La imagen es crédito de Eduardo Román Quezada
Ícaro planeador para esta tragedia bizantina
Edgar A. G. Encina
Este artículo fue publicado en la revista Critica. Fondo y forma
«Instantes sensibles» de Eduardo Román
Quezada (fotografía),
«La última y nos vamos. La Soldadera
segunda época» de Yolanda Alonso y Miguel Ángel Cid (carta editorial y fotografía),
«El paraíso perdido. John Milton» de Nathalie Fabela Enríquez (ensayo), «Carta a un suicida»
de Ingrid Valencia (poema),
«Museograbado» (reportaje),
«¡El Torque va!» por Luis Miranda R., (poema-epístola),
son los trabajos, las escrituras y las imágenes con que La Soldadera concluyó su «segunda época» el 19 de febrero de este
2018.
Sus
editores se despidieron así:
«Hacemos un alto en el camino para
despedir la segunda época de La Soldadera,
–acaso venga una tercera-, que inició el 5 de octubre de 2014 como un acuerdo
de colaboración entre El sol de Zacatecas y Policromía Servicios Editoriales.
Hay que mencionar que fue un trato desinteresado, Policromía ponía el trabajo y
la creatividad y el periódico cedía cuatro páginas de la sección de sociales, es decir que no hubo nunca una remuneración
económica. Fue así como trabajamos hasta el pasado domingo 11 de febrero de
2018, editando 136 números que se publicaron, tanto en formato digital como
impreso, en la edición dominical de El Sol. Este número sólo se publicará de
manera digital, debido a diferencias de criterio con la dirección del
periódico, mismas que nos llevaron a la decisión de no continuar con el
proyecto, ya que sentimos que la directiva tiene poco aprecio y valor por lo
que La Soldadera suma y aporta a su
medio».
«A la fecha el
suplemento ya ha sido tema de investigación de dos tesis de licenciatura, el
año pasado obtuvo el premio estatal de periodismo cultural en la categoría de
foto. Sin mencionar la cantidad de colaboradores noveles y consagrados que han
pasado por nuestras páginas, y que seguro lamentarán el cierre del suplemento,
como los más de nueve mil lectores que tenemos a través de internet. Hay que
recordar los cientos de escaparates que han circulado y han sorprendido la
retina del lector, imágenes que vinieron por supuesto de Zacatecas, pero
también de México y allende las fronteras como La Habana, Tokio y Siria».
«Hace 17 años
quienes firmamos esta editorial elegimos el camino de la edición y de la
comunicación, nuestro motivo fue, y es, hacerlo de manera bella e inteligente.
Aunque nos desalienta este revés, sabemos que hay un campo lleno de
posibilidades para cultivar y cosechar».
«Dejamos aquí
nuestro agradecimiento a El sol de Zacatecas, que fue nuestra casa por más de
cinco años y a todos nuestros cómplices de antes y de ahora».
Esta Soldadera, que antes tuvo otros nombres y
editores, es la presencia física del impreso cultural más longevo de su tipo en
Zacatecas. Los honores por antigüedad los comparte sólo con la revista
literaria Dos filos, editada por José
de Jesús San Pedro desde 1974. Ambas publicaciones, además de contribuir en la
literatura regional con dilatados directorios de colaboradores, son dignidades
de extendida sobrevivencia que han sorteado vientos políticos, avatares
sociales, disputas institucionales, mutaciones formales, contrariedades económicas
y celos personalísimos.
Un valor extra es
el contrapeso que aportó al ser en la actualidad uno de los tres suplementos
culturales más influyentes en la ciudad. Su contribución de equilibrada tonalidad que apostó por las nuevas visualidades
y la apertura a las narrativas experimentadas y nóveles, permitieron encontrar
colores en el vacío, voces en el silencio, imágenes de la ensoñación de este
semidesierto. Fue, hasta apenas un par de semanas atrás, una esquina en el
triángulo por el que los escritores y lectores viajábamos; yendo, volviendo, trazando
caminos en un mapa que los historiadores verán cautivados.
Este «alto en el
camino» conduce innegablemente a la reflexión empresarial. Con este movimiento
en el tablero, el diario descubrirá que el tema financiero es menor cuando, así,
fracasa en su credibilidad, disipa su trascendencia, malgasta su influencia y,
sobre todo, abandona a sus lectores. Si la intención es ganar posiciones,
perder el alfil no es la jugada que abrirá el tablero; ya veo como los otros jugadores
adelantan sus piezas. Eclipsado, el rey se enroca.
Empero, nada es
comparado con la imposibilidad de escribir y de leer. El tema mayor es la
censura a la que un mundillo de más de «nueve mil» personas hemos sido
orilladas. Se incendian bibliotecas, se abaten esculturas, se destruyen museos,
se compran consciencias, se empuja al filo del risco. Si a usted no le gusta,
si las ganancias le son insuficientes, si su estulticia le impide entender los
símbolos trascendentales, entonces préndale fuego, demuela, sacrifique. Con
todo, los lectores sobrevivimos a esta bizantina tragedia igual que Ícaro
planeador.
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