martes, 6 de junio de 2023

Soñar con palabras, soñar con subtítulos, soñar en otra lengua

Soñar con palabras, soñar con subtítulos,
soñar en otra lengua

 

Edgar A. G.Encina

 

Para Benito D’Amore

  

Una versión fue publicada en la revista Memoria Universitaria

 

No recuerdo donde leí un estudio que al investigar los diálogos en los sueños descubrieron que estos no se producen en el mismo nivel del subconsciente, sino que son producto de un desdoblaje en otro nivel de conciencia. Es paradójico, porque otros sonidos como el motor de un avión o el canto de las aves o la caída de algún objeto, sí parecen producirse en la cintilla original del sueño, permítame el eufemismo. Los olores, los colores, las emociones, hasta el vibrar del viento en la piel se produce en el mismo sueño, salvo los diálogos. Las conversaciones con otros y consigo mismo se articulan en otro lugar de la mente, poniendo en ejecución otras partes físico-neuronales que complejizan la articulación.

¿De dónde viene el lenguaje?, ¿cómo se produce?, ¿qué condiciones se tienen que dar para que este nazca y se desarrolle? Son preguntas intrigantes. El lenguaje es el síntoma evidente de nuestro desarrollo neuronal y consciente. Por ejemplo, si un niño de cinco años no ha aprendido a comunicarse oralmente se debe atender, porque es probable que exista daño cerebral y/o psicológico, o si un adulto apenas se comunica con no más de cien palabras estará sumido casi sin remedio a vivir en las sombras de la caverna. Las palabras que utilizamos, cómo las usamos y enlazamos, y la función que le proveemos es un espejo que refleja lo que somos sin ocultar nada. Eso que decimos en una convivencia luego de beber dos copas de vino, en el supermercado al preguntar por un producto, en la acera para pedir que nos abran el paso, la advertencia que escuchamos cuando algo está caliente o frío o lo que decimos cuando hacemos el amor, nos deja en cueros. El lenguaje es lo que somos.


En 2017 Ernesto Contreras filmó Sueño en otro idioma, con guion de Carlos Contreras, en Los Tuxtlas y Playa Roca Partida, Veracruz. La cinta cuenta la historia de una lengua moribunda. Es un ejercicio ficticio que relata los últimos días y el fallecimiento del sikril. El relato se funda en la vida de un par de ancianos, últimos hablantes, peleados irreconciliablemente a causa de una disputa arrastrada desde la juventud, y que un filólogo se da a la tarea de entrevistarlos por lo individual en lo que encuentra forma de acercarlos. Es una historia triste, ahogada y poderosa, en la que José Manuel Poncelis, en el papel de Isauro, es dependiente absoluto de esa lengua y Eligio Meléndez, como Evaristo, hace de Hermes para cerrar sus días. Es en la hora con treinta minutos que se produce la conciliación con un mágico diálogo. Asistimos a una fiesta donde dos viejos son el centro de la escena diciendo quién sabe qué cosas para luego soltar a carcajadas. Ignoré lo que se comunicaban, como lo hacían todos los otros personajes en la cinta, pero me alegré junto a ellos con la misma sensación de cuando se está junto a niños y jóvenes que se desternillan. En adelante, la película irá apretando los nudos con escenas que confirmarán lo que he intentado exponer: los suspiros desfallecientes de una lengua.

         Por su parte, en Los muertos indóciles (De bolsillo, 2019) Cristina Rivera Garza se ha percatado que sueña con otra lengua que no es la primera, pero que es la materna. Escribe: «Y todo habría estado bien si no hubiera ocurrido la proverbial noche del proverbial día en que tuve el proverbial sueño en la Segunda Lengua. No recuerdo la anécdota onírica (aunque estoy casi segura de que había un tren en todo aquello), pero recuerdo, casi a la perfección, el súbito despertar». Soñar en la segunda lengua, para el caso en castellano, marcó las prioridades creativas comunicativas de la autora que dejó la primera lengua, el inglés, para hacer la vida con la familia, los colegas y la calle. Para la escritora, su segunda lengua, que está viva y mantenida por casi 500 millones de hispanoparlantes, es la que se reproduce en sus sueños, igual que para Evaristo e Isauro es el sikril, residente sólo en ellos.

         Aquí me intriga ese proceso del sueño hablado. Uno, del que sólo conoce un lenguaje, allí se ha desarrollado y quizá perezca. Otro, del que es bilingüe o multilingüe. ¿Qué partes del cerebro se articulan en los sueños para hablar otros idiomas sin que se quiebre el entendimiento? La última ocasión que hablé con Benito D’Amore fue sobre eso. Benito, italiano residente en Inglaterra visitaba a su hija Anna en México cada dos años. Para nosotros su presencia fue un jolgorio. Era hombre de difícil llevadera porque en una frase de diez palabras mezclaba el italiano, inglés y español mexicano. Esa ocasión, sentados en la sala de Miguel Muñoz, le pregunté cómo soñaba, en qué idioma lo hacía, y creo que me respondió que igual a como hablaba, haciendo un batidillo, porque también pienso que había hecho del castellano su primera lengua, como lo es para sus nietos. Benito, a su manera, soñó su propia versión de sikril.



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