martes, 2 de marzo de 2010

Emulado Prometeo [1 de 2]

Hablo de un quieto recuerdo que sostiene al mundo.
Hablo de ábsides y naves, de estructuras demudadas
que sostienen el hilo del aliento.

Patria es un lugar tan lejano –exacto- construido por los ojos.

Hablo de la voracidad del viento y pregunto por la historia de mi rostro.

Hablo de un espacio:
Baño de espuma donde lilas asoman su amor a lo largo de la espalda. Abrigo de agua, ejercicio de materna estancia con que cubro el cuerpo: suave palabra que guarece al ángel de Betania.

Buan en «V», Imperio

έѵα
Luego de que Prometeo robara el fuego sagrado; a pesar de su tortuoso final inacabado, los emuladores proliferaron. Cientos de seres, semidioses, héroes u originales entes desearon o intentaron un acto símil: robarle a los dioses sus pequeños secretos para donarlos a la humanidad. En el simple trance lograrían trasponer su nombre en la enorme constelación de hechos valerosos, logrando la presencia en ambos mundos. En el Olimpo: un ladrón, un traidor, un desarraigado que violó sus propios designios creadores. En Gea: la muestra grata del libre albedrío y la nostalgia por la valentía sacrificante. Poco les detuvo conocer la dolorosa, implacable, venganza de Zeus y los suyos; fue insuficiente la importa dada a la estaticidad del encarcelamiento; pobre fue la atañiduría por deambular dolorosamente con las vísceras expuestas. [><] A diferencia de Prometeo muchos ladrones no han sido castigados con el mismo vigor o ni siquiera solventado pena alguna. Quizá viajar a los mundos de Hades; quizá revelar las traiciones o asesinatos entre Titanes, Dioses, semidioses y humanos; quizá explicar el funcionamiento mágico de la ciencia; quizá descubrir los secretos intrínsecos del arte, quizá desenmascarar los efectos desvelados de los sueños, no tengan el mismo peso delictivo como el hecho primero… Acaso nada más grave e inquietante; acaso la altitud exegética que la luz en la obscuridad; acaso nada más temerario que la posibilidad de ver las sombras a la espalda en la entrada cavernaria, acaso ahí la fuerza del rayo, de los mares, del universo, de las posibilidades infinitas

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