jueves, 31 de marzo de 2016

Tildes y guiones a «Exégesis e intertextualidad en la literatura, la historia y la educación»

[San Pietro all’Inferno (2016) de Nicola Samorì (Italia; 1977)]
2016, oil on linen, 300 x 170 cm. Photo Rolando Paolo Guerzoni



[Im]posibilidades de una lectura

Edgar A. G. Encina

 El texto sirvió en la presentación de la edición  Exégesis e intertextualidad  en la literatura, la historia y la educación en el marco del Festival Cultural Zacatecas 2016, el sábado 2 de abril.

(uno)
Listas
Son el «Canto ii» de la Iliada y el apartado «vv» de Teogonía – quizá-, la sección de sus respectivos relatos que más apremian una lectura conjunta al blog de notas. Es casi imposible seguirlas. Para continuar sus líneas narrativas recomiendo -porque así debí hacerlo- llevar notas al texto y seguimientos libreta aparte que permitan entrar al laberinto y salir bien liado. Se puede salir, al fin sólo se trata de algo tan efímero como leer, pero cayendo bache tras bache y llegando a la salida medio tundido, medio raspado y sin saber qué pasó. Así, recomiendo el cuadernillo y las apostillas, para, más o menos, escudriñar en las respectivas tramas. En el primer título, Homero (s. viii a.n.e.) enlaza hombres y nombres hasta perderse en el infinito cielo azul de un mar que, allá donde nuestra vista se pierde, parecen hacer el amor. En el segundo título, Hesíodo (s. vi a.n.e.) describe el árbol genealógico de los dioses que de una se hacen mil y cientos hijos. Iliada, con una anécdota abrillantada, inicia «Cual devastador fuego bosque inmenso de una montaña en las cumbres abrasa, y el resplandor de lejos se divisa, así a través del éter hasta el cielo llegaba el fulgor resplandeciente que despedía el divino bronce de los guerreros según avanzaban…».[1] Teogonía parte con «Gea [que] alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses».[2]
         A estas maneras narrativas Umberto Eco (Italiano; 1932 a 2016) les llama «La lista o el elenco» o el catálogo y Martín Solares (Mexicano; 1970) «Directorio». Eco, sostiene que si es del infinito estético que se deduce la finita contemplación es, contraparte de la sugerida, casi real, casi física de ese infinito, que no termina, que no acaba en forma.[3] Por ello, nunca acabar, jamás terminar por ejemplificar en una parte, finitud, a la totalidad, infinidad. Solares, con tono bullicioso, dice que es/son la lista de los poderosos y bien aventurados hombres del tiempo que, enterados de la redacción del apartado, pagaron porque sus nombres aparecieran allí.[4] Márquetin modo antes de Cristo. Publicidad pre-eléctrica. Desvela, esta interpretación, un censo potentado y cultural; opulento empadronamiento que encontró en la literatura la suerte de la inmortalidad.
Exégesis e intertextualidad en la literatura, la historia y la educación es un poco de ambas posturas. En sus 448 páginas compila 30 artículos de casi 40 autores, algunos repiten. Finito retrato del infinito corpus que se extiende día a día, texto a texto. Estamos, claramente, frente al directorio de los que solventaron la edición, su edición, aunque también podría surgir otro elenco in-nombrado que hicieron de este trabajo su posible registro. Lista de quienes escribieron y lo que escribieron; similar a Homero que nombró las naves y sus capitanes u Hesíodo que citó al dios naciente y sus atributos. Tiempo transcurrido. Tiempo detenido. A más de dos mil quinientos años de diferencia, descubrimos que nuestras formas muchas veces han quedado inmóviles. Exégesis e intertextualidad…, es un poco de ambas posturas y poco más, apuntes cambiados de las maneras que hemos encontrado, que tenemos para escribir, leer y ser leídos.

