viernes, 15 de noviembre de 2024

De las Presentaciones de libros

 

Jan Saudek, Marriage



presentaciones de libros

Notas para un ensayo

 

Edgar A. G. Encina

 

 

 

No recuerdo donde leí a Mario Muchnik asegurando que las presentaciones de libros no sirven para vender libros. Tengo en la memoria Editar Guerra y Paz (Gris tormenta, 2021), Editar para toda la vida (Trama editorial, 2021), en conversación con Juan Cruz Ruiz, y Oficio editor (El Aleph editores, 2011), pero no la certeza. Junto a la afirmación el argentino enlistó otros elementos y/o estrategias más prácticas como que el autor debe acudir a programas radiofónicos y televisivos, aceptar entrevistas para la prensa, firmar ejemplares y compartir fragmentos de su vida personal, como el café al que acude con mayor frecuencia o la librería que prefiere o el teatro a que asiste.

Muchnik sabía su negocio. Las presentaciones continúan produciéndose y también todo lo demás junto a talleres literarios, círculos de lectura, diplomados de escritura y la exposición pública de los autores que, la más de las veces, los acerca a un circo donde no son los actores principales. El eje de la discusión está en que poner en libreros privados el mayor número de los libros editados lo más pronto posible, tema considerado herejía por largo tiempo y en amplios sectores culturales que romantizaron al libro porque, como escribe Gabriel Zaid en ¿Adivinos o libreros? (Librería del Prado, 1986):

Quisiéramos creer que la cultura y el comercio se excluyen. Que lo culto circula y se adquiere de maneras no comerciales, más cercanas al culto y a lo oculto. Que tiene algo de brebaje iniciático, que se da a beber a los elegidos y se adquiere por grados, bajo el control y la garantía de origen de la Iglesia, la Academia, la Universidad, el Estado, el Establishment.

Quizá es por esa cuestión -¿o prejuicio?- iniciática que continúan organizándose presentaciones de libros. Philippe Ollé-Laprune relata en México: visitar el sueño (FCE, 2011) que sólo acá ha visto en estos eventos la asunción del escritor. Primero el autor se postra sobre los asistentes, generalmente sobre un toldo que se levanta treinta o ciento veinte metros sobre los asistentes. Luego se hace acompañar de dos o tres seres, sin importar procedencia o credenciales, que lo revisten de elogios. Al final poco importan sus palabras. Es cierto, en el país poco se dan las lecturas abiertas de obra y la situación directa autor-auditorio/lector.


Gérard Castello-Lopes, París, 1958

        Mi teoría es que, al menos en México, se hacen presentaciones de libros porque es una manera estatificada de demostración de patronazgo. Aquí están los autores y sus obras, dice el «ogro filantrópico». Aquí están los autores y sus obras, se afana la burocracia en reproducir una y otra vez pretendiéndose parte de la cultura letrada. Muchas ocasiones este evento es el único momento en que se puede adquirir ese libro, casi siempre auspiciado por los impuestos del contribuyente, porque al mes estará en la bóveda gubernamental del desprecio al libre pensamiento. Aquí están los autores y las obras, dice muchas veces la editorial que ya vendió todo el stock al propio escritor y ha puesto su interés en el otro cliente, otro que dice que escribe y está dispuesto a demostrarlo pagando.

 

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