domingo, 18 de octubre de 2015

5 preguntas y una lista para Alejandro García Ortega

La imposible vida sin literatura



Edgar A. G. Encina

Artículo publicado en el semanario cultural Critica. Forma y Fondo


Amén de precisarlo, una de las maneras de la enseñanza que anota George Steiner (París; 1929) en sus Lecciones de los maestros (Siruela, 2011) es la que encuentra o que se descubre en armonía con la recepción. Da y toma. Adolfo Castanón le ha llamado armonía amorosa («Al margen de las lecciones de Seiner» en Letras libres, febrero, 2006). Da y toma. Adjetivada la frase, quizá, más que poética, melosa pero real y fructífera y musical. Da y toma.
Esta semana inicia una serie de charlas a larga distancia. El que redacta, desde Madrid. El que responde, en México. Esta semana inicia una serie de charlas, el primero ha de ser Alejandro García Ortega (León; 1959), figura-figurón de la literatura en Zacatecas que, dispuesto, ha respondido un breve cuestionario y, ablandado, se descubre en sus cinco títulos para entender el mundo. Esta semana inicia una serie de charlas, la de ahora con un narrador y biblómano-bibliófilo por naturaleza, que deja en claro la imposibilidad de vivir sin literatura, de estar fuera de la literatura.
Quizá faltó preguntarle por su mayor temor, aunque perder la vista o ver arder la biblioteca propia, le hagan dudar por una u otra respuesta. Las siguientes líneas son las palabras de un Lector que se conserva para sí, que desentraña y ve como conciencia y realidad al lenguaje. Lector mayor, por la altura ética y la vida, que desde sus lecturas pretexta la ficción como fundamento para la crítica y la autocrítica. Da y toma.

¿Qué es la realidad?
Es una explicación y comprensión de las relaciones entre los seres humanos y los objetos concretos y abstractos. Si pensamos en una gran cámara que nos dé idea total del mundo, tendemos a pensar (la imagen del desastre en Matrix) ¿quién la puso ahí de ese modo específico?, ¿por qué y para qué? y ¿qué significado y sentido tiene la toma misma? Los objetos, los seres allí están, pero es la relación lo importante y esto se logra con la comunicación, es decir, con el lenguaje y, por ende, a través del ejercicio siempre activo y constructivo de la conciencia. Paul Watzlawick habla de los canales y de los contextos como mecanismos operadores en donde concuerden lo individual y lo social. Julian Jaynes habla de que la comprensión es el resultado de un modelo y de los datos que permiten entender su funcionamiento y habla de los análogos como fuente de explicación.
De Allí que en principio no haya una realidad, haya muchas realidades y que la comunicación permite el acuerdo o el desacuerdo sobre la relación entre cosas y el sentido que de ellas tiene el hombre. Esto permite abusos, porque el acuerdo no siempre es igualitario, pero de entrada da al hombre la posibilidad de percibir lo que otros no.
Por eso el énfasis de los grupos poderosos en construir escenarios o percepciones en donde se ancle una realidad que la mayoría acepte y que a ellos les beneficie.

¿La ficción es parte de la realidad?
Sería una de las realidades posibles, pero una vez que uno entiende que no hay una realidad única sino posibles interpretaciones del mundo, de los objetos, de los seres, encuentra un pleno lugar la ficción; pero a la vez, es posible que la ficción tenga más características de realidad real que esa realidad real o una interpretación realista de esa realidad real (o mundo de objetos y seres). Pienso en el cuento “La tercera expedición” de Ray Bradbury, pese a lo imposible de su realización en eventos comprobables, el texto se muestra como rutinario, cercano, posible. Y también es cierto que podemos vivir a costa de ficciones en donde ese mundo de objetos y convivencia de seres legaliza la mentira o la hace ley. Los boletines de prensa de las oficinas gubernamentales suelen hablar de paraísos superiores al Paraíso terrenal de que fueron expulsados Adán y Eva.

¿Cómo está presente la realidad en la ficción?
Está presente a través del lenguaje, a través de referentes cercanos o comprobables que se tornan diferentes o sea que se transforman. Nosotros siempre partimos de un mundo real que nos es extrañado en la ficción y en la literatura. Pero tal vez debí decir que la realidad está presente en la ficción porque es realidad en sí.
Ya como texto, la ficción o la literatura entera presenta una modalidad que no tienen los textos médicos o jurídicos (como ejemplifica Peter M. Hejl): si un médico escribe en una novela que el personaje x tiene SIDA y eso resulta falso, tendrá consecuencias en la vida del paciente, en la carrera del médico y podría tener puniciones legales. Lo mismo sucede con el abogado: una mala defensa lleva a su cliente a la cárcel. En la literatura todo eso pasa sin que se pongan en riesgo los personajes pues no van más allá del ámbito de la lectura. Y lo mismo sucede con lo transgresivo, en la literatura llaman al consciente o inconsciente a proclamarse sobre el lugar de esas fantasías en su vida.

¿Cómo observa la academia a la ficción?
Vive de ella, en el caso de los estudios sobre literatura, pero ella misma es la ficción de la ficción. En principio surge gracias a la literatura, pero por momentos quisiera sustituirla, dominarla. En gran parte eso tiene que ver con las ortodoxias y las heterodoxias y con las intervenciones de otras realidades como las ideológicas. También por momentos la Academia conserva a la literatura. Ni modo de negar que tanto Shakespeare, como Cervantes, como Goethe, como Paz, gozan de una infraestructura material y exegética que les permite mantenerse en el gusto de cierto público. Tal peso llega a convertirse en ficticio, porque los lectores entran a los textos abrumados por esos pesos ajenos a la lectura.

