El océano frente a la arena |
Edgar A. G. Encina
El artículo fue publicado en la revista Crítica. Fondo y forma
Fue en la 11 Bienal de Radio,
celebrada en octubre del 2017 en el auditorio del Sizart. Al sentarnos, lo pasó tan rápido como se cruzan los
contrabandos entre las fronteras, al tiempo que dijo: «seguro éste no lo has
leído». Tenía razón. Estaba enterado de su existencia, así que su llegada fue
de cierta manera satisfactoria; ya no tendría que rastrearlo, ubicarlo y
adquirirlo.
Ligero, con la cubierta
entintada en negro y la portada de una serigrafía, Estancias críticas. Trayectos desde Velarde, Reyes y Paz (Uaz,
2017)
de Sigifredo Esquivel Marín (Pinos, 1973)
y Javier Acosta (Estancia de Ánimas,
1967),
es una lectura de apariencia liviana. No se engañe. El corpus lo compone «Abc
para una crítica festiva», «La enemistad entre López Velarde y Alfonso Reyes –a
la luz de un poema de Borges», «Reyes y Paz: la estafeta crítica«, «Octavio
Paz: crítica, poética y poesía», «(In)actualidad
de Octavio Paz» y «Epílogo: instantáneas sobre crítica y poética».
Sigifredo tenía la razón.
Para entonces aún no había leído ese libro que lleva en la portada tres peces que
aparecen en un juego circular propuesto con las posibilidades tonales y
espaciales de los espejos. ¿O son tres cuadros en la misma escena? En todo
caso, allí habita una «especie de quietud [que]
brilla cerca del fondo y desde lo incierto un algo brilla que no proviene de
aquí, ni de mí, sino de Dios», escribió Paul Klee (Suiza, 1879-1940) en sus Diarios (Era,
1970).
Luego, antes de abrir
las Estancias críticas se impone
preguntarse ¿cómo se escribe un ensayo, un libro a dos manos? Es decir,
¿empieza uno y ya caminado se lo manda al otro?, ¿o se sientan juntos frente al
ordenador y avanzan según el timing del
momento?, ¿o cada uno, con una idea preestablecida, redacta varios textos para
luego reunirlos, corregir e intentar coincidir en los acentos discursivos? En
fin, ¿cómo se conjuga ese «devenir intempestivo», en poco más de cien páginas, entre
un autor que va más para la filosofía y otro que camina alegremente con la
poesía?
Inspeccionar las formas
de la estructura arquitectónica de la obra va más allá de imaginar las maneras
de cómo los autores definieron intereses, compartieron bibliografía y
escribieron cada uno de los seis ensayos desde su «saber vivencial singular».
Examinar estas formas es un intento por descubrir cómo se conjugan los ritmos y
los tiempos; cómo se traza la simetría entre lecturas y escrituras; cómo coinciden
relatos y narrativas, haciendo posible el convivio de dos pensamientos
«vigente[s] e inactual[es] al mismo tiempo».
El oficio crítico y sus
pretextos como modus vivendi son el
motor rumiante de las Estancias…,
porque: «La crítica está permeada por una paradoja: es una suerte de mal
necesario. Resulta indispensable porque el hombre siempre es doble: su ser y su
espacio; hay un compañero fantasma que camina adelante, y siempre lo deja a la
zaga. Somos acción y contemplación, actor y espectador, poética y crítica».
Y,
en el camino de esa paradoja que se extiende de lo íntimo a lo tangible,
encontraron, como el océano frente a la arena, que sólo desde la literatura y
el arte era posible apreciar el fondo y Ver –con mayúscula-. Porque: «Las
verdades que exhibe la literatura muestran la desnudez, mezquindad e insignificancia
de toda verdad humana que se quiere definitiva e irrefutable. Frente a las
verdades de pacotilla del sentido común, las verdades literarias y artísticas
nos muestran otro orden y sentido de la verdad desde su fuente primigenia y
descubrimiento de la significación de una condición humana limítrofe y
padadojal».
Es,
luego, que la literatura provee a Esquivel y Acosta de lentillas para la
crítica, y es la crítica, junto con la lectura, quien les alimenta para tomarse
las precauciones, en caso de que algún alumno revolucionario decida apagar las
luces. La engañosa ligereza de la obra se espesa en la cadencia que imponen,
porque a cada línea le obligan a repensarse, a releerse, a criticar a sus
autores.