lunes, 6 de febrero de 2023

Problemas de liquidez

 


Problemas de liquidez

Un niño corre descalzo sobre el pasto jugando a aprisionar el aire entre sus manos. Toma vuelo e intenta saltar lo más alto que le dan las fuerzas para alcanzar arriba, allá donde el aire parece más limpio y azul; tomar un trozo de ese oleaje invisible por el que las aves se deslizan. Luego, con ambas manos, apresa una tajada de ese viento y lo encierra. Acerca esa etérea bola a su rostro y asoma el ojo por un rabillo que queda entre los dedos, pero no ve nada. Ve su carne, pero no ve nada. Al día siguiente abre la llave del agua del patio e intenta hacer pelotitas de agua. Con el agua atrapada en forma de bola siente en sus pequeñas palmas mareas que chocan entre sí. Vuelve a asomarse por el rabillo y, a pesar de que ve algo transparente, se le diluye. Ve su carne, pero no ve nada. Pasan los días y así, el niño, un día intenta coger al viento y el otro al agua. Sus desvelos están en asir lo invisible. Lo que siente, pero no ve, a excepción de su propia carne. Aire. Agua. Y nada. Aunque consigue ver el aire y el agua por un breve instante no alcanza a poseerlos. Agua. Aire. Se le escapan. Huyen. Se escurren. Ahora, sentado en el último escalón del portón de casa, espera a sus padres a que lleguen del trabajo. Tiene un deseo. No quiere pastel ni obsequios ni payasos ni fiesta. Anhela que el aire y que el agua permanezcan. Entonces María, la vecina de enfrente, ha vuelto de la feria y al bajar del auto lo hace con un globo rosa y este niño, ya sólo quiere que el agua se aquiete.

 


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