jueves, 20 de diciembre de 2012

Guante blanco



La alharaca creció fuerte y rápido. Igual que una ola se abalanza contra la arena de la playa, la voz del tumulto se acercó. No se trató de un molesto ruido, de ensordecedores aullidos o de chillantes alaridos. Fueron gritos, que particularmente provenían de voces femeninas, un  «¡ha!» ahogada dirigiéndose a donde estaba. El bullicio me encontró en la esquina que conecta las calles del Marqués de Casa Riera y la de Alcalá, donde se erige el Círculo de las Artes, cerca de las mesas dispuesta para los comensales. Dí cuenta de la seriedad de lo ocurrido cuando los comensales empezaron a levantarse y a prestar atención.
Delante aparecieron, con rumbo a Puerta del Sol, tres Mercedes Benz color azul pardo. Luego un nutrido comando de motociclistas formando una punta de flecha y en medio ese viejo, elegante, casi de ensueño, automóvil negro. Detrás otra comitiva de Mercedes cerraban la pinza. Su paseo fue lo suficientemente rápido para evitar atentados, pero no tanto que hiciera parecer al convoy demasiado temeroso o escurridizo. Cuando los reflejos me lo permitieron, alcancé un detalle del que, por los comentarios de las personas que me rodeaban, fue el mismo que obtuvieron todos.
Un guante blanco. Largo hasta donde comienza el codo y circundado por lo que pareció una esclava de diamantes, apareció saludando detrás del vidrio de la ventana de aquel auto que me recordó el cine sin colores ni sonido. Fue breve, no más de cinco segundos, suficiente para levantar entusiastas muestras de adoración. Sin duda, fue el guante de la monarquía española. Pudo ser el de la infanta o la duquesa o qué se yo; el de su alteza. Se agitó cadencioso, disimulado. Fue un gesto que fascinó al mundo que me rodeó. Algunos corrieron a la orilla de la avenida y fueron detenidos por el pasamanos, de ahí volvían el saludo sonrientes, de ahí gritaron pocos el «adiós» de las despedidas.
Rostros impactados, notoriamente sonrientes, comentaron el evento. Sin importar la presunción de mostrar una joyería de gran coste ni que cien metros abajo las banderas rojas-amarillas se ondeaban fuerte, las personas se sentían plenas, se decían afortunadas de haber visto aquel guante, un largo guante blanco. En el día de la hispanidad, en momentos en que la Unión Europea es golpeteada por el atolondrado mandril de la economía y al tiempo recibe el apoyo moral del Nobel de La Paz 2012, en tiempos con aires independentistas que soplan desde Cataluña, en fechas donde los recortes, la austeridad y los ajustes son los titulares en los diarios españoles, el guante apareció para hacer olvidar los pesares. Sin importar que cerca, de Opera a Puerta del Sol, se diera el contra desfile de las «fuerzas desarmadas» y los medios subrayarán la austeridad en los festejos -en el cual ahorraron el sesenta y cinco por ciento, gastando la limosna de novecientos ochenta mil euros-, las personas fueron plenas por haber contemplado ese guante blanco pulcro guante.
Aquí se quedan dos temas en juego, por lo menos. Uno, el del sentido de la realeza. Dos, las dosis de distracciones. Del sentido de la realeza no sólo juega el papel del quehacer de los reyes cuando España vive apuñalada, desangrándose por las guerras internas, sus malos manejos, el servilismo de su clase política y el abandono financiero. También, el tema de la vigencia, el valor y los roles de la monarquía -esta y todas-. De las dosis de distracciones, que siempre me llama la atención, vale apuntar que hasta el que redacta estas líneas se vio paralizado, como en el cuento donde Blanca Nieves guiña el ojo pareció hacerlo para ti/mi. Y, de la paralización.


Madrid, España a 12 de octubre, 2012




P.D. Dos días después descubrí en «rtves» un serie llamada con el mismo título que ahora presento. Aquí la liga: http://www.rtve.es/television/guanteblanco, que por cierto está en la lista a ver cuando visito España. También esta Guante Blanco Moonglasses, chéquese http://versosperfectos.com/discos/-/guante-moonglasses-n8-steel-remixes.



