Decálogo para el viajero
París
Edgar A. G. Encina
La mercadotecnia es engañosa. Para
viajar a París, las agencias de viajes muestran afiches, revistas, abstractos y
demás publicidad, donde la ciudad se muestra soleada, las personas sonrientes y
vestidas con ropas veraniegas, siempre rodeada por elementos arquitectónicos
por todos conocidos. Mi realidad distó en algunos puntos.
Así, mi decálogo para
el viajero estación París:
1.
El clima. Sin importar el tiempo en que
se viaje debe contemplarse una ciudad cambiante. En un mismo día se puede tener
calor, lluvia y arto frío. Tómese precauciones. Contémplese ropa abrigada y
caliente; ligera y fresca, para una salida el mismo día.
2.
Louvre. La ciudad en un museo. Enorme.
Fantástica. Ambigua. Extasiante. Agotadora. Ubicado donde fueran aposentos
reales, los recorridos por los pasillos del lugar se vuelven eternos. Una
ciudad se define por sus museos; hacen de las joyas lucientes por la dama. En
el caso de sitio las galas son tremendas piedras preciosas que llevan marcas de
pecadillos. Los más, representan tiempos
idos en lugares distantes; señales de la rapiña y la apropiación de lo
ajeno; de imperios que fueron y llevaron para sí. Aún así, con lo discutible del
tema que se bifurca a la menor provocación, hay que pisarlo.
3.
Comida. Siempre será un reto la comida
tradicional francesa, aún con sus sutilezas y singularidades es un placer que
se desvanece.
4.
Precios. La ciudad más visitada del
orbe, quizá junto con New York y Barcelona. El top de los costos.
5.
Bebidas. Perrier antes que agua natural.
Vino antes que cerveza. Lo que sea antes que cualquier otra bebida. Por costos
y sabor.
6.
Gente. Simpática. Alegre. Sensual.
Atenta. Cálida. Chic.
7.
Eiffel y Sena. Descomunales.
Fantásticos. No son lo que parecen. Ninguna imagen les hace justicia. La
realidad es sólo su único margen y medida. Su entorno y sí mismos son la vida
parisina.
8.
Libros, arte y teatro. Bien y mal. Bien
por la multiplicidad de ofertas. Mal por las fechas, temporadas, costos y
abarrotamientos. Sus compradores de libros son excéntricos y hordas. Galerías por
doquier, quizá comparable a los bares-restaurantes de Madrid. Teatros, excelsos
y pulcros.
9.
Hotel. Me he molestado. Un café
americano 4 euros. Lo peor, sólo había internet en la recepción; me dejaron en
la ignominia, desconectado.
10. Tiempo:
Nunca es suficiente. Lo ideal, hacerse de un departamento para vivirlo ahí, lo
más posible.
¡Advertencia!
Léanse estas líneas siempre con las
mayores reservas.
[París, mayo de 2012]