(dos)
In-formato, sin total.
El libro es el mejor soporte físico que la humanidad encontró para transmitir conocimiento. De mano en mano, de piel a piel; va, se asienta en el librero o en la mesilla, se oculta en el bolso o debajo de la almohada, se pierde o se encuentra o se hurta. Su historia es la más enamorada radiografía del pensamiento y de los sentimientos humanos por lo nombrable, quizá más han escrito poetas y filósofos. El libro es el mejor soporte físico que la humanidad encontró para transmitir conocimiento y, además, es el más divertido.[5] Se abre, se cierra; amante discreto, silencioso, puntual. Ahora se le suman otras formas, cual camaleón adoptan lo mejor posible sus maneras, y, sin embargo ahí radica parte de su fracaso. ¿Has leído en la tableta o en el kobo, desde el celular o la computadora? Yo sí. Algunas más placenteras, pocas, que otras. Me sigue siendo imposible dar un tirón de cien cuartillas en la pantalla del ordenador o en el móvil; los ojos me arden, la espalda se encorva doliente, las tentaciones de la red me acosan, los pendientes están así, pendientes de toda distracción. En la tableta o en el kobo la experiencia mejora, sin embargo considero los hábitos táctiles, olfativos y sensitivos, imprescindibles.
         Tradicional o no, el formato físico de Exégesis e intertextualidad…, no me va. Aquí le traen en disco, híper delgado que no pasa de los 17 gramos. A mí me lo hicieron llegar por una ligar a través de Onedrive, su peso es en otras medidas. De entrada la barrera física, los límites. Si es en disco, se requiere el equipo que lo lea, no todos los ordenadores llevan integrado un lector de esos. Si es por la red, es necesaria la conexión y determinar el soporte que lo bajará. Nadie pasa la página. Nadie toda su portada. Nadie huele sus páginas. Nadie. Nadie habrá de cortarse la yema de los dedos con sus hojas; sus peligros son otros. Tradicional o no, el formato complica al lector, le requiere además que la lectura, condiciones precisas; ahí otro más de los límites de los camaleones del libro. Antípoda. Desafiante a algunas reglas «italocalvinistas», aquí se lucha con alejar cualquier otra idea o con desear ver la tv o con huir a la hamaca,[6] pero con una cerveza, por ejemplo. Antípoda. Tradicional o no, la ambigüedad del plano de Exégesis e intertextualidad…, ya me ha entretenido. Por un lado, es parte de una herencia repitiendo el modelo de aparecer en páginas por méritos y, por el otro, se adentra a espacios apenas explorados en los que sus resultados sabemos poco más que nada y que, bien o mal, la academia ha determinado como uno más de sus refugios, sabedora de que el «[…]objeto material, como mediador entre el contenido y el lector de un texto, también es contenido».[7]
         Lo he dicho antes: 448 páginas de Exégesis e intertextualidad…, que debí leer en el ordenador y en la tableta, que por principio me llevó a divagaciones, a fronteras. Sorprendido. La edición corrió a cargo de cuatro coordinadores y dos correctoras de estilo; de un editor-diseñador y de cinco sellos auspiciadores, así se hacen notar en la carátula, además –reitero- de los  30 artículos de casi 40 autores. La división interna está pensada en 4 ejes temáticos: «La literatura y lo femenino», «El erotismo en tiempo de brujas», «De historia, literatura y política», «Literatura de aquí y de allá». Sin lector total, ediciones tipo como esta localizan sólo al lector intencional, aquel que va dirigido, sólo a este o por aquel o sobre esos tres artículos o que indaga una referencia tercera. Lector intencional que se incumbe por un fragmento y, sin temor, obtiene o consigue, sin recelo a quedar desconectado, pues así los fragmentos bien pueden formar este o aquel corpus, según se trate «[…] de visiones culturales, con lo que se deben buscar salidas para su difusión, una justa lectura en su traza…[…]».[8] Es esto, es aquí, el acento mejor marcado de Exégesis e intertextualidad…, que en su intención se haya el interés o no, por leerle.



