Esta charla inició una semana atrás. No fue convencional o, en un mejor sentido, no estuvo apegada a los parámetros tradicionales de comunicación interpersonal. Para llegar aquí no hubo que concertar una cita en tal o cual lugar; no hubo que marcar al teléfono del otro o utilizar los mensajes por celular; no hubo que conectarse al mensajero en línea. Para llegar aquí la necesidad de vernos los rostros o de escucharnos las voces fue eliminada con apenas dos o tres líneas e imágenes propias que ahora son del uso global. Marco concertó con Salvador y su servidor el estar aquí por el facebock. Y más aún, si la tecnología a nuestro alcance nos lo hubiese permitido, es altamente probable que tampoco estuviésemos acá, hablando a este micrófono que hace las veces de oídos multiformes… Estoy seguro de que hubiésemos hecho una especie de cyber charla, dejado el trabajo de edición al profesional; así nunca más vernos los rostros. Ahí hay una posibilidad infinita que la tecnología o, por este sentido, la red nos lo apremia. @ Sin embargo, la web está por pagar sus deudas. Aun cuando ya es posible portar grandes cantidades de información o enromes bibliotecas en apenas un espacio físico de 15 por 20 centímetros y media pulgada de ancho, los avances tecnológicos siguen teniendo enormes deudas, por lo menos en cuanto al expresión artística se refiere. Por ejemplo: en el siglo XIX, con la aparición de la fotografía, la pintura y la escultura se enfrentaron al reto de diversificarse. El resultado fue una propuesta interesantísima en la utilización de incontables materiales que provocó enormes obras de arte. Así, el nacimiento y expansión de la fotografía, que ahora es cliché, devino en revoluciones pictóricas, sobre todo, pariendo artistas aún intraducibles: enormes seres bajados del Olimpo sólo para pintar, llenar de colores una base y volver a su lugar. Es similar el espectro con la internet o cualquier sentido digital o tecnológico. Puedo ir a los mejores museos del orbe; visitar las propuestas más novedosas de las galerías más renombradas; pasearme entre los mundos novedosos del arte, todo con mi cámara de incontables megapitzeles y sin embargo nada está cerca ni al 0.05 por ciento. Sólo será una fotografía. La perfección de los colores, el borde de las tallas, el espectro de la obra se queda halla, quizá robe algo, minucias, pero en el recuerdo: la imagen no lo carga. Esa limitante, del tamaño del universo que se expande, es lo que separa a la fotografía del gravado, por ejemplo. Ese ejemplo se traslada a casi cualquier forma expresiva: los lectores lo dicen contundentemente. Leer en luz multicolor no significa leer en papel; la tangibilidad del acto es un espectro indeleble. En lo personal, en la tercia de blog’s que administro, cada uno con sus diseños individuales veo esa enorme necesidad de ofrecer la realidad espiritual de… La tecnología, la era digital, pues, va más allá reconocer el mundo en una pantalla con medidas estándar, de la velocidad del servidor, de la imaginación del navegante; va, también, por otros rubros, unos mágicos a los que sus creadores o modeladores han dejado para acicalar la fría bebida en el bar.
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