Pues bien, el último día aparecieron los tiburones. / Aparecen unas aletas negras, inocentes / como para precavernos. El mar se vuelve / siniestro, ¿están en todas partes? / Créeme, dejan una estela de seis pies. / ¿No es éste el mismo mar, y ya no jugaremos / en él como antes? / Me gustaba claro y no / demasiado tranquilo, con suficientes olas / para levantarme. Por primera vez / me había atrevido a nadar en lo hondo. / Vinieron al atardecer, la hora / del mar calmo con un brillo de cobre, aún no muy oscuro / para que hubiera luna, aún / bastante claro para verlos fácilmente. Negra / la afilada punta de las aletas.
[Este poema se debate la paternidad-maternidad entre Ted Hughes y Denise Levertov]
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