El castigo, la
pena, el premio
de «El lector a domicilio»
de Fabio Morabito
Edgar A. G. Encina
Artículo publicado en la revista digital Quehacer, de la Universidad Autónoma de Zacatecas
Eduardo Valverde,
administrador de la «Mueblería Valverde», ha sido enjuiciado por un delito
menor. Gracias a sus conexiones familiares y de negocio, el juez optó por
imponerle como castigo leerles a familias pobres, desposeídas y/o con problemas
sociales. Eduardo aceptó la pena, porque la otra opción era lavar baños
públicos o tallar paredes grafiteadas. Empero, en las 161 páginas de esta
historia que Fabio Morabito (Egipto, 1955) tituló
como El lector a domicilio (Sexto Piso, 2018) jamás
nos enteramos cuál fue la infracción, aunque para los amigos y la familia fue
un «grave» y «penoso» acontecimiento.
En El lector a domicilio, obra reconocida en 2018 con
el Premio Xavier Villaurrutia para Escritores, vemos un hombre visitando
hogares para leer Crimen y castigo de Fiódor Dostoievski, La isla
misteriosa de Julio Verne, Otra vuelta de tuerca de Henry James, La metamorfosis de Franz Kafka, Desayuno
en Tiffany’s de Truman Capote y cuentos de Agatha Christie, entre otros. Empero,
dos elementos consienten la trama de la obra; por un lado, la imposibilidad del
personaje a concentrarse en su quehacer y, por el otro, las historias entre
Eduardo y su familia, y Eduardo y una mujer de la que se ha enamorado. Allí, en
el centro de los relatos, «Tu piel» de Isabel Fraire (México, 1934-2015), provee de sentido y
ritmo:
Tu piel, como sábanas
de arena y sábanas de agua
en remolino
tu piel, que tiene
brillos de mandolina turbia
tu piel, a donde llega
mi piel como a su casa
y enciende una lámpara callada
tu piel, que alimenta
mis ojos
y me pone mi nombre
como un vestido nuevo
tu piel que es un
espejo en donde mi piel me reconoce
y mi mano perdida
viene desde mi infancia y llega hasta
el momento presente y me saluda
tu piel, en donde al
fin
yo estoy conmigo.
La novela, que a
finales de 2019 0btuvo el Premio Roger Callois por su versión al francés, presenta
una historia de gran ritmo, escrita con una prosa suave y delicada que, más que
preocuparse por las imágenes, se centra en ideas profundamente preocupantes
para una sociedad decadente ¿o, entonces, por qué leer sería un castigo?