[1]      Homero, «Canto ii vv» en Iliada, p. 595.
[2]     Hesíodo, «vv» en Teogonía, p. 126.
[3]     Cfr. Umberto Eco, El vértigo de las listas, Italia, Lumen, pp. 15 a 18.
[4]     Esta acotación aparece en un foro de Escritores mexicanos (Zacatecas, 2016) en que Martín Solares a pretexto de la presentación de su novela No manden flores habla de literatura.
[5]     Cfr. Manuel Dávila, Los territorios del libro. Paradojas, aporías y desvelos, Madrid, Trama, 2015.
[6]     Cfr. Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero, Barcelona, Brueguera, 1980, 119pp.
[7]     Berenice Reyes Herrera, «Formatos de la creación literaria zacatecana a fines del siglo xix» en Exégesis e intertextualidad en la literatura, la historia y la educación, México, Taberna libraría editores, 2015, p. 416.
[8]     Op. Cit. Ana María D’Amore y Salvador Lira, «Símbolo, conflicto y cultura: la traducción de minificciones regionales» en Exégesis e intertextualidad…, p. 445.

martes, 29 de marzo de 2016

Algunos tópicos en «Las bestias negras» de Jaime Mesa

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Es la mano siniestra. 
Es la obscuridad y son las bestias




Edgar A. G. Encina


  El texto sirvió en la presentación de la novela Las bestias negras de Jaime Mesa en el Segundo Encuentro de Escritores del Festival Cultural Zacatecas 2016, el miércoles 23 de marzo.
Este texto, también, ha sido editado y publicado en el suplemento cultural La Gualdra, 245.


Es la mano siniestra de la que cuelgan los hilos. Detrás, todo negro. Obscuridad. Ni los brazos, ni el cuerpo, ni el rostro; negrura reinante en la portada de Las bestias negras (2015, Alfaguara) de Jaime Mesa (Puebla; 1977). No es su ópera prima, esa fue con Rabia (2008, Alfaguara) y, luego, LosPredilectos (2013, Alfaguara). ¡Esta cabrón! Lo está porque a ese lóbrego paisaje se suma el título, en letras doradas, que anuncia los demonios, los propios chamucos; aquellos que todo mundo carga en un morralito por doquier y, sin querer, sin saberlo, sin esperarlo, escapan brincando, saltando nos abordan para dejar salir los miedos o las fobias o al pillo recóndito que de a poco vamos enmascarando. Es la mano siniestra de la que cuelgan los hilos, la portada de esta novela de 253 páginas de la que en su contraportada se lee en las últimas líneas que estamos frente a «[…] una obra que muestra la miseria en la que puede acabar la cultura, si llega a manos de la persona incorrecta».
Las bestias negras es una semana en la historia de Eliseo Sota, pero no de siete días cualesquiera, ni la fotografía de un hombre en particular. Es, más bien -me atrevo-, el retrato generalizado de una especie reinante. Eliseo Sota es el director cultural de una ciudad cualquiera, una como hay 32 posibilidades en México, que ha aprendido a navegar entre las aguas de la política estatal, que ha reconocido el lenguaje de sus jefes y de los empresarios, que ha descubierto el truco en ser oído más no escuchado por el círculo socio-cultural a que debe dirigirse y, sobre todo, que ha conformado un equipo de devotos colaboradores; fieles puestos a prueba en todo momento, arrastrados a vivir como reflejo de agua encharcada. Una semana, siete días que desatan los demonios luego de que en un periódico local apareciera la foto de Eliseo junto, muy junto al sobrevalorado artista italiano Marcelo Combs –sí, el mismo de Los predilectos-.
Aún sonreía cuando en un alto a dos calles de la oficina en las manos de un voceador vio la portada de un periódico con una foto mostrando las siluetas de dos hombres besándose. Le pareció curioso pero cuando bajó la mirada para buscar el botón de apagado del estero sintió dos garfios de carnicero rasgándole el estómago. Luego fue como un cincel sobre los pulmones y enseguida la imagen clara de que aquel traje, peinado desgarbado y boca eran suyos. Le arrebató al vocero un ejemplar y arrancó sin que le importaran los gritos inertes, productos del asombro del voceador. Aventó el periódico en el asiento del copiloto y sintió el dolor de cabeza como sin nunca se hubiera ido.[1]