¿Es la ficción la respuesta a nuestras preguntas?
Es una respuesta, efectivamente. En el mundo alterno de la literatura que no es la descripción o la explicación de las cosas que nos rodean, sino que recurren a la construcción de un mundo parecido sin referentes (aunque ya dije que el lector hace referencias para meterse al texto) el texto comunica. En la ficción está la inquietud por el tiempo, por qué el hombre se degrada o pierde energía, por qué muere. Y lo mismo por qué el hombre encuentra atracción en alguien del otro sexo o incluso en alguien de su mismo sexo o por qué de pronto monta en cólera y destruye.

Cinco títulos para entender la vida
  • 1.       Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sabato
  • 2.      Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
  • 3.      Cuentos completos de Guy de Maupassant
  • 4.     Poesía completa de César Vallejo
  • 5.      Los niños y la muerte de Elisabeth Kübler-Ross

viernes, 16 de octubre de 2015

La infame vida del profesor


Stoner, la vida en la Universidad

Edgar A. G. Encina
Artículo publicado en el suplemento cultural «La Gualdra» del diario La Jornada Zacatecas

Antes de iniciar el relato, John E. Williams (Texas; 1922-1994) ha sido terminante. Su libro toma libertades físicas e históricas inspiradas en la Universidad de Misuri, las cuales pueden reconocer sus amigos y colegas del Departamento de Inglés -a quien, por cierto, dedica-, pero sin basarse en personaje o acontecimiento real. Stoner, publicada originalmente en 1965 por Viking Press -ahora parte del grupo Penguin Books [penguin.com]-, ha sido traducida al español por Antonio Diez Fernández bajo el sello Baile del Sol Ediciones, -de Tenerife- [bailedelsol.org] en 240 páginas.
         La escueta imagen de portada muestra un altero de cinco libros sobre los que se han quedado abiertos unos anteojos de fino armazón. De fondo, un desaseado gris cubre casi toda la hoja en combinación con el azul capri del título y el blanco que pinta el nombre del autor y recubre el cintillo superior que da cuenta de los créditos editoriales. No es la imagen más seductora que nuestros ojos hayan visto, aunque sí es posible descubrir algo de intencionalidad en él; ante una de las mesillas dispuestas en el segundo piso de La central de Callao [lacentral.com], su escueta figura le resalta notoriamente respeto de otros títulos que parecen saltar.
         En la contraportada, el fragmento de la reseña que Hanks hiciera en mayo del 2014 en el Times [nytimes.com] al afirmar que «Se trata simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se convierte en un maestro. Pero es una de las cosas más fascinantes que jamás he encontrado». Fue ahí donde mi interés tomo sentido; ¿qué de fascinante puede tener la historia de un tipo que sólo va a la universidad y termina convertido en maestro? Una vez más, dicta la leyenda, el libro elige al lector.
Stoner es una historia lineal; la plana vida de un hombre común que nace, vive y muere; que el destino le sitúa en un camino y él, a su vez, hace y rehace fragmentos de su andar hasta morir. Su narrativa tiene el tufo de las novelas norteamericanas decimonónicas, escritas sin complicaciones mayores, sin entresijos irresueltos o saltos que exijan demás al lector. El tejido de esta novela es plácido, como el pasear de una barcaza mecida por el leve oleaje. Sin embargo, también es sugerente, desconcertante, provocadora, diletante y reflexiva. Por ejemplo, cuando Stoner charla con los que serán sus dos entrañables amigos, uno de ellos, Master, que también trabaja en Columbia se describe a sí y a su grupo de la siguiente forma:
[…] «Y así la providencia, la sociedad, o la suerte, como quieras llamarlo, ha creado esta cabaña para nosotros, para que podamos refugiarnos de la tormenta. Es para gente como nosotros que existe la universidad, para los desposeídos del mundo; no para los estudiantes, ni para la altruista búsqueda de conocimiento, ni por ninguno de los motivos que se aducen por ahí. Nosotros distribuimos el raciocinio y permitimos el acceso a él a algunas personas comunes, a aquéllos que encajarán mejor en el mundo. Pero se trata sólo de un barniz protector. Al igual que la Iglesia en la Edad Media, a la que le importaban un bledo los seglares e incluso Dios, también nosotros sobrevivimos gracias a nuestros engaños.
Finch movió la cabeza con admiración. «Nos haces quedar mal, Dave».
«Tal vez», dijo Masters. «Pero incluso siendo tan malos como somos, somos mejores que los que hay fuera, en el lodo, los pobres cabrones del mundo. No hacemos daño, decimos lo que queremos y nos pagan por ello y eso es un triunfo de la virtud natural, o casi, qué cojones».

De a poco, la anécdota se desprende de episodios que atrapan hasta estrujar. Por ejemplo, cuando se redescubre enamorado. Ahora de una alumna, «[…]a su mediana edad, empezaba a entender que ni se trataba de un estado de gracia ni de una ilusión; lo veía como un acto humano de conversión, una condición inventada y modificada, minuto a minuto, día a día, por la voluntad y la inteligencia del corazón». Por ejemplo, al recordar su único título publicado, consecuencia de su tesis doctoral, que ya «Poco le importaba […] fuese olvidado y que no tuviera utilidad, y la cuestión de su valor en cualquier época parecía casi trivial». Así, entre la reflexión, la enseñanza de la edad y las largas estadías en las bibliotecas, Stoner bien encaja con el modelo de vida en que algunos se retratan.

Fotografías que se vuelven portadas

  Gabriel Casas, Día del libro , Barcelona, 1932 Fotografías que se vuelven portadas brevísima historia de un retrato   Edgar A. G. En...