Es como si yo, al haberme dedicado a la literatura, hubiera utilizado todos los símbolos sin comprender en realidad su significación. Ya para mí no tiene una importancia vital. Las palabras han dado muerte a las imágnens o las han escondido. Una civilización de palabras es una civilización malsana. Las palabras crean la confusión. Las palabras no son la palabra... El hecho es que las palabras no dicen nada, si se me permite expresarme así... No hay palabras para las experiencias profundas. Cuanto más trato de explicarme, menos me comprendo. Naturalmente que no todo es imposible de decir con palabras: únicamente la verdad desnuda. [Ionesco en su Diario]
lunes, 27 de julio de 2009
jueves, 23 de julio de 2009
El último día: los tiburones
Pues bien, el último día aparecieron los tiburones. / Aparecen unas aletas negras, inocentes / como para precavernos. El mar se vuelve / siniestro, ¿están en todas partes? / Créeme, dejan una estela de seis pies. / ¿No es éste el mismo mar, y ya no jugaremos / en él como antes? / Me gustaba claro y no / demasiado tranquilo, con suficientes olas / para levantarme. Por primera vez / me había atrevido a nadar en lo hondo. / Vinieron al atardecer, la hora / del mar calmo con un brillo de cobre, aún no muy oscuro / para que hubiera luna, aún / bastante claro para verlos fácilmente. Negra / la afilada punta de las aletas.
[Este poema se debate la paternidad-maternidad entre Ted Hughes y Denise Levertov]
jueves, 16 de julio de 2009
Pregunta escencia-L
Yo, que soy profesor y para quien la literatura, la filosofía, la música y las artes son la materia misma de la vida, ¿cómo voy a traducir esta necesidad a conciencia moral concreta de la necesidad humana, de la injusticia que contribuye en tan gran medida a hacer posible la alta cultura? Las torres que nos aíslan son mucho más que coriáceas que el marfil. No conozco ninguna respuesta convincente.
[George Steiner en «Los disidentes del libro», Los logócratas]
[George Steiner en «Los disidentes del libro», Los logócratas]
martes, 7 de julio de 2009
Prolegómeno lectural a Gabriela Suárez del Real (2de2)
II
Escribió José Juan Tablada:
La luz no parpadea,
el tiempo se vacía de minutos,
se ha detenido un pájaro en el aire.
Es una lectura lenta, para la voz alta, que debe hacerse en soledad y recordarse en los momentos de hastío. Los ritmos internos de cada palabra tiene una melodía lenta, casi eterna; como un largo, estruendoso trombón en un solo que alarga la nota haciéndonos sentir la agraciada vida en el auditorio. Luego, en su línea está el concierto total: el principio, el fin, los descansos, las tomas de aire, las vueltas de la hoja, la vestimenta, la batuta. El final es un momento lúdico, similar al de las orquestas cuando preparan la sonata y todos practican en su soliloquio y nosotros, desde nuestro tibio lugar, divertidos con los «do», «fa sostenido» o «re menor» que pasan ante nuestros oídos poseyéndose una a la otra. GSR Así «Un instante de silencio», «Sanando el alma», «Remedio para mi pena». Igual son conciertos lentos con inmarcesibles solos de chelo, de oboe y trompeta: sencillos, sutiles, austeros, simétricos, libres… El conjunto sensorial nos habla del detallado proceso de elaboración, una provocadora deleitosa para la contemplación. GSR «Vetagrande» es el canto Pazciano:
Somos fantasmas.
Aquí nadie es real.
¡Nadie ni nada!.
La desnudez adánica de la artista porque no oculta su procedencia, su amor al cielo que la baña de noche: si buscáramos una obra que dijera de dónde proviene la creadora, ésta sería la respuesta. Es su estado paradisiaco, un mundo de revés, irrepetible, milagroso. GSR Los actos de fe con los que Gabriela Suárez del Real pinta son estadías, momentos de respiro. Sí, pintora chick y zen. Una provocación al dilettanti y un ceño al colega.
lunes, 6 de julio de 2009
Prolegómeno lectural a Gabriela Suárez del Real (1de2)
[Actos de Fe en los conjuntos sensoriales]
I
Existen cosas en la vida que no pueden ser menos que actos de fe. La imposición a la pérdida o huir de lo sin nombre, el deseo indeclinable o la búsqueda en el olvido, el reflejo en la mirada ajena o la ambigüedad de todo pensamiento, por ejemplo. La experiencia se conforma, en muchas ocasiones, sólo por recuerdos; deslices fugitivos en la memoria descifrables únicamente por el sentir que se retroproyecta sinnúmero de veces sobre nuestro cuerpo: morfología tutelar de las musas. Esa lección, vuelta en pericia por el dolor y el llanto o por el placer y los orgasmos, es nuestra, a pesar de encontrarse limitada por el lenguaje que nos llama está ahí, innegable: eso es un acto de fe. GSR Los actos de fe tienen el valor de forjar aleaciones que se ligan al cuerpo. A Odiseo el anhelo de abrazar a Telémaco, su hijo, y hacerle el amor a Penélope, su esposa, lo llevaron al encuentro con reyes, dioses, seres mitológicos; a resistirse de Circe, la hechicera, o sobrevivir del viaje al mundo de Hades para consultar al ciego Tiresias. Su acto de fe no era razonable; era [es] sensible. En «Laguna de rocío» Gabriela Suárez del Real pinta al oleo una pequeña barcaza que se tambalea entre el azul profundo y el negro mar de la superficie. Barcaza roja que parece izar las velas caídas en la tormenta nocturna, anuncio del grisáceo día velado por el sol. La obra es la suma de la Odisea. En el detalle está la narración, la odiosa partida, la anhelada espera, el dolor de furtivo, la paz anhelada. En el espacio está quien la cuenta y cómo la cuenta, el verbo hablando, respirando. GSR La obra de Gabriela Suárez del Real tiene una categoría especial. Su discurso parece sintetizarse en sucinto lapso para dar tiempo al hábitat limítrofe. Su lectura parece sencilla porque, al estilo de la filosofía zen en la estética de los haikú o haikai, contiene una palabra clave que musicaliza la obra en su totalidad. Sin embargo, la complicación de su obra radica en la aceptación de su neutralidad hermética y el acometimiento provocado en sus colores centrados en su «verbo motivante», el centro impulsor de su trabajo. GSR «Pasión al alba» musicaliza el poema de Liria Miyakawa:
Líquida noche,
dulce tamborileo
sobre los sueños.
Tres elementos en cada verso que Suárez del Real traduce de la armonía para su elemento pictórico, con fijada esencia e individual finca. Es una infrecuente creación para Suárez del Real porque acumula y desprende: el centro es un epicentro, el ciclón fundador.
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