Delante aparecieron, con rumbo a Puerta del Sol, tres Mercedes Benz
color azul pardo. Luego un nutrido comando de motociclistas formando una punta
de flecha y en medio ese viejo, elegante, casi de ensueño, automóvil negro.
Detrás otra comitiva de Mercedes cerraban la pinza. Su paseo fue lo
suficientemente rápido para evitar atentados, pero no tanto que hiciera parecer
al convoy demasiado temeroso o escurridizo. Cuando los reflejos me lo
permitieron, alcancé un detalle del que, por los comentarios de las personas
que me rodeaban, fue el mismo que obtuvieron todos.
Un guante blanco. Largo hasta donde comienza el codo y circundado por lo
que pareció una esclava de diamantes, apareció saludando detrás del vidrio de
la ventana de aquel auto que me recordó el cine sin colores ni sonido. Fue
breve, no más de cinco segundos, suficiente para levantar entusiastas muestras
de adoración. Sin duda, fue el guante de la monarquía española. Pudo ser el de la infanta o la duquesa o qué se yo; el de su alteza. Se agitó
cadencioso, disimulado. Fue un gesto que fascinó al mundo que me rodeó. Algunos
corrieron a la orilla de la avenida y fueron detenidos por el pasamanos, de ahí
volvían el saludo sonrientes, de ahí gritaron pocos el «adiós» de las
despedidas.
Rostros impactados, notoriamente sonrientes, comentaron el evento. Sin
importar la presunción de mostrar una joyería de gran coste ni que cien metros
abajo las banderas rojas-amarillas se ondeaban fuerte, las personas se sentían
plenas, se decían afortunadas de haber visto aquel guante, un largo guante blanco. En el día de la hispanidad, en momentos
en que la Unión Europea es golpeteada por el atolondrado mandril de la economía
y al tiempo recibe el apoyo moral del Nobel de La Paz 2012, en tiempos con aires independentistas que soplan desde
Cataluña, en fechas donde los recortes, la austeridad y los ajustes son los
titulares en los diarios españoles, el guante apareció para hacer olvidar los
pesares. Sin importar que cerca, de Opera a Puerta del Sol, se diera el contra
desfile de las «fuerzas desarmadas» y los medios subrayarán la austeridad en
los festejos -en el cual ahorraron el sesenta y cinco por ciento, gastando la
limosna de novecientos ochenta mil euros-, las personas fueron plenas por haber
contemplado ese guante blanco pulcro guante.
Aquí se quedan dos temas en juego, por lo menos. Uno, el del sentido de
la realeza. Dos, las dosis de distracciones. Del sentido de la realeza no sólo
juega el papel del quehacer de los reyes cuando España vive apuñalada,
desangrándose por las guerras internas, sus malos manejos, el servilismo de su
clase política y el abandono financiero. También, el tema de la vigencia, el
valor y los roles de la monarquía -esta y todas-. De las dosis de
distracciones, que siempre me llama la atención, vale apuntar que hasta el que
redacta estas líneas se vio paralizado, como en el cuento donde Blanca Nieves
guiña el ojo pareció hacerlo para ti/mi. Y, de la paralización.
Madrid, España a 12
de octubre, 2012
P.D. Dos días después descubrí en «rtves» un serie llamada con el
mismo título que ahora presento. Aquí la liga: http://www.rtve.es/television/guanteblanco,
que por cierto está en la lista a ver cuando visito España. También esta Guante
Blanco Moonglasses, chéquese http://versosperfectos.com/discos/-/guante-moonglasses-n8-steel-remixes.
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