martes, 26 de septiembre de 2023

Las tristezas del libro

 


las tristezas del libro

 

Edgar A. G. Encina

 Una versión de este documento fue publicada en la revista Memoria Universitaria
volumen 4, número 7, septiembre de 2023, p. 40

 

Escribo este artículo la semana que corre del 17 al 23 de septiembre alegrado por la librería de uso El Árbol que comunica la presentación de su versión digital, en la que han «trabajado durante algunos meses». Tienen en almacén público más de dos mil títulos a los que se suman otros cada semana. El evento es una respuesta algo tardía al desfavorable ambiente nacional que se cierne sobre la industria de los impresos. Apenas el ocho de septiembre Marco Antonio Flores Zavala en la columna «Travesías», publicada en el diario NTR, señaló el cierre de la Librería André-a, una de las emblemáticas en la ciudad y la región. Si bien el bajón de cortinas responde a varios factores, es indudable que la grave crisis por la que atraviesa el sector aceleró el evento.

         Históricamente los hacedores y ofertadores de libros nunca han vivido el paraíso, pero es que ahora predican por el desierto. En México existe una librería cada seis municipios y los números se ponen más raquíticos si lo llevamos a las editoriales. Aún en épocas doradas, como la de Aldo Manucio o el boom latinoamericano, los nubarrones siempre se han dejado sentir. Es un dicho multiplicado que los libros no hacen millonarios, pero sí dan de comer y proveen de satisfacciones al espíritu. Sin embargo, hay momentos de fractura que presentan mayores conmociones y todo parece indicar que estamos atestiguando un sismo de gran magnitud.

         La numeralia presentada por el Instituto Zacatecano de Cultura respecto a la Feria Nacional del Libro en Zacatecas celebrada del 18 al 26 de agosto provee indicios del problema. Los datos son los siguientes:

*        19, 036 asistentes.

*        1,338 jóvenes.

*        815 niños.

*        8 talleres.

*        7 actividades de fomento a la lectura.

*        5 actividades infantiles.

*        72 editoriales y librerías participantes.

*        29 presentaciones editoriales.

*        14 presentaciones artísticas.

*        2 conversatorios.

*        2 lecturas en voz alta.

*        12 creadores provenientes de 12 estados.

*        Atención en 6 municipios.

Falta el informe financiero, el reporte de gastos y el análisis costo-beneficio para un estado en el que, según datos de Gobierno, existen al menos 69 mil personas económicamente activas. Más que señalar que a la fiesta de los libros le faltó carnaval, en el análisis general continúan haciendo falta acciones para fortalecer el evento como:

*        tener un estado invitado por edición,

*        tejer un sistema funcional para que autores, libreros, editores y promotores acudan a escuelas, principalmente secundarias, preparatorias y licenciaturas, a leer, a escuchar, a dialogar;

*        la programación de libros exprofeso comprometidos por instituciones gubernamentales y de educación, e

*        incentivar a que el sistema editorial apueste con sus propios recursos por autores regionales sin depender del subsidio.

El primero de septiembre Milenio publicó «La agonía del libro en México» de Rafael Pérez Gay, el cual es un retrato de la situación nacional, en el que apunta que: «Entre las muchas destrucciones que este gobierno le ha impuesto a la sociedad mexicana, no la menor de ellas es la del libro, la frágil y debilitada industria editorial se acerca al punto más bajo de productividad con todo lo que ello implica: editoriales medianas y pequeñas en riesgo de desaparecer, librerías en serios problemas financieros, rendimientos negativos, desempleo, menos lectores».

Para sustentar la hipótesis de que el gobierno-estado, en todos sus niveles, ha abandonado los bienes de consumo editorial, remite al informe de Gerardo Jaramillo, ex director del FCE y Educal, el cual aseguró «que se acabaron los apoyos directos e indirectos a la industria editorial mexicana mediante diversos esquemas: ferias de libro nacionales y extranjeras, coediciones, compra de libros para bibliotecas públicas o sistemas como el bachillerato o la educación superior por las reducciones definitivas al presupuesto»

         Si bien esta columna inició con un párrafo agridulce que celebra el catálogo en línea de una librería de uso y el cierre de otra, al final la realidad avasalla. El cambio de ruta esencialista de las políticas públicas sobre el sector editorial, libresco y bibliográfico han puesto al libro en un desierto donde nada crece. He sido disperso, pero no inocente, con estas líneas porque, por donde se le vea, esto puede ir a peor en niveles demenciales.





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