Allí, el huracán prende al viento el «Lunes después del festival» que diera Fito Paez, seguro «La rueda mágica»[2] o «Historia de amor»[3] ayudaron a propiciar el ambiente. Allí, mientras el huracán se prende al viento, también se desata la historia de ese equipo de devotos colaboradores. Reza Martínez, Caterina o Nydia y Leonardo Osorno, son los mosqueteros que resisten los caprichos de Sota contestando el teléfono a deshoras, asistiendo a eventos insufribles desde el primer instante, soportando gritos y despreciables vilipendios, resistiendo el carácter volátil y pelmazo del líder a la hora de llevar a cabo un proyecto y hasta satisfaciendo su apetito sexual. Sin embargo, cuando éstos dan la apariencia de ser la presa fácil, dócil y amaestrada del jefe, se han convertido, a su vez, en esos pequeños demonios que alimentan a uno más grande, más voraz, más imperfecto y, aún cuando pareciera absurdo o inconexo, le han moldeado gracioso y penoso. Son diablillos espantados que agitan una bestia negra más grande, más pesada, más lenta, más torpe. Son diablillos en un círculo; presa y cazadores que sólo al final sabrán que «El poder en esos espíritus pequeños los liberaba del miedo: una enfermedad que tarde o temprano sería curada».[4]
Sí. La instantánea del beso gay no tuvo las repercusiones socio-políticas que Eliseo temía, sin embargo, sirve a Jaime Mesa para contarnos de a poco, con alargados párrafos de páginas enteras cuando los devenires mentales lo merecen, sobre este racimo de personajes que siempre tienen por qué sufrir, por qué quejarse, por qué ocultarse. Sí. Una vida, no más de la decena ficciones. Una vida, quizá una decena de ficciones y todas desembocando en un hombre al que «Cualquier psicólogo de medio pelo se lo pudo haber hecho saber [lector]: Eliseo era un perverso que por su condición rompía límites. No había misterio ante ese diagnóstico clínico. Ellas eran un grupo de neuróticas sin autoestima».[5]
Y de entre ese cuarteto que parece llevarse el entramado novelesco surgen Gloria y Eucario. Como dulces, prueban al lector. Ella, Gloria, es la esposa de Eliseo; también vive insufribles momentos. Él, Eucario, primero observador, luego periodista venido a más en kilos y en edad y a menos en todo lo demás. Como dulces, prueban al lector. Ella, se ha cansado de los sueños por volver a París o de salir todos los sábado a cenar, beberse una botella de vino y llevar su propio ritual sexual. Él, que en lo más interesante, se muestra fetichista:
[…] no se trataba de celos hacia el poder que ese hombre generaba en su mujer, si no al no saber, al ser una persona externa y quedarse fuera de la jugada de la información. Nunca había estado cerca de la gente que tomaba las decisiones. Ahora sentía como si el azar lo hubiera llevado a un lugar desde donde tuviera al alcance los pensamientos de un político en día de elecciones, cuando todo el pueblo va en una dirección y el político sabe explicarse esos movimientos y está tranquilo. Envidió ese estado de conocimiento. Envidió […][6]

En la obscuridad de la portada de la que sólo vemos la siniestra mano que mueve los hilos, las letras doradas del título son advertencia y resignación. Advertencia de un mundo interno anochecido, de la intensión anecdótica que cifra prosaicos devenires, de los rumores de un autor que escribe -¿ficción o realidad?- como si estuviera en un escritorio viendo pasar a aquel, a ese hombre en fino traje, y con ojo fino distinguir sus actuares. Resignación porque en sus líneas todo el tiempo están los acentos empáticos, las notas afines; están los acentos que nos hacen señalar a este o aquel personaje como alguien conocido, como alguien al que le queda el saco.





