miércoles, 21 de marzo de 2018

Notas a las Estancias críticas de Esquivel Marín y Acosta



El océano frente a la arena


Edgar A. G. Encina

El artículo fue publicado en la revista Crítica. Fondo y forma





Fue en la 11 Bienal de Radio, celebrada en octubre del 2017 en el auditorio del Sizart. Al sentarnos, lo pasó tan rápido como se cruzan los contrabandos entre las fronteras, al tiempo que dijo: «seguro éste no lo has leído». Tenía razón. Estaba enterado de su existencia, así que su llegada fue de cierta manera satisfactoria; ya no tendría que rastrearlo, ubicarlo y adquirirlo.
Ligero, con la cubierta entintada en negro y la portada de una serigrafía, Estancias críticas. Trayectos desde Velarde, Reyes y Paz (Uaz, 2017) de Sigifredo Esquivel Marín (Pinos, 1973) y Javier Acosta (Estancia de Ánimas, 1967), es una lectura de apariencia liviana. No se engañe. El corpus lo compone «Abc para una crítica festiva», «La enemistad entre López Velarde y Alfonso Reyes –a la luz de un poema de Borges», «Reyes y Paz: la estafeta crítica«, «Octavio Paz: crítica, poética y poesía», «(In)actualidad de Octavio Paz» y «Epílogo: instantáneas sobre crítica y poética».
Sigifredo tenía la razón. Para entonces aún no había leído ese libro que lleva en la portada tres peces que aparecen en un juego circular propuesto con las posibilidades tonales y espaciales de los espejos. ¿O son tres cuadros en la misma escena? En todo caso, allí habita una «especie de quietud [que] brilla cerca del fondo y desde lo incierto un algo brilla que no proviene de aquí, ni de mí, sino de Dios», escribió Paul Klee (Suiza, 1879-1940) en sus Diarios (Era, 1970).
Luego, antes de abrir las Estancias críticas se impone preguntarse ¿cómo se escribe un ensayo, un libro a dos manos? Es decir, ¿empieza uno y ya caminado se lo manda al otro?, ¿o se sientan juntos frente al ordenador y avanzan según el timing del momento?, ¿o cada uno, con una idea preestablecida, redacta varios textos para luego reunirlos, corregir e intentar coincidir en los acentos discursivos? En fin, ¿cómo se conjuga ese «devenir intempestivo», en poco más de cien páginas, entre un autor que va más para la filosofía y otro que camina alegremente con la poesía?
Inspeccionar las formas de la estructura arquitectónica de la obra va más allá de imaginar las maneras de cómo los autores definieron intereses, compartieron bibliografía y escribieron cada uno de los seis ensayos desde su «saber vivencial singular». Examinar estas formas es un intento por descubrir cómo se conjugan los ritmos y los tiempos; cómo se traza la simetría entre lecturas y escrituras; cómo coinciden relatos y narrativas, haciendo posible el convivio de dos pensamientos «vigente[s] e inactual[es] al mismo tiempo».
El oficio crítico y sus pretextos como modus vivendi son el motor rumiante de las Estancias…, porque: «La crítica está permeada por una paradoja: es una suerte de mal necesario. Resulta indispensable porque el hombre siempre es doble: su ser y su espacio; hay un compañero fantasma que camina adelante, y siempre lo deja a la zaga. Somos acción y contemplación, actor y espectador, poética y crítica».
         Y, en el camino de esa paradoja que se extiende de lo íntimo a lo tangible, encontraron, como el océano frente a la arena, que sólo desde la literatura y el arte era posible apreciar el fondo y Ver –con mayúscula-. Porque: «Las verdades que exhibe la literatura muestran la desnudez, mezquindad e insignificancia de toda verdad humana que se quiere definitiva e irrefutable. Frente a las verdades de pacotilla del sentido común, las verdades literarias y artísticas nos muestran otro orden y sentido de la verdad desde su fuente primigenia y descubrimiento de la significación de una condición humana limítrofe y padadojal».
         Es, luego, que la literatura provee a Esquivel y Acosta de lentillas para la crítica, y es la crítica, junto con la lectura, quien les alimenta para tomarse las precauciones, en caso de que algún alumno revolucionario decida apagar las luces. La engañosa ligereza de la obra se espesa en la cadencia que imponen, porque a cada línea le obligan a repensarse, a releerse, a criticar a sus autores.




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