Literatura y automóvil; un retrato




 Aún con la crisis que le aqueja, España, o una parte de ella, tiene el espíritu para seguir viva. Haciendo frente a  las amenazas que están a la vuelta de toda esquina; despidos, recortes, ausencias en la aplicación presupuestal, rebajas salariales, anulación de derechos, el choque de mafias, reformas, mezquindad política e infinidad de males más, algunos siguen adelante. Sin embargo, no es igual a años atrás. Ahora, deben reunir fuerzas para proponer un armado u organizar algún evento relevante. Es el caso de la VII Conferencia Internacional «Literatura y Automóvil» al que invitaron las Fundaciones MAPFRE y Eduardo Barreiros, la semana que corrió del 5 al 8 de noviembre.
En el mismo lugar donde un par de días antes Alfredo Bryce Echenique [Lima, 1939] les pronunció a sus detractores del Premio  FIL «¡que se jodan!» y «son unos frustrados», además de acusar a su críticos de envidiosos y pertenecer a la extrema derecha mexicana, el miércoles 7 de noviembre se presentaron a charlar, con Manuel Rodríguez Rivero [Madrid], Eduardo Mendoza [Barcelona, 1943] y Enrique Vila-Matas [Barcelona, 1948]. La tercia, enfundados en gruesas gabardinas, llegaron frotándose las manos a causa de la fría y lluviosa Madrid.
Mendoza inició su plática profesando un gran amor por los coches, siempre con un toque de humor. El primero de ellos terminó hundido en una fosa africana y después vendido a un inocente comprador. El último es un descapotable que cuando se abre «parece el teatro de Sídney», que ya está lleno de abolladuras «todas hechas por mí, porque mi mujer suele ser más cuidadosa». A su vez, recordó, una narración de Joyce donde un personaje de principios de siglo XX sentía repulsión por el coche, «pues no sabría que ponerme. Aún no han diseñado la vestimenta para tal invento».
Vila-Matas, por su lado, confesó un cambio; antes manejaba, ahora se ve como un casi amaxofófico. Se dijo extrañado de que el auto, como personaje, tuviera tan poca presciencia en la literatura porque «claro que existen carros, pero no recuerdo una novela realmente importante donde éste sea fundamental. Claro que aparece, pero carece de peso. No es como el cine, su hermano casi gemelo, con el que ha crecido y suelen aparecer juntos. Por ejemplo, Cristine antes que novela es recordada como un filme de los 80's ». También, recordó que uno de los motivos de su fobia a los autos se lo debe a un enemigo de Alfredo Hitchcock que gozaba verlo salir, sufriendo, maltratado, con pesadez. Así se ve él, cada vez que alguien lo mira salir de uno.
La charla ente la tercia duró apenas cuarenta o cincuenta minutos. Al final del evento se dieron un breve tiempo para saludar y dar autógrafos. De ahí, Vila-Matas y Mendoza, rodeados por un séquito de ocho personas entre las cuales me conté, caminaron a un bar cercano al estadio «Santiago Bernabeu». Ahí, las manecillas del reloj corrieron distinto, pausándose y acalorándose según la charla, las tapas, los tintos y algunas noticias. Nos dieron las tres de la mañana cuando todos se despidieron. ¿De los detalles de la plática?, me/se pregunta. Esos, respondo, irán saliendo, como anécdotas, con el tiempo en mis lecturas y charlas. Por ahora son parte de mis joyas vividas en Madrid.


Madrid, 7 de noviembre.


lunes, 17 de diciembre de 2012

Enemigos al asecho




En contra de la lectura



En días recientes me encontré con una nota en "El país" que me pareció importante y que ahora rescato para comentar. Emiliano Mongue afirmaba rotundamente, en una entrevista con Carles Geli, que los escritores, ahora, pierden el tiempo viendo series televisivas pudiendo aprovechar el tiempo en leer. Esa práctica demerita en una caída en la calidad escritural; pues ahora los autores no se concentraban en las profundidades de la narración, la anécdota y sus elementos esencialmente artísticos -aduzco que al parafrasear al autor he retomado a su vez ideas preconcebidas propias en letras de otro; para ello me tomo la libertad y sugiero al lector ir a la lectura del texto referido antes-. Si se da por hecho ese supuesto, propongo, ya su vez, una lista de los males modernos que no sólo alejan al escritor profesional de la lectura, sino a todos -aunque es ocioso el ejercicio, quizá sirva para reflexiones más acabadas.

1.     Series televisivas.
2.     Internet (piénsese en tres ejemplos: Youtube, Facebook, Tweeter).
3.     Televisión (noticiarios, programación deportiva, documentales y más).
4.     Horas de espera (en el autobús, el tren, el médico, el banco y más).
5.     Pereza y desidia.
6.     La cotidianidad (salir a comer, ir de compras, pasear, etc.)
7.     El cine y, pocas veces, el teatro.

En la lista no hay parámetros de importancia, y algunos dirán de validez también. Están dispuestos al azar; quizá ahí empieza el divertimento, pues el lector podrá reacomodados e imponer más categorías o una lista diferente. Además, hay algunos que podrían abatirse con el mero ejercicio de portar un libro y aprovechar los momentos. Así, hasta aquí, por lo pronto.



[La liga para acceder a la entrevista completa es http://cultura.elpais.com/cultura/2012/12/04/actualidad/1354624960_693382.html]




(Escrito entre el 9 y 10 de diciembre, en medio del Atlántico. A mi vuelta de  Madrid a México)

Fotografías que se vuelven portadas

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