La presunción de la Biblioteca como signo de aristocracia.
Comentarios a la serie «Downton Abbey»
Cansado de los
personajes leves pero pesados de series como Walter White (Bryan Cranston; EUA, 1956) de Breaking Bad
[www.amctv.com/shows/breaking-bad]
o Tom Kane (Kelsey Grammer; EUA; 1955) de Boss [series.tntla.com/boss], buscamos algo nuevo y diferente que ver. En la lista de prioridades los títulos
tenían la marca de la suave intensidad de una vida honesta y normal pero que
detrás escondían el olor de la cloaca social. Buscábamos escapar de esa densidad
y el estante nos propuso una serie que alguna vez enterados por Antonio Lazcano
(México;
1950) y la programación del Canal 11
[www.oncetv-ipn.net/downton/index.php?temporada=1]
nos detuvimos corto tiempo en ella. Iraís (México; 1975) debía elegir en ese momento. Descansé de no ser quien
tuviera que decidir y, al final, quedarme con otro de esos seres de los que
huía.
«Downton Abbey» es una serie británica para tv producida para Independent
Television, Public Broadcasting Service y Nova, por Carnival Films y
Masterpiece. Con una exitosa recepción, comenzó a emitirse en 2010 y terminó en
2013 con cuatro temporadas en total, las cuales fueron reconocidas en
festivales y premios como los Emmy (EUA),
Tp de Oro (España), Ondas (España) y
Golden Globe Awards (EUA). El original guión
de Julian Fellowes (El Cairo, 1949) se desarrolla
en torno a la vida aristocrática de los Crawley y sus sirvientes en la Country
house de Downton Abbey, asentada en Yorkshire [downtonabbeyhistory.tumblr.com]. La primera escena muestra un
telégrafo y en el instante nos ubica en los albores del siglo XX con sutilezas
que imprimen elegancia la historia que viajará hasta poco antes de la Segunda
Guerra Mundial [www.youtube.com/watch?v=8PeKMSYFn4s]. La primera escena que muestra un telégrafo marca la línea narrativa
literaria y audiovisual, pues el mensaje que va o llega dice que en el
hundimiento del Titánic (abril
de 1912)
ha muerto el heredero al título. La primera escena con el telégrafo no sólo
remonta a un pasado que parece lejano, también retrata a una sociedad que en esencia
parece haber cambiado para continuar en el mismo lugar.
En el mundo tangible, el señor del Highclere Cast [www.hgtv.com/on-tv/castles-on-camera-hgtv-visits-the-real-downton-abbey/pictures/index.html] es el octavo Conde de Carnarvon, George Reginald Oliver
Molyneuz Herbert (Inglaterra; 1956), ahijado de
la reina Isabel II (Londres; 1926). En la serie,
la fastuosa construcción conocida como el castillo del «Downton Abbey» es habitada
por Robert, Conde de Grantham (Hugh Bonneville;
Londres, 1963), junto con su familia (esposa, hijas, madre y agregados)
y un complejo servicio de cocineras, mayordomos, mucamas, meseros, choferes,
jardineros y más. Los relatos se hilan con pretextos como las novedades electro-tecnológicas,
vistas de parajes increíbles, ciudades y comunidades añejas, personajes
investidos en la alta refinación, el recreo de tradiciones y usanzas de la
«época eduardiana» (1900 a 1910,
aprox.)
La historia en cada una
de las temporadas va cuidada con extrema pulcritud, los detalles no se dejan
pasar bajo ningún hilo suelto y dejan, en todo momento, un aire de derroche, de
lo que fue, de lo que se quedó. La vida de los Crowley va del castillo, al
campo, al pueblo cercano, a Londres, al comedor y a la Biblioteca. Esta última,
la Biblioteca, que tapiza largas y altas paredes por varias estancias, cubre un
espectro fundamental en la estructura estético-literaria, pues en ella gran
parte de los nudos se deshacen o se tejen ahí, mandando un mensaje para el
auditorio entendido. Una Biblioteca que posee una Biblia Gutemberg (Alemania; 1398-a468) o Biblia
de 42 líneas (1454-55, aprox.),
pero que no se muestra porque el Señor desconocía su ubicación y el anciano que
lo sabía, al parecer, estaba muerto. Una Biblioteca sin consultarse, que en apenas
en uno o dos cortas escenas algún personaje toma un libro sin ojearlo, nunca.
Una Biblioteca que junto al comedor y los aposentos, en «Downton Abbey, serán las atmósferas para montar y
desmontar la teatralidad de una sociedad que aún se pasea entre nosotros.
Este tema, el de la Biblioteca, que parece sutil o dejado de lado, es
fundamental pues aún cuando la lectura ha sido una de las actividades
distractoras más lúdicas y trascendentales de la humanidad, y en el periodo histórico
en que se desarrolla la serie lo es más por la bonanza de las arcas reales y su
transformación aristocrática, al parecer no formó parte significativa, en el
primer plano de la experiencia cotidiana. Si bien, las Bibliotecas constituyen
uno de los lugares valiosos para el convivio y el departimento, en este caso lo
es igual al campo o la sala o un pasillo cualquiera, donde nadie se atreve a
tomar un libro o a charlar sobre algún autor, dejando un extraño sabor sobre la
clase social educada en la Inglaterra de principios del siglo XX.