[http://www.lflal.org]; hace las veces de multirrelacional y/o conducto con el que los extranjeros interesados en visitar-consultar el acervo reservado se hace posible, saltando filas burocráticas.
La entrada del edificio está precedida por jardines -como le llaman- resguardados por altas arboleadas; su diseño arquitectónico lo realizó en la década de los 20’s Lawrence Halprin (Brooklyn, N.Y; 1916-2009) y la asesoría artística fue de Jud Fine (L.A., California; 1944). El exterior es tan atractivo como sus interiores. Fuera, el camino encuentra centrado por una piedra en bruto flotando sobre un océano verde-azulado en reposo. Al paso, se topan inscripciones en 19 distintos idiomas y una escalina
La entrada del edificio está precedida por jardines -como le llaman- resguardados por altas arboleadas; su diseño arquitectónico lo realizó en la década de los 20’s Lawrence Halprin (Brooklyn, N.Y; 1916-2009) y la asesoría artística fue de Jud Fine (L.A., California; 1944). El exterior es tan atractivo como sus interiores. Fuera, el camino encuentra centrado por una piedra en bruto flotando sobre un océano verde-azulado en reposo. Al paso, se topan inscripciones en 19 distintos idiomas y una escalina
ta final que interrumpe en tres descansos que alegan las palabras «Bright», «Lucid», «Clear». El edificio, en general, representa en su exterior un ícono arquitectónico que reproduce las maneras del Templo de Salomón con agregados que aluden a la lectura y en su portada lleva inscrito: «Et qvasi cvrsores vitai lampada tradvnt».
Los interiores son más fascinantes aún. Lo que hace de sala de recepciones y el atrio pertenecen a distintos tiempos y fines expresivos. Por ejemplo, la primera está decorada -cúpula, pareces, arcos y vidrieras- por lo que entendemos como mural rectangular que termina circundando el ambiente. El segundo es resguardado por enormes ventanales que asoman a las distintas salas, escalinatas eléctricas y un altísimo techo; en su camino se topan varias esculturas iluminadas por juegos de transparencias solares con candelabros de dibujo lúdico. Las salas, como en toda biblioteca, son variadas, cómodas, bien atendidas. La atención corre a cargo de profesionales o «decanos» o «docentes» que son apoyados por personas que ofrecen sus servicios voluntarios. Algunas estancias fueron instaladas con particulares diseños modernos para el reposo, el esparcimiento y/o la seducción de los lectores.
Los interiores son más fascinantes aún. Lo que hace de sala de recepciones y el atrio pertenecen a distintos tiempos y fines expresivos. Por ejemplo, la primera está decorada -cúpula, pareces, arcos y vidrieras- por lo que entendemos como mural rectangular que termina circundando el ambiente. El segundo es resguardado por enormes ventanales que asoman a las distintas salas, escalinatas eléctricas y un altísimo techo; en su camino se topan varias esculturas iluminadas por juegos de transparencias solares con candelabros de dibujo lúdico. Las salas, como en toda biblioteca, son variadas, cómodas, bien atendidas. La atención corre a cargo de profesionales o «decanos» o «docentes» que son apoyados por personas que ofrecen sus servicios voluntarios. Algunas estancias fueron instaladas con particulares diseños modernos para el reposo, el esparcimiento y/o la seducción de los lectores.
Estuve en el lugar para realizar una estancia breve, apenas un par de días; la idea era revisar algunos libros -álbumes «incunables»- asiéndome del término-, del siglo XIX. -Hasta ahí de eso-. Una de las preseas públicas es la «Bookplate Collection», la cual, dice su información general, contiene gráficos e ilustraciones a color y en blanco-y-negro, que van desde lo formal a lo caprichoso [whimsical]. Éstos, son más de mil 300 ex libris elaborados por encargo de personas que deseaban identificar los libros en sus bibliotecas personales a través de una obra de arte única. La colección, a pesar de estar digitalizada en
casi su totalidad, aún no puede disponerse para su reproducción, pues esperan equipo y material que calibre y obtenga copias de manufactura de calidad.
Un catálogo, afirma Umberto Eco en El vértigo de las listas, es un inventario práctico que refiere a objetos comunes existentes en un lugar determinado. Éstos, por necesidad, son lista finita dada por el gusto de la acumulación, abierta a enriquecerse-incrementarse ad infinitum, y su elenco roza la incongruencia, salvo en caso de suma especialización. Las colecciones, de museos y grandes bibliotecas, son voraces, agobiantes por su avidez; generalmente provienen de colecciones privadas que, a su vez, nacieron de la rapiña, del botín de guerra, del derecho de conquista, de la acumulación de objetos insignes, del orgullo de incrementar ese conjunto. Son, grosso modo, listas que acumulan cantidades indecibles de cosas visibles o no y le atribuyen infinidad de propiedades a uno o varios objetos.
Un catálogo, afirma Umberto Eco en El vértigo de las listas, es un inventario práctico que refiere a objetos comunes existentes en un lugar determinado. Éstos, por necesidad, son lista finita dada por el gusto de la acumulación, abierta a enriquecerse-incrementarse ad infinitum, y su elenco roza la incongruencia, salvo en caso de suma especialización. Las colecciones, de museos y grandes bibliotecas, son voraces, agobiantes por su avidez; generalmente provienen de colecciones privadas que, a su vez, nacieron de la rapiña, del botín de guerra, del derecho de conquista, de la acumulación de objetos insignes, del orgullo de incrementar ese conjunto. Son, grosso modo, listas que acumulan cantidades indecibles de cosas visibles o no y le atribuyen infinidad de propiedades a uno o varios objetos.
Todo catálogo, sin variar, nace de la acumulación religiosa de cosas en un lugar reservado. Al tiempo, con su exclusiva parsimonia, habrá de interesarse por objetos «semióforos», como les ha nombrado Krysztof Pomian en «Collezione» de Enciclopedia, los cuales son cosas que, dependiente o no de su «valor venal», son signos-significantes, prueba de fe, remitentes de algo; llenos de modos exóticos, son documentos únicos al mundo invisible. Estos «semióforos», reflejo de la acumulación, son tesoros, a veces indistinguibles por el placer estético o la forma dispuesta que requieren de la explicación lógica-razonada-argumentada con coherencia.
Para el caso de la «Bookplate Collection» la suma de estos ejemplares como «rare books» dicen ya mucho de sí. El estado físico general es saludable, en pocos ejemplos la curaduría rescató trazos que hubieran pasado al olvido de la vista común. El discurso es tan variado que el enlistado sugeriría varias categorías internas que fraccionarían la colección, por ello los puntos en la información general sirve de centro aglutinador. Así, los tiempos de creación abarcan las primeras dos décadas del siglo XX y sus medidas son oscilantes; los discursos se disparan y la finura de los trazos van de marcos simples a historias que remiten a un universo no contado. Falta que decir de la misma, queden estas líneas de aperitivo para su historia del arte y la cultura de la escritura.
Nota al vuelo: Emilio Carrazco es propietario de una enorme colección de ex libiris. Quizá el tiempo para su digitalización y estudio nos –instituciones y ciudadanos- apremie. Tomando el ejemplo de L.A Public Library, pienso que la Biblioteca Mauricio Magnadelo y/o el Museo Francisco Goitia y/u otros podrían financiar y dar cobijo a la colección, optando por un catálogo electrónico con su soporte físico en alguno de estos sitios.