Reflexiones en torno a Las Fiestas del Libro
de Édgar A. G.
Encina
Por: Salvador Lira
Este artículo fue publicado en la página 22 de la revista digital Quehacer
de la Universidad Autónoma de Zacatecas
En
los últimos años se han destinado una serie de esfuerzos relevantes, tanto en
la Academia, como en el mundo literario, para reflexionar en torno a los
avatares del Libro. Desde las investigaciones se han suscitado proyectos y
amplios resultados sobre su historia, las imprentas, los grabados, las
sociabilidades y más recientemente las marcas de sello o posesión. En el mundo
de la literatura, por su parte, ha sido el pensamiento de sus nuevos formatos,
las posibilidades de escritura en el mundo de las interconexiones, el traspaso
de la experiencia lectora o bien el fenómeno de “posesión”, por cuanto que la
aparición del libro electrónico ha hecho que las editoriales pongan un mayor
interés en el cuidado de ediciones impresas y también digitales.
Retomo ambos puntos de partida a propósito del
reciente título Las Fiestas del Libro
de Édgar A. G. Encina.Aunque pareciera que tales miradas no serían del todo
“compatibles” por sus propósitos –unabusca
el generar conocimiento, la otra el placer estético–, el presente libro tiene
tal particularidad de hacer un binomio entre la escritura de saber intelectual
(con implícitos teoría y método), así como el mal de la escritura, en el desasosiego del yo escribo o, en
palabras del autor, yo releo.
De esta manera, son tres los tópicos que destaco del
presente título, (1) la ritualidad festiva de las letras, (2) la pervivencia de
la escritura literaria y (3) la nostalgia por los muchos libros, los muchos
festivales.
Respecto a las ritualidades festivas de las letras,
Édgar A. G. Encina propone una nueva mirada de revisión historiográfica. Por lo
general, los investigadores del libro han postulado sus revisiones en torno a
la trasmisión de obras en espacios o corredores fundamentalmente en la Edad
Moderna y su traspaso a la Contemporánea.
Este libro reflexiona e incide en las formas o cuestiones de los festivales o ferias de libros. Las comparativas que realiza respecto a espacios como la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, la Feria Internacional del Libro en Madrid o el Hay Festival, entre otros, ofrece una fórmula novísima en la revisión, no sólo desde el marketing, sino en perspectiva del valor cultural, político, social e inclusive psicológicodel que envuelve la materialidad del objeto libro.
Hay una especial atención, por ejemplo, en el ensayo
[autógrafos]. Édgar A. G. Encina señala las dimensiones culturales y sociales
que giran alrededor de una presentación editorial y la solicitud de firma por
parte de los “consumidores”. “Viven los que valoran su biblioteca por la
colección de autógrafos; jactanciosos van adquiriendo las más de las obras en
presentaciones a sabiendas de que el escritor estará a dispuesto a soltar la pluma
con frías improntas. […] de ese rasguño de tinta que anote “Querido”,
“Apreciado” o “Estimado” en la glacial apertura de la dedicatoria.” Se trata,
en suma, de un protocolo aceptado por la sociedad mercantil del festival y la
presentación de un libro, una especie de entronización del autor y de la obra.
Como forma ritual, aquí estamos, dos grandilocuentes
que lanzan aseveraciones para el consumo de la novedad editorial. Disertaciones
del autor por su manera y griego perfil de ver el mundo, sus letras, sus
propósitos y los agradecimientos. La venta o gratuidad de la obra, para su
nueva formulación y –cuando los recursos hay–, el espaciodel brindis gratuito
con el tiempo suficiente para felicitar al autor y solicitar su firma (de
suerte que ahora la virtualidad impide el testimonio y autógrafo en pluma BIC).
Más allá de esta ironía, el asunto es la manera en
que el libro se inserta en las intermediaciones de la posesión actual. No veo a
un Góngora en una mesa presentando sus Soledades
y destilando la pluma al “Estimado Quevedo”, como opción y posicionamiento. Más
aún, toda esta producción que inclusive se deja en las fórmulas fortuitas de la
misma producción editorial actual. Lo que hace Édgar A. G. Encina es propiciar
es una reflexión que documenta y estima las posibilidades de la producción
comercial del libro, la lectura y las dimensiones que, así como por ejemplo se
notan en el más reciente título de Dartnon, veremos como parte de la
circulación en la cultura letrada entre la galaxia Gutenberg y el universo deZuckerberg.
El segundo tópico, es el de la pervivencia literaria.
A. G. Encina es lector y escribe. Verdad de Perogrullo,
aunque lo hace desde el género de la diatriba. Poco más de una veintena de
ensayos en donde se asisten las voces del académico, el deseo del literato y el
yo lector. El libro se inserta en la tradición de autores como Guillermo
Sheridan –por el estilo mordaz y sus paisajes intelectuales a manera de álbum–,
así como el de Gabriel Zaid por las obsesiones librescas y sus vueltas de sí.
Juegos de escritura, desasosiego por el consumo, saudade con música de los
Auténticos Decadentes, porque quizá la propiedad no implica lectura.
Este libro hace reflexionar sobre el presente del
ensayo literario. ¿Es argumento, glosa, dato o placer estético? ¿Impersonal, en
plural o solitario? ¿Contestatario, erudito o universal? “Somos peces que
mordemos el anzuelo”, sentencia en la crisis de las editoriales y en la
posibilidad de aquel estigma que no a la gran mayoría de los autores les gusta
pensar, las agencias.
Finalmente, el tercer tópico es la nostalgia por los
muchos libros, los muchos festivales. La obra reitera una cita de Steiner, que
hace pensar en la inmensidad y el saber, como razón contrastable a la tristeza
humana. Los proyectos editoriales y los proyectos de presentación sin duda
–este Festival da prueba– sufren de trasformaciones que van más allá de
cualquier pandemia. Es el acto mismo de la novedad, la creación y, en su
circulación, la libertad de tomar, pertenecer. El lado “b” del libro, ¿sería la
piratería?
Las Fiestas del Libro es una revisión y a la vez
nostalgia de las ritualidades del libro y el hombre.
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