[1]      Jaime Mesa, Las bestias negras, México, Alfaguara, 2015, p. 27.
[2]     «La rueda mágica» es del disco Grandes canciones, 2008.
[3]     «Historia de amor» (4’,29’’) aparecen en Locura total, 2015. El disco fue grabado en conjunto con Maulinho Moska.
[4]     Op. Cit. Las bestias negras, p. 253.
[5]     Op. Cit. Las bestias negras, p. 240.
[6]     Op. Cit. Las bestias negras, p. 110.

Notas a propósito de Estática de Abril Posas

[ Self  Portrait (2013) DanielaAstone (Italiana; 1980) ]

Estática por empatía


Edgar A. G. Encina


 El texto sirvió en la presentación del libro de cuentos Estática de Abril Posas en el Segundo Encuentro de Escritores del Festival Cultural Zacatecas 2016, el miércoles 23 de marzo.

Publicado en el suplemento cultural persona «La soldadera», en la celebración del Día del Libro




Estática que en la segunda definición puesta por la Rae dice del adjetivo «que permanece en un mismo estado, sin mudanza en él»; que en la tercera anota sobre una persona «que se queda parada de asombro o de emoción»; que en la cuarta y la quinta dice de la «rama de la mecánica que estudia las leyes del equilibrio» o el «conjunto de leyes que estudia» ella misma y que tiene su raíz en el latín staticus y en la forma griega que bien puede traducirse como el «arte de pensar».[1] Esto último es lo que más me gusta: staticus, «arte de pensar». La estática es, también, esa chispa eléctrica que apenas llamea cuando tocamos algo metálico y parece quemarnos, porque antes nos alimentamos de ella frotando una superficie pachona como la alfombra o el tapete. Ésta, salpica y duele. Es como un cerillo apagándose en la piel, es el toque quemador que se desprende de nosotros mismos, es la chispa que punza.
Estática -con cursivas- es, a su vez, el librito que Abril Posas a escrito en poco más de 30 páginas y que lleva de epígrafe un fragmento del longevo cuento «Existo porque hay alguien que me sueña» que Giovani Papini (Italiano; 1881 a 1956) redactó en «La última visita del caballero enfermo», en 1906.[2] Allí, con la ilusoria figura que aparece sembrada de aprensión, dice:
[…] ¡yo soy de la misma sustancia de que están hechos los sueños! Éxito porque hay uno que me sueña, hay uno que duerme y sueña y me ve obrar y vivir y moverme y en este momento sueña que yo digo todo esto. Cuando ese uno empezó a soñarme, yo empecé a existir; cuando se despierte cesaré de existir. Yo soy una imaginación, una creación, un huésped de sus largas fantasías nocturnas. El sueño de este uno es tan intenso que me ha hecho visible incluso a los hombres que están despiertos. Pero el mundo de la vigila no es el mío. Mi verdadera vida es la que discurre lentamente en el alma de mi durmiente creador.[3]

