miércoles, 23 de febrero de 2022

Vida librera: Club Malagobia

 




Inesperado esperado
Club Malagobia
 
Edgar A. G. Encina

 

 

 Club Malagobia, Libros y Café es un proyecto de Erik Fonseca. Llegué a él por el podcast Ciudad Literaria, Libros & Viajes que conduce Karla Ceceña. Club Malabogia está en redes, particularmente en Instagram. Es, en el sentido más actual, reedición de las librerías itinerantes y de los clubes de lectura decimonónicos donde se iba a leer el diario o alguna novela no muy asequible, se aprovechaba para fumar, beber café o algo con espíritu y departir sobre cultura, política o sociedad. Acá lo que Fonseca tiene es una librería-club itinerante que se desplaza por la Ciudad de México y puede circular en una bicicleta que arrastra un coche exhibiendo material gráfico o andar con un maletín que abre en alguna alameda, banquillo o plazoleta. Tiene su chiste porque, como el espíritu de las letras, Malagobia se mueve con el soplido del viento, se agita al carácter del clima y se ciñe al ánimo de su administrador; su andar es impredecible como la corriente del rio y, quiero apostar, muy del olfato del librero que cree que los clientes están hoy en un lugar en el que no estarán mañana.

            Si la memoria no me falta, escribí a Malagobia para enterarme de los pormenores de la membresía y registrarme en el mes de diciembre. Por alguna razón que los sociólogos y psicólogos tienen clara, este tipo de invitaciones de pertenencia me llaman como el aullido del lobo alfa a la manada; así que allá fui. La mecánica de suscripción, continuación o dada de baja es simple. Hay que pagar 879 pesos al trimestre, vía deposito en cuenta bancaria; llenar un breve cuestionario, que indica los intereses literarios y la dirección postal de envío, y definir las maneras en que se quiere recibir tres títulos de libros de literatura o ensayo, de títulos aleatorios y que bien pueden ser usados o nuevos. Es un envite y una lotería, porque hay de por medio un juego de azar en el que no se pierde, pero está en condición expectante por lo que se obtendrá. Como un ciego que va por la calle transitada, éste sabe el número de pasos y las veces que debe girar para ir del punto A al punto B, aunque tiene en cuenta que algo puede suceder, un charco, un perro, un transeúnte despistado, una variación que puede modificar definitoriamente el viaje.


            

En el primer envío llegó Parménides de César Aira (Literatura Mondadori, 2006), novela que relata «la historia triste y fatal del escritor Perinola, que vivió a comienzos del siglo quinto antes de Cristo en una colonia griega de la costa italiana del sur» y que fue el primer escritor fantasma de la historia. La sorpresa se agrandó con el obsequio de cuando era feliz e indocumentado de Gabriel García Márquez (Oveja Negra, 1984), un escuálido impreso con sello colombiano que ahonda sobre la escritura y los estados de ánimo. Junto tres papelillos que hicieron delicias en mi imaginación. El primero, una postal firmada por Chito Alejos, en el San Luis Potosí de los 80’s, dirigida a Jorge Rosales y su familia: un relato personal que ahora por sí mismo es entrañable. El segundo, el mapa de Europa que muestra los lugares más importantes en la vida, seguramente recortado de una revista de los 90’s. El tercero, una misiva personal de Fonseca a la que de alguna manera ahora respondo, y no. En el segundo envío aparecieron las Crónicas desde el piso de ventas de Iván Farías (Divague, 2018), historia personal y entrometida de un librero que se siente familiar de todo cantinero y farmacéutico, junto al Decálogo para crear una librería independiente de Agustín Villella y Samuel Albores (Librería La Cosecha y Librería LaLiLu, 2021), edición chiapaneca a la que venía rastreando pero me había sido imposible adquirir, junto a dos postales, una de El torito de Jill Harley y otra de Nos con el #youAreIMPOSSIBLE.

            Estoy a la espera de marzo para las lecturas y las sorpresas, atendiendo que renovaré la suscripción porque en este breve ejercicio he encontrado una simpática novedad. Como las cartas de los marineros que fueron escritas y esperan puerto para ser enviadas, así entiendo mi espera y aguardo noticias del viajero.


Artículo publicado en la revista Quehacer




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