su tortuoso final inacabado, los emuladores proliferaron. Cientos de seres, semidioses, héroes u originales entes desearon o intentaron un acto símil: robarle a los dioses sus pequeños secretos para donarlos a la humanidad. En el simple trance lograrían trasponer su nombre en la enorme constelación de hechos valerosos, logrando la presencia en ambos mundos. En el Olimpo: un ladrón, un traidor, un desarraigado que violó sus propios designios creadores. En Gea: la muestra grata del libre albedrío y la nostalgia por la valentía sacrificante. Poco les detuvo conocer la dolorosa, implacable, venganza de Zeus y los suyos; fue insuficiente la importa dada a la estaticidad del encarcelamiento; pobre fue la atañiduría por deambular dolorosamente con las vísceras expuestas. [><] A diferencia de Prometeo muchos ladrones no han sido castigados con el mismo vigor o ni siquiera solventado pena alguna. Quizá viajar a los mundos de Hades; quizá revelar las traiciones o asesinatos entre Titanes, Dioses, semidioses y humanos; quizá explicar el funcionamiento mágico de la ciencia; quizá descubrir los secretos intrínsecos del arte, quizá desenmascarar los efectos desvelados de los sueños, no tengan el mismo peso delictivo como el hecho primero… Acaso nada más grave e inquietante; acaso la altitud exegética que la luz en la obscuridad; acaso nada más temerario que la posibilidad de ver las sombras a la espalda en la entrada cavernaria, acaso ahí la fuerza del rayo, de los mares, del universo, de las posibilidades infinitas

Fotografías que se vuelven portadas

  Gabriel Casas, Día del libro , Barcelona, 1932 Fotografías que se vuelven portadas brevísima historia de un retrato   Edgar A. G. En...