Lugar
para los que van al margen izquierda
Sitios y visitas a La librería más famosa del mundo de
Jeremy Mercer
Edgar A.
G. Encina
Profesor
de cátedra en la Unidad Académica de Letras, uaz
Conductor de la columna
universitaria para radio y multimedios «Certezas y Paradojas»
He de confesar que
conocí «Shakespeare and Company» [shakespeareandcompany.com] porque el destino me la puso enfrente un día no pensado.
Sabía de ella y estaba en la lista de las primeras cinco cosas que re/conocer
en París junto a —obvio- el Musée du Louvre, el casco antiguo de LaSorbonne,
la Église de la Madeleine y el Musée de laFranc-Maçonnerie. La encontré por casualidad, agotado por una larga
caminata en un tour personal que me llevó a visitar la Torre Eiffel, a recorrer en barco el Seine
y comer en el Quartier Latin. Estaba de
vuelta al hotel, algo extraviado y hecho una sopa a causa de los tradicionales
chubascos otoñales que inundan la ciudad, cuando ella apareció en medio de un
claro nubarrón, con sus enormes ventanales entintados en verde y su peculiar
olor a libros viejos, a gatos, a libros nuevos, a sopa, a libros abandonados, a
personas y a toda clase de libros…
La librería más famosa del mundo es una
historia de agradecimiento, cariño, fraternidad, aprendizaje y cien cosas más,
que la Independt Bookstore dejó a de
Jeremy Mercer (Canadá, 1971). La que
he leído es la traducción al castellano que Rubén Martín Giráldez (España, 1979) trabajó para MalpasoEdiciones, en «Lo
real» colección dirigida por Jorge Carrión (España,
1976).
Es un libro negro, en pasta dura y con los cantos en naranja opaco como de ladrillo,
que no pasa desapercibido por sus más de 300 páginas. El título original Time was soft there: a Paris sourn at
Shakespeare & Co., fue publicado con el sello de Picador.
Su
visita, de la cual apenas pude adquirir cuatro o cinco títulos la primera
ocasión, la he compensado con las añoranzas de Mercer, a la que pude palomear
junto a Ripping Yarns Books en
Inglaterra, La Torre de Lulio en México, The Last Bookstore en
Estados Unidos o La Librería de Ávila en Argentina. Son comercios que ofertan libros en su
mayoría de rehuso o viejos que han pasado con penas y glorias el fragor del
tiempo y la novedad. Sitios con aroma especial e insólito espíritu que viste a
la ciudad que las cobija y significa a sus habitantes y a sus testarudos parroquianos
que resisten el embate de lo nuevo y de lo urgente, para recrearse ufanos en el
polvo de la búsqueda y rebúsqueda de lo pasado.
La historia inicia con Sylvia
Beach (Eua, 1887-1962) que abrió en 1919 la «original»
Shakespeare & Company en la rue
Dupuytren, que tres años después trasladó cerca de Saint-Germain-des-Pés. «El curioso rincón en el que se convirtió la
librería fue el centro de toda una generación de escritores americanos y
británicos afincados en París. Gente como F. Scott Fitzgerald, Gertrude Stein o
Ezra Pound se reunieron allí para llevarse libros prestados, debatir temas
literarios y tomar té caliente en el saloncito privado de la trastienda»,
relata Mercer. En un espacio entre guerras, la librería estuvo cerrada hasta
que George Whitman (Eua, 1913-2011) se
hizo cargo del negocio, haciendo del sitio desde 1963 «una extraña librería en
la margen izquierda de París donde se podía dormir gratis se extendió hasta los
confines del mundo. Llegaban allí por miles».
La
librería… es una carta de recuerdo. No fue escrita para enviarse,
porque equivaldría a un único lector, a su atesoramiento en el cajón de lo
invaluable. Por eso, aunque reina el sentido de añoranza, en cada párrafo se
descubre el enorme gusto por la aventura y la provocación al destino; por pisarle
la cola al gato y esperar que no salte o que salte y huya o que salte y haga
cualquier cosa menos que pegar sus uñas al rostro. ¿Qué mayor aventura
destinada a perder, a fracasar, a deprimirse que abrir una librería? Y, qué
aventura la de sobrevivir con el espíritu abierto, igual que un libro.