lunes, 10 de octubre de 2022

LAS MARCAS DE LA EDICIÓN: VIRGINIA WOOLF

Leer el mundo: Virginia Woolf
Las marcas de la edición

 

Edgar A. G. Encina

 Una versión del presente fue publicada por la revista QuehacerUAZ

 

De Virginia Woolf (Kensington, 1882-1941) se está suscitando una especial resurrección editorial. Como autora perteneciente al canon occidental de literatura, su presencia es constante, sin posibilidades modernas de difuminarse. Lo que se produce ahora es el tratamiento distinto de sus obras que, por ese carácter universal, –al parecer– el mercado a olfateado una nueva necesidad: libros de mayor calidad física. Por ejemplo, en inglés está el Box Set del sello editorial Del Fondo y en castellano la caja de la editorial Austral. En ambos casos se trata de un «estuche» de cartoncillo con libros en pasta dura, con diferencia que la primera guarda siete títulos y la segunda dos. Es menester señalar que no es el único caso, pero sí detenta la apuesta que el sector tiene para autores e impresos del tipo.

George Van Hook, The Iris Garden, 1954, 30x25cms. 

En este contexto, sigue pareciendo interesante la apuesta de las colecciones Centellas y El barquero, a cargo de José J. de Olañeta en Edicions la Foradada. Estas forman una «extensa colección en pequeño formato, que, junto con obras de autores consagrados […] busca también dar a conocer autores u obras poco conocidos pero que presentan un gran interés y originalidad; en esta colección encontramos asimismo libros sobre arte que incluyen estudios sobre artistas, escritos de artistas, etc.», puntualizan en su página electrónica. Tomándome la libertad comparativa, puede sostener que estamos frente a la versión española más actualizada de la  Colección «Sepan Cuantos…» de Editorial Porrúa; libros de calidad física más o menos aceptable, estudios preliminares de regular calidad y a veces ponderables, y con un diseño que parece tener mucho por afinar. Las salvedades sería los costos, pues la española no es económica debido a los aranceles y distribución.

Pieter «Parra» Janssen, Reading it wrong, 2016, 100x140cms.

En la colección Centellas está ¿Cómo debería leerse un libro? (2017), de Virginia Woolf, con traducción al castellano y notas de Ángela Pérez, y en portada la fotografía de la autora leyendo en junio de 1926. ¿Cómo debería leerse un libro?, es un ensayo que ha tenido una vida prolongada y azarosa. Nació el 30 de enero de 1926 con motivo de una conferencia para el colegio Hayes Court y, en octubre, publicado en The Yale Revieur. Después, en 1931, le rehízo como «El amor a la lectura» para Hampshire Bookshop, fundada en Massachusetts en 1916. Finalmente, al siguiente año le reunió en la segunda edición de El lector común, conjunto de textos en los que la autora explora sus influencias más persistentes y comparte la visión de mundo que le singularizó. De éste, hay una propuesta asequible de Debolsillo, traducido por Daniel Nisa Cáceres.

Káron Ferenczy, October, 1903

¿Cómo debería leerse un libro?, está integrado por cuatro apartados: «La autora», «El texto», «¿Cómo debería leerse un libro?» y «Cronología», en 69 páginas. El eje son las leyes internan que dictan los impresos y las maneras para desentrañarlas. La autora propone, para no «malgastar nuestras facultades necia e inútilmente mojando media casa para regar un rosal; hemos de disciplinarlas con firmeza y precisión aquí, en el lugar concreto», una forma dividida en dos tiempos. En el primero formula no enjuiciar ni dictar «al autor, procuremos ser él. Seamos su colega y su cómplice. La indecisión, la reserva y la crítica al principio nos impiden apreciar plenamente lo que leemos». Esto debe licenciar el entendimiento de la obra, percatándonos de las dificultades y los riesgos de la escritura para, de esta manera, tomar conciencia que leer es un arte complejo al que se debe quitar el manto de la trivialidad.

Es hasta el segundo momento cuando se hace posible enjuiciar y comparar la obra, pero no de forma inmediata. «Esperemos a que el polvo de la lectura se asiente; a que se apacigüen el