En 1964 Rosario Castellanos, en una conferencia en Bellas Artes, anunció la escritura de su nueva novela Rito de iniciación. Cuatro años después, en una charla con Luis Adolfo Domínguez, divulgaba su destrucción definitiva. Sin embargo, casi treinta años después, Eduardo Mejía se encontraró con esta novela, pues «Era cierto: todas las copias fueron destinadas al fuego, menos el original, que había conservado amorosamente». [RI] 368 páginas en la que la vida de, por lo menos, seis mujeres: Cecilia, Beatriz, Aminta, Susana, Matilde, Josefa, se entrelazan, confusa-nítidamente. Nombres a los que Castellanos escribió para robustecer, dialogar y hacer vivir, más o menos, una historia propia que luego marcaría, en ciertos grados, los ritmos de la literatura mexicana en las pasadas tres décadas. La redacción del texto remite un viaje en el que, desde el sillón, se camina del amor carnal al escalofrío solitario, pasando entre los sueños anhelados al tiempo castigador. [RI] El momento que hierra la vida, el instante que secciona el tiempo: antes-después, se recalca en la individualidad. El primer beso, vivir solo, viajar a aquella ciudad mágica, escuchar ese concierto en vivo, descubrir el amor del momento…, se vive una vez, irrepetible, nadie lo puede trastocar. El recuerdo es la esencia que vibra interiormente: me pertenece sólo a mí. Todo lo demás es mundo. [RI] Presenciar el primer momento, cuando se ingresa a otro lugar o se abre la puerta nueva no es gratis ni furtivo. «A las seis… A puerta cerrada» nos es; somos los rostros y las voces y los cuerpos del rito de iniciación de Romero, Jiménez Delgado, Torres, Sánchez Vargas, Flores, Garay, Pinedo. No somos. El dueño de mí no soy yo sino es el otro: ellas, ahora, esa otredad que persigue a doquiera. [RI] Escribe Herman Broch:
[..]el espacio intermedio entre el primero / y el segundo nacimiento; / el reino que permite / la sabiduría y la imaginación / pero no la decisión; / la esfera intermedia que es la de las palabras / y la de los versos, la del sueño más allá del / sueño y, por eso mismo, la meta de nuestra fuga / al país de la poesía [al país del arte]
Participar del mundo que se descubre ante ellas no es el mismo ante mí. Sin embargo, vivimos conexiones sensibles que se interponen, dialogan, sufragan. Nos hallamos en lo público de esa pequeña vida privada, devoramos el festín que han servido, intuimos que su vida fue y será…