Esta Estática de Posas, que bien puede ser la permanencia en el mismo estado por asombro o emoción o bien una chispa que punza y que comienza con la voz fantástica de uno que es soñado por otro que es creador, cuenta, primero, los devaneos de Foster en el cuento que titula la obra y, después, los quejares de «Elena». Por un lado, Foster que vive en una ciudad –como la nuestra- en la que reina «[…] una sensación de quietud en el centro, en donde el tiempo pasa sólo por inercia y nadie se da cuenta, pues nada cambia, nada crece»,[4] investiga la muerte de Andrés P., maestro de geografía en preparatoria, y, sobre todo de Luisa B., de la que nada se sabe. ¿Trágica muerte, suicidio pasional, asesinato irresuelto?, Foster parece ser el único en conocer la verdad y en su demostración se desintegra de a poco e, inconsciente, se pierde sin retorno. Por su lado, «Elena», la católica que no va a lugares oscuros con otros hombres, ni sale de noche a verse a escondidas con un hombre, ni fuma, pero sí se casa y sí enviuda del Candingas y jamás habla de los deberes de los hombres católicos, es una mujer dócil, «[…] tímida, pero muy guapa, de ojos enormes, párpados pesados y expresivos, cuello largo y [con] la postura de una dama».[5] Elena, Elenita que siempre vive recluida en los relatos del narrador parce acercarse, a los ojos ajenos, a los nuestros, al tártaro que in crescendo se vuelve insufrible.
         Al final, esta edición casi de autor de la que sólo hay cien ejemplares impresos y que lleva de portada la fotografía de una femenina zapatilla negra con un tacón de, serán, 12 a 15 cms., me ha hecho volver al punto donde los personajes son tan próximos que bien pueden ser fragmentos de vida de alguien cercano, de alguien aquí. Empatía por Estática. Estática por empatía. Al final, esta edición que debí leer desde la tableta y luego anotar dos o tres puntos en un ejemplar físico, me da más a la Estática que punza, chispeante desde el otro; me da más al personaje ficticio que vive porque un creador lo hace posible, aún en sueños. Al final -aún sin o con empatía-, los relatos de fino cuidado narrativo dejan una breve sensación de vigilia, una de la que no siempre se desea salir.




[1]      Cfr. Diccionario de la Lengua Española de la Rae, edición tricentenario. Fuente electrónica: http://dle.rae.es/?id=GneBGdF (consultada en marzo de 2016).
[2]     Cfr. Abril Posas, Estática, México, Editorial Paraíso Perdido, Instantánea Colección, 32pp.
La página electrónica de la obra: http://editorialparaisoperdido.com/instantanea-18-abril-posas/
[3]     Giovani Papini, «Existo porque hay alguien que me sueña» en El trágico cotidiano, 1906. Fuente electrónica: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ita/papini/la_ultima_visita_del_caballero_enfermo.htm (consultada en marzo de 2016).
[4]     Op. Cit., Estática, p. 3.
[5]     Op. Cit., Estática, p. 21

sábado, 19 de marzo de 2016

Encuentro de escritores, Zacatecas 2016



Sábado 19 de marzo, 2016

Charla literaria: Víctor Rojas 
Presentación del libro: “Entre los muros del laberinto” / El Errante Editor
Presenta: Juan Reyes
Museo Pedro Coronel • 12:30 horas
Charla literaria: Miraceti Jiménez
Presentación del libro: “Más allá de las sombras” / El Errante Editor
Presenta: Carlos Alberto Hinojosa
Museo Pedro Coronel • 18:30 horas

Domingo 20 de marzo
Charla literaria: Martín Solares
Presentación del libro: “No manden flores” / Random House Mondadori
Presenta: Juan José Romero
Museo Pedro Coronel • 12:30 horas
Charla literaria: Emiliano Monge
Presentación del libro: “Las tierras arrasadas” / Random House Mondadori
Presenta: Carlos Alberto Hinojosa
Museo Pedro Coronel • 18:30 horas

Lunes 21 de marzo
Charla literaria: Franco Félix
Presentación del libro: “Kafka en traje de baño” / Editorial Nitro Press
Presenta: Juan Gerardo Aguilar
Museo Pedro Coronel • 12:30 horas
Conversatorio: “Literatura local y nacional: la voz de la migración”
Participan: Franco Félix y Jaime Mesa
Museo Pedro Coronel • 18:30 horas
Curso de poesía “Hacer.poesía”
Coordinador: Edson Lechuga
Ciudadela del Arte • De 11:00 a 14:00 horas y de 17:00 a 20:00 horas

Martes 22 de marzo
Charla literaria: Edson Lechuga 
Presentación del libro: “Anoche me soñé muerta” / Editorial Axial
Presenta: Simitrio Quezada
Museo Pedro Coronel • 12:30 horas
Charla literaria: Daniel Espartaco
Presentación de la novela: “Memorias de un hombre nuevo” / Random House Presenta: Juan José Romero
Museo Pedro Coronel • 18:30 horas
Curso de poesía “Hacer.poesía”
Coordinador: Edson Lechuga
Ciudadela del Arte • De 17:00 horas a 20:00 horas

