Biblioteca Nacional de México
La
Biblioteca, a propósito de los espacios sociales
Edgar A. G.
Encina
Cuando del tema de Bibliotecas se trata,
Alejandría se asoma como imagen mítica. Ésta, la que fuera ideada en el siglo iii a.n.e. por Ptolomeo i, para –se dice- reunir lo escrito por el mundo entonces
conocido, gobierna las ensoñaciones nublando la existencia de otras aun más
antiguas, notables y fantásticas. Ésta, la que fuera ideada con los sueños
aristotélicos de ver reunido todo el conocimiento del mundo en un sitio único,
fue armada con la adquisición, saqueo y copia de otras tantas bibliotecas
existentes, pero menos famosas e icónicas. Ésta, la que fuera inaugurada en
2002 en remembranza de aquella supuesta original, fue, como anota Eutidemo,
biblioteca profesional y biblioteca de consulta.
Cuando
del tema de Bibliotecas se trata, poco se aduce a su práctica necesidad social
y las transformaciones que han venido sucediéndole. «Clínica del alma», nos
recuerda Alberto Manguel en su charla en la Biblioteca Nacional de España, era
lo que los egipcios hacían grabar en los dinteles de sus bibliotecas, aún en
las más recónditas del reino, según cuenta Diódoro Sículo. «Clínica del alma». Sin
condena al hurto o prohibición al ruido; sin escápelos que sortear ni
maldiciones infernales por las devoluciones atrasadas. «Clínica del alma». Es
la Biblioteca el sitio, el mayor y más pleno de todos, en que el espíritu
humano puede intervenir universalmente e ir, de libro en libro, como quien va
por el mundo andando de un lado a otro, cruzando continentes, vagando como
insaciable nómada fantasioso.
Cuando del tema de Bibliotecas se trata, todo parece espontáneo y cómodo pero olvidamos en nuestra cotidiana vida lo trascendental de su existencia. «Las bibliotecas y archivos son espacios relevantes para la construcción de sociedades democráticas ya que en sus recintos se alberga una gran riqueza de información y conocimiento, insumos imprescindibles para el desarrollo económico, social, educativo y científico de los pueblos. Por tanto, estos recintos son considerados como un derecho y bien social, elementos importantes para disminuir las desigualdades a favor de la construcción de sociedades más equitativas e incluyentes», apunta Celia Mireles Cárdenas en el prólogo de Impacto académico y social de la construcción de espacios en los servicios de información de Bibliotecas y archivos.
Al momento que redacto estas líneas he leído apenas una vez este libro, pero lo he ojeado más de diez veces. ¿La razón? Envida, puritita y maldita envida. Nada más. En Zacatecas apenas tenemos un par de Bibliotecas decentes: la Mauricio Magdaleno y la Central de la Uaz; las demás son nimias, apenas intentos. Sin embargo, ese par no llega al medio millón de volúmenes, ni poseen un número decoroso de computadoras, ni una red decente que permita a los usuarios multiplicarse, viajar, navegar; tampoco hay espacios de esparcimiento, de descanso, ni para actividades no precisamente académicas. Aún, peco de candidez, hay tiempo y, como lector, voy por el camino pensando que ese, este o aquel lugar, bien podría funcionar, podría construir, podría remodelar una biblioteca.
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