Edgar A. G. Encina
A Adolfo García
Para Manuel Arturo García Encina
Do.
El 1 de septiembre de este 2015 la
Gaceta Parlamentaria del Poder Legislativo del Estado de Zacatecas (Tomo iii, No. 0292, Segundo Periodo de
Receso, Segundo Año) dio a conocer la Iniciativa con Proyecto de Decreto 3.4
que el legislador Cliserio del Real Hernández sometió al pleno para declarar a
la Banda Sinfónica del Estado, Patrimonio Cultural e Inmaterial, con fecha del
24 de agosto. La Iniciativa proviene de la Comisión de Cultura, Editorial y
Difusión, integrada por Elisa Loera de Ávila, Alfredo Femat Bañuelos y del Real
Hernández. En el mismo documento, además de exhortar al Instituto Zacatecano de
Cultura y la Secretaría de Turismo, como parte del Poder Ejecutivo, a realizar las
«acciones necesarias para preservar, difundir y promover la distinción»,
concluye de la siguiente forma:
En las filas de la Banda Sinfónica del estado,
(sic)
no sólo encontramos una serie de músicos zacatecanos; también vemos a familias
que, por generaciones han forjado a sus hijos bajo principios morales y
culturales propios del carácter e identidad de los zacatecanos; por ello, nos
resulta indispensable reconocer y valorar los esfuerzos que se han hecho.
Consideró oportuno hacer la declaratoria de Patrimonio Cultural Inmaterial
pues, como señala la legislación competente, permite la difusión de tradiciones
y promueve la identidad del pueblo.
Re.
La historia moderna de la Banda
Sinfónica de Música ha vendió escribiéndose a partir de tres maestros que, a su
vez, han infringido maneras personalísimas en su labor. Cada uno de éstos
-hombres libres- recibió el nombramiento de director por parte del gobernador
en turno, así Octavio Sigala Gómez fue designado en la década de los 30’s del
siglo pasado por Luis R. Reyes, Juan Pablo García Maldonado en los 50’s fue
elegido por Francisco E. García, y Salvador García y Ortega en los 90’s fue
propuesto por Arturo Romo Gutiérrez.
Historia moderna de la
Institución que sus orígenes pueden rastrarse en las Ceremonias Cívicas de
principios del siglo xx donde las
bandas de música participaban para el regocijo popular -anota Marco A. Flores
Z., en su artículo «Inicia la otra revolución»- o aún más atrás, en las
conmemoraciones decimonónicas que la Junta Patriótica del Estado programaba con
presencia de bandas musicales –afirma el cronista de la Banda, Conrado Briseño
Guzmán-.
Mi
Si bien el dictamen de
la Honorable Sexagésima Legislatura del Estado, anota con letras doradas a la Banda
Sinfónica del Estado como Patrimonio Cultural Inmaterial de Zacatecas, es
tangible que el evento es el último paso al que la opinión pública ya se había
adelantado unánimemente por lo menos una década atrás. El reconocimiento a la
labor, intangible dicta el título, suena melódica en las plazas y calles más
importantes de todos los municipios del estado y en los escenarios más
prestigiosos nacionales y de Estados Unidos, como un eco suave.
En
nuestros tiempos convulsos y de descrédito de las instituciones, la Banda
Sinfónica de Zacatecas parece elevarse por encima de esa abrumadora realidad. Sin
debilidades aparentes, su presencia le atesora grandes frutos; estamos frente a
la única institución estatal que mantiene innumerables diálogos gracias a su
permanencia diaria en la sociedad. Más allá de los jueves concertinos en la Plazuela
Goitia, los ecos de sus trompetas y los tonos de sus clarinetes, se van
tatuando el espíritu de los que le escuchamos. La Banda nos propone una figura
en la imaginación, con alas extendidas parece elevarse y bajar a vuelo raso; es
un raro, es un único espécimen que en su estadía pronto alcanzará el siglo
resonando la Marcha de Zacatecas.
Estas
líneas son apenas alguna nota a pie de página de otras ideas que se han presentando
de algo inmaterial, eso que apenas le descubrimos como al respiro jadeante de
la amante o la alegría de los chicos que van tras la pelota o el viento de
aquellos que hacen frente a su propia libertad. Fervor en el corazón; más que
alegría, más que orgullo, es el alojamiento del espíritu lo que la Banda
Sinfónica contiene y departe. Fervor en el corazón; más que epicentro de
revoluciones culturales o artísticas, es la casa de incontables hombres y
mujeres, que aprendiendo un oficio aprehendiendo la vida. Fervor en el corazón;
con versos melódicos que agitaron los júbilos y recogieron sinsabores, la intangibilidad
de esta institución se va, se vuelve, se queda en el aire que respiramos o en
la última luz que brilla en el ocaso.
Artículo publicado en el suplemento cultural La Gualdra, número 215, página 3
de La Jornada Zacatecas