¡Se buscan lectores!
Edgar A. G. Encina
El presente texto hace de presentación de la Antología de Autores de la Región Centro Occidente, publicado con la participación de 12 entidades estatales y dos federales en materia de cultura.
Henry
James es un autor reconocido en la sociedad londinense de finales del siglo xix. Es la época victoriana, fundamental
para esta nación que transformará sus modos de entender el mundo, de hacer y de
enfrentar la política, de sensibilizarse con el arte y la cultura. A este
personaje, que goza de buena y sana fama, una preocupación nodal le ha venido acometiendo;
anhela que su gloria se vea reflejada en las ventas que, sin embargo, se le han
negado al grado que aspira. Hado. En su plan está cambiar el giro de su trabajo
literario, explorar en el drama y en las suculencias que el laudo teatral acarrea
para sus creadores. Empero, la vida y el destino tiene otro plan pues, para
alcanzar la meta anhelada, deberá aprender desde la modestia que la escritura
es un quehacer discreto, solitario, silencioso, atado a los caprichos del
devenir y la fortuna.
Lo anterior es el eje narrativo por el
que transcurre ¡El autor, el autor! (Anagrama, 2006)
de David Lodge (Inglaterra, 1935).
Una novela que, al retratar la vida de Henry James, fricciona con las
preocupaciones más íntimas y banales de una sociedad reflejada en el personaje.
Son líneas que al proveer una representación humana desacralizan la figura del
escritor y exhiben los profundos anhelos de una civilización a la que cada vez
más sólo le interesa monetizarse. Vulgaridad. A la par, la pregunta de si ¿es
posible ser famoso sin lectores?, recorre la historia atacándola desde varios
flancos. Uno de estos es, cuando James en un estado de profunda sinceridad, escribe
que «Trabajamos en la oscuridad; hacemos lo que podemos; damos lo que tenemos.
Nuestra duda es nuestra pasión y nuestra pasión es nuestra tarea. Lo demás es
la locura del arte».
Estamos frente a un dilema personalísimo;
la aceptación de los valores del oficio per se o su corrupción. Recóndito.
En la primera, quizá jamás hallará glorificación o el quehacer ni siquiera le
proveerá de una vida digna. En la segunda, las habilidades y un estudio del mercado
pervertirán los fines de la escritura en busca de aplausos, firmas y dinero. La
decisión no siempre es consciente ni racionalizada. Si bien el personaje, en íntima
epifanía, se ha confesado a sí mismo que su tarea es la pasión y el devenir de
ésta es una locura o un golpe de suerte, la paradoja se mueve por tres caminos:
uno, entender que quizá jamás alcanzará los codiciados aplausos; dos, alimentarse
de obstinación y esperanza hasta el último suspiro de vida; tres, la llegada
del éxito. La última, que alimenta el anecdotario biográfico de los grandes
autores, poco sabemos formalmente porque, al menos en la tradición
americanista, es vanagloria y adjetivos maltrechos.
Hugo Hiriart (Ciudad
de México, 1942) en El arte de perdurar (Almadía,
2010)
no habla de cómo manejar la gloria literaria, pero sí apunta cuatro criterios
para asomársele. En el primero «el escritor debe tener una fuente individual».
En el segundo es fundamental «volverse hacia lo mismo como nota de la fama,
criterio de unicidad». En el tercero está «aportar enfoques nuevos al trabajo
literario. En el cuarto el «artista tiene que singularizarse, pero dentro del
lenguaje de su tiempo, no en el limbo del anacronismo». Estas lecciones podrían
traer perdurabilidad a la obra literaria y con ello una especie de fama siempre
presente, lineal en el tiempo, aunque la labor por desvelar las «razones de
perduración de las obras literarias» juegan también con la adivinatoria.
Los cuentos y los versos; cada
palabra que conjunta el presente texto es un juego y una apuesta al destino;
fama, reconocimiento, notoriedad, perdurabilidad. Algunos de los autores son
nóveles y se presentan con su primera publicación. Otros van en camino a
consolidar un trabajo literario. Aunque son frutos personales, vale referenciar
que son producto del quehacer tallerístico con Socorro Vanegas (San
Luis Potosí, 1972) y Ave Barrera (Guadalajara,
1980),
en
el marco del Encuentro Regional de Narrativa en Zacatecas de 2019. En general
estamos frente a la exposición de frescas plumas que tal vez no se han
cuestionado por la salida del laberinto —hacer fama— pero que inconscientemente
si tiran del hilo —trabajo perdurable—, porque lo que este libro cuenta no es
la irrefrenable persecución del éxito, sino la búsqueda de lectores. Si conoce
alguno, por favor, cuéntele de nosotros.
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