miércoles, 28 de febrero de 2018

Breves comentarios al fin de la segunda época de La soldadera



La imagen es crédito de Eduardo Román Quezada



Ícaro planeador para esta tragedia bizantina



Edgar A. G. Encina
Este artículo fue publicado en la revista Critica. Fondo y forma 


«Instantes sensibles» de Eduardo Román Quezada (fotografía), «La última y nos vamos. La Soldadera segunda época» de Yolanda Alonso y Miguel Ángel Cid (carta editorial y fotografía), «El paraíso perdido. John Milton» de Nathalie Fabela Enríquez (ensayo), «Carta a un suicida» de Ingrid Valencia (poema), «Museograbado» (reportaje), «¡El Torque va!» por Luis Miranda R., (poema-epístola), son los trabajos, las escrituras y las imágenes con que La Soldadera concluyó su «segunda época» el 19 de febrero de este 2018.
         Sus editores se despidieron así:
«Hacemos un alto en el camino para despedir la segunda época de La Soldadera, –acaso venga una tercera-, que inició el 5 de octubre de 2014 como un acuerdo de colaboración entre El sol de Zacatecas y Policromía Servicios Editoriales. Hay que mencionar que fue un trato desinteresado, Policromía ponía el trabajo y la creatividad y el periódico cedía cuatro páginas de la sección de sociales, es decir que no hubo nunca una remuneración económica. Fue así como trabajamos hasta el pasado domingo 11 de febrero de 2018, editando 136 números que se publicaron, tanto en formato digital como impreso, en la edición dominical de El Sol. Este número sólo se publicará de manera digital, debido a diferencias de criterio con la dirección del periódico, mismas que nos llevaron a la decisión de no continuar con el proyecto, ya que sentimos que la directiva tiene poco aprecio y valor por lo que La Soldadera suma y aporta a su medio».
«A la fecha el suplemento ya ha sido tema de investigación de dos tesis de licenciatura, el año pasado obtuvo el premio estatal de periodismo cultural en la categoría de foto. Sin mencionar la cantidad de colaboradores noveles y consagrados que han pasado por nuestras páginas, y que seguro lamentarán el cierre del suplemento, como los más de nueve mil lectores que tenemos a través de internet. Hay que recordar los cientos de escaparates que han circulado y han sorprendido la retina del lector, imágenes que vinieron por supuesto de Zacatecas, pero también de México y allende las fronteras como La Habana, Tokio y Siria».
«Hace 17 años quienes firmamos esta editorial elegimos el camino de la edición y de la comunicación, nuestro motivo fue, y es, hacerlo de manera bella e inteligente. Aunque nos desalienta este revés, sabemos que hay un campo lleno de posibilidades para cultivar y cosechar».
«Dejamos aquí nuestro agradecimiento a El sol de Zacatecas, que fue nuestra casa por más de cinco años y a todos nuestros cómplices de antes y de ahora».

Esta Soldadera, que antes tuvo otros nombres y editores, es la presencia física del impreso cultural más longevo de su tipo en Zacatecas. Los honores por antigüedad los comparte sólo con la revista literaria Dos filos, editada por José de Jesús San Pedro desde 1974. Ambas publicaciones, además de contribuir en la literatura regional con dilatados directorios de colaboradores, son dignidades de extendida sobrevivencia que han sorteado vientos políticos, avatares sociales, disputas institucionales, mutaciones formales, contrariedades económicas y celos personalísimos.
Un valor extra es el contrapeso que aportó al ser en la actualidad uno de los tres suplementos culturales más influyentes en la ciudad. Su contribución de equilibrada tonalidad que apostó por las nuevas visualidades y la apertura a las narrativas experimentadas y nóveles, permitieron encontrar colores en el vacío, voces en el silencio, imágenes de la ensoñación de este semidesierto. Fue, hasta apenas un par de semanas atrás, una esquina en el triángulo por el que los escritores y lectores viajábamos; yendo, volviendo, trazando caminos en un mapa que los historiadores verán cautivados.
Este «alto en el camino» conduce innegablemente a la reflexión empresarial. Con este movimiento en el tablero, el diario descubrirá que el tema financiero es menor cuando, así, fracasa en su credibilidad, disipa su trascendencia, malgasta su influencia y, sobre todo, abandona a sus lectores. Si la intención es ganar posiciones, perder el alfil no es la jugada que abrirá el tablero; ya veo como los otros jugadores adelantan sus piezas. Eclipsado, el rey se enroca.
Empero, nada es comparado con la imposibilidad de escribir y de leer. El tema mayor es la censura a la que un mundillo de más de «nueve mil» personas hemos sido orilladas. Se incendian bibliotecas, se abaten esculturas, se destruyen museos, se compran consciencias, se empuja al filo del risco. Si a usted no le gusta, si las ganancias le son insuficientes, si su estulticia le impide entender los símbolos trascendentales, entonces préndale fuego, demuela, sacrifique. Con todo, los lectores sobrevivimos a esta bizantina tragedia igual que Ícaro planeador.



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