Miércoles 23 de marzo
* Charla literaria: Abril Posas
   Presentación del libro de cuentos: “Estática” / Editorial Paraíso Perdido
   Presenta: Edgar A. G. Encina
   Museo Pedro Coronel • 12:30 horas
Charla literaria: Gastón García Marinozzi
Presentación de la novela: “Viaje al fin de la memoria” / Tusquets
Presenta: Juan José Romero
Museo Pedro Coronel • 18:00 horas
Conferencia magistral: Ana Clavel
“En el principio era el deseo”
Presenta: Simitrio Quezada
Museo Pedro Coronel • 19:00 horas
Curso de novela
“Los mundos de la novela: estructura, personaje, conflicto y punto de vista”
Coordinador: Jaime Mesa
Ciudadela del Arte • De 11:00 a 14:00 horas y de 17:00 a 20:00 horas

Jueves 24 de marzo
Charla literaria: Antonio Ramos Revillas
Presentación de la novela: “Los últimos hijos” / Editorial Almadía
Presenta: Juan Gerardo Aguilar
Museo Pedro Coronel • 12:30 horas
Charla literaria: Imanol Caneyada
Presentación de la novela: “Hotel de arraigo” / Suma de Letras
Presenta: Mauricio Moncada
Museo Pedro Coronel • 18:00 horas
Conversatorio: “Escribir al borde de las fronteras”
Participan: Antonio Ramos Revillas e Imanol Caneyada
Museo Pedro Coronel • 19:00 horas
Curso de novela
“Los mundos de la novela: estructura, personaje, conflicto y punto de vista”
Coordinador: Jaime Mesa
Ciudadela del Arte • De 11:00 horas a 14:00 horas

Viernes 25 de marzo
Charla literaria: Luis Panini
Presentación de la novela: “La hora mala” / Tusquets
Presenta: Juan Reyes
Museo Pedro Coronel • 12:30 horas
Charla literaria: Vicente Alfonso
Presentación de la novela: “Huesos de San Lorenzo” / Tusquets
Presenta: Mauricio Moncada
Museo Pedro Coronel • 18:00 horas
Charla literaria: Jaime Mesa
   Presentación de la novela: “Las bestias negras” / Alfaguara
   Presenta: Edgar A.G. Encina
   Museo Pedro Coronel • 19:00 horas

lunes, 7 de marzo de 2016

Las notas de LoLaLozano

[«Window Shopping» (1903) de Everett Shinn (Estadounidense; 1876 a 1953]

El norte como frontera, el arte como puentes

Notas dejadas por Amanda Karina Lozano López


Edgar A. G. Encina
 Artículo publicado en la revista cultural Crítica. Fondo y forma.


«Dime dos autores del norte», increpó. Daniel Sada (Mexicali, Baja California; 1953 a 2011), obvio, y Luis Humberto Crosthwaire (Tijuana, Baja California; 1962). «¿Por qué ese par?, ¿por qué no de los que ya se fueron a Severino Salazar (Tepetongo, Zacatecas; 1947 a 2005) o Ricardo Elizondo Elizondo (Nuevo León, Monterrey; 1950 a 2013)?, ¿por qué no de los que están por aquí a Élmer Mendoza (Culiacán, Sinaloa; 1949) o Eduardo Antonio Parra (León, Guanajuato; 1965)?», continúo. Aunque el tono seguía algo enfático, noté en su voz que increpaba porque deseaba saber qué descubrí en esos autores y, sobre todo, que no estaba en los otros. Lo demás fue largo y tendido. Hablamos de obras, de fragmentos de esas obras; comentamos avatares, cotilleamos sobre la vida de esos y otros seres, no siempre escritores pero sí artistas. Cuando nos despedimos, ella calle arriba, yo calle abajo, le pedí me autorizara dar su nombre. «Ni loca», contestó mientras apretaba el paso. Ahora, cuando lee estas líneas, quizá esté cambiando de opinión. Suerte para la próxima, querida amiga.
         También del norte, que no escritora pero sí artista, es Amanda Karina Lozano López, «Lola Lo Zano» (Agua Prieta, Sonora; 1978). Como en innumerables casos, su formación académica como licenciada en contaduría y administración y maestra en impuestos, parece desconectada de su vida profesional. Quizá es sólo percepción engañosa. Lozano, que pretende ser como Raquel Tibol (Entre Ríos, Argentina; 1923 a 2015) y recién a adoptado a «Fortunata», bien puede ser de esas que destacan la narrativa del norte o la escritura del desierto o como quiera llamarle. No. No escribe, insisto; ella es artista. Entre lo que destaca, está su participación en el proyecto «40 artistas» apoyado por el Pedcaz, la exposición «Libertad» y el seguimiento de proyectos iniciados dos o tres años atrás, siempre contemplando la labor gráfica, explorando distintas técnicas y su permanencia en el Taller Veta Grande.
Lector, en esta ocasión, Lozano aceptó –aunque con ciertas contingencias- escribir. En sus palabras, poco menos de 400, anota sobre el arte, la libertad y la frontera, la marcada por la geo-política y que aparece como un retrato similar en todas partes del mundo cuando dos concepciones del mundo se encuentran y los mercados económicos parecen escindir bestialmente un río.

Pd. Al fin. Ella calle arriba, yo calle abajo, gritó: «¿Por qué no Alejandro García Ortega (León, Guanajuato; 1969)» y de vuelta a casa empecé la tercera lectura de La noche del Coecillo (1993).



El arte nos hace libres, el arte nos hace humanos.

Soy la prueba fehaciente de que el acercamiento al arte en cualquiera de sus manifestaciones logra una metamorfosis en las personas. Soy de la frontera del norte del país, de una pequeña ciudad, donde se vive una subcultura que nace de la naturaleza de la situación geográfica. La frontera es un lugar donde quedan varados sueños, ilusiones, inocencias y muchas vidas. El punto es que por ahí pasan todas y cada una de las substancias que representan un negocio multimillonario y, por lo tanto, se es más fácil y viable colaborar en éste tipo de actividad que perder el tiempo en asistir a la universidad. Adicional a esto, es difícil y cansado estar ahí y ver desde el jueves hasta el domingo las calles y los espacios saturados de «spring breakers». Ya lo ilustraron en los Simpson, hasta hay una canción de Manu Chao, en fin es un lugar Caótico…
         Pero, hay un movimiento, un cambio de percepción y de concepción cuando se tiene la suerte de acercarse al arte. El arte, en cualquiera de sus expresiones, es un camino, un vuelo, un viaje, del cual uno regresa sin ser el mismo.
La música, la pintura, la escritura, la escultura, el teatro, la danza, todas... Son manifestaciones de un ser humano que como creador se ha vertido y da vida a un nuevo lenguaje, que habla en síntesis de tragedias, comedias, fantasía, sueños, miedos, historia; que habla de la vida y sus infinitas posibilidades. El punto es que, cuando se tiene un acercamiento al arte, existe la posibilidad de abrir la mente, de desdoblamiento del espacio, de las personas, es generar a través de la sensibilidad y, en forma automática, de crear una conciencia del entorno y de uno mismo. Es como cambiar el chip y dejar de comportarse en automático.

         El arte es como ser políglota. Interpretar o intentar conocer al arte es percatarse de esos idiomas, es conmoverse de las cosas tal vez más sencillas, es saber, escuchar, contemplar, leer, escribir, observar y admirar, tanto el lenguaje como al creador, al ser humano.

Fotografías que se vuelven portadas

  Gabriel Casas, Día del libro , Barcelona, 1932 Fotografías que se vuelven portadas brevísima historia de un retrato   Edgar A. G. En...