Stoner,
la vida en la Universidad
Edgar A. G. Encina
Artículo publicado en el suplemento cultural «La Gualdra» del diario La Jornada Zacatecas
Antes de iniciar el relato, John E. Williams (Texas; 1922-1994) ha sido terminante. Su libro toma libertades físicas e históricas inspiradas en la Universidad de Misuri, las cuales pueden reconocer sus amigos y colegas del Departamento de Inglés -a quien, por cierto, dedica-, pero sin basarse en personaje o acontecimiento real. Stoner, publicada originalmente en 1965 por Viking Press -ahora parte del grupo Penguin Books [penguin.com]-, ha sido traducida al español por Antonio Diez Fernández bajo el sello Baile del Sol Ediciones, -de Tenerife- [bailedelsol.org] en 240 páginas.
La escueta imagen de portada muestra un altero de cinco
libros sobre los que se han quedado abiertos unos anteojos de fino armazón. De
fondo, un desaseado gris cubre casi toda la hoja en combinación con el azul
capri del título y el blanco que pinta el nombre del autor y recubre el
cintillo superior que da cuenta de los créditos editoriales. No es la imagen
más seductora que nuestros ojos hayan visto, aunque sí es posible descubrir algo
de intencionalidad en él; ante una de las mesillas dispuestas en el segundo
piso de La central de Callao [lacentral.com],
su escueta figura le resalta notoriamente respeto de otros títulos que parecen
saltar.
En la contraportada, el fragmento de la reseña que Hanks
hiciera en mayo del 2014 en el Times [nytimes.com] al afirmar que «Se trata
simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se convierte
en un maestro. Pero es una de las cosas más fascinantes que jamás he
encontrado». Fue ahí donde mi interés tomo sentido; ¿qué de fascinante puede
tener la historia de un tipo que sólo va a la universidad y termina convertido
en maestro? Una vez más, dicta la leyenda, el libro elige al lector.
Stoner
es una historia lineal; la plana vida de un hombre común que nace, vive y
muere; que el destino le sitúa en un camino y él, a su vez, hace y rehace
fragmentos de su andar hasta morir. Su narrativa tiene el tufo de las novelas norteamericanas
decimonónicas, escritas sin complicaciones mayores, sin entresijos irresueltos
o saltos que exijan demás al lector. El tejido de esta novela es plácido, como
el pasear de una barcaza mecida por el leve oleaje. Sin embargo, también es
sugerente, desconcertante, provocadora, diletante y reflexiva. Por ejemplo,
cuando Stoner charla con los que serán sus dos entrañables amigos, uno de
ellos, Master, que también trabaja en Columbia se describe a sí y a su grupo de
la siguiente forma:
[…] «Y así la
providencia, la sociedad, o la suerte, como quieras llamarlo, ha creado esta
cabaña para nosotros, para que podamos refugiarnos de la tormenta. Es para
gente como nosotros que existe la universidad, para los desposeídos del mundo;
no para los estudiantes, ni para la altruista búsqueda de conocimiento, ni por
ninguno de los motivos que se aducen por ahí. Nosotros distribuimos el
raciocinio y permitimos el acceso a él a algunas personas comunes, a aquéllos
que encajarán mejor en el mundo. Pero se trata sólo de un barniz protector. Al
igual que la Iglesia en la Edad Media, a la que le importaban un bledo los
seglares e incluso Dios, también nosotros sobrevivimos gracias a nuestros
engaños.
Finch
movió la cabeza con admiración. «Nos haces quedar mal, Dave».
«Tal
vez», dijo Masters. «Pero incluso siendo tan malos como somos, somos mejores
que los que hay fuera, en el lodo, los pobres cabrones del mundo. No hacemos
daño, decimos lo que queremos y nos pagan por ello y eso es un triunfo de la
virtud natural, o casi, qué cojones».
De
a poco, la anécdota se desprende de episodios que atrapan hasta estrujar. Por
ejemplo, cuando se redescubre enamorado. Ahora de una alumna, «[…]a su mediana
edad, empezaba a entender que ni se trataba de un estado de gracia ni de una
ilusión; lo veía como un acto humano de conversión, una condición inventada y
modificada, minuto a minuto, día a día, por la voluntad y la inteligencia del
corazón». Por ejemplo, al recordar su único título publicado, consecuencia de
su tesis doctoral, que ya «Poco le importaba […] fuese olvidado y que no
tuviera utilidad, y la cuestión de su valor en cualquier época parecía casi
trivial». Así, entre la reflexión, la enseñanza de la edad y las largas
estadías en las bibliotecas, Stoner
bien encaja con el modelo de vida en que algunos se retratan.
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