Bibliofilia,
a propósito de una revista
Edgar A. G. Encina
El «cuaderno de tópicos» ha sido uno de
los objetos representativos de la lectura humanista, junto a la «rueda de
libros». Ésta, «rueda de libros», que tuvo sus antecedentes en la Edad Media, fue
afinada con los adelantos técnicos renacentistas que forjaron un redondo
armatoste giratorio que hacía aparecer a un mismo tiempo varios libros abiertos
permitiendo una lectura simultánea y múltiple que, a su vez, consentía
comparar, cotejar, confrontar, extraer, todo tipo de conocimiento que luego era
recogido en índices que permitían el fácil acceso a ciertos pasajes, citas,
disertaciones o cualesquiera cosa que en esos libros hubiera e interesara.
Éste, el «cuaderno de tópicos», muchas veces consecuencia de la anterior, fue recurso
didáctico, pedagógico, hasta nemotécnico –cada vez más en desuso- en el que el
individuo anotaba el nombre del libro y la página y hasta la cita textual de la
cuestión de su interés, creando así un índice variado, aunque personalísimo, de
temas gustados. Ambos, «cuaderno de tópicos» y «rueda de libros», conforman,
arman la cofradía del intelectualismo y la lectura erudita materializada por el
humanismo revolucionario.[1]
Buxi. Revista de bibliofilia bien puede
leerse como «cuaderno de tópicos» resultado de la «rueda de libros» de su
editor. Se trata, por un lado, de una edición para intereses muy específicos,
numerada hasta llegar a los mil ejemplares, con una cuidada selección de textos
que tratan el amor; el inmenso, doloroso, fatuo, caprichoso e incomprendido
amor por los libros. Se trata, por otro lado, de una –¿histérica?- edición
cuidada en que la portada en blanco brillante que reproduce, en el número 1,
las enseñanzas del maestro y, en el número 2, el detalle del caballero armado al,
número 3, empastado en duro y con grabado de San Jordi asesinando al dragón,
como frontispicio. Se trata, por otro lado más, de una edición que refleja la
gozosa labor selectiva de su editor por escritos ufanados por/en los libros y
por las imágenes que representan, aducen, significan este placer.
Buxi, revista de bibliofilia, se expande
a distintas realidades. La una, material, que se imprime en la Ciudad de México
y entre su publicidad puede leerse sobre la «Asociación Mexicana de Bibliotecas
e Instituciones con Fondos Antiguos», el «Catálogo Colectivo de Marcas de
Fuego», «La Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada», el «Museo Franz Mayer» o «El
Laberinto. Librería de las utopías posibles». La otra, virtual, en sus páginas
de Youtube y Facebook -hasta donde tengo conocimiento- que comparte conciertos
de Yo-Yo Ma y Pablo Casals, videos de rescate y curaduría de antiguos
manuscritos, hasta rótulos, portadas e impresos de obras preciadas. Buxi, al igual que «[…]el libro
ilustrado no es absolutamente necesario en la vida del hombre pero nos
proporciona tal placer duradero y está tan íntimamente ligado con ese otro arte
de la literatura imaginativa que debe seguir siendo una de las cosas que más
vale la pena producir y a las que el hombre debería aspirar».[2]
Artículo impreso en la Revista Crítica. Forma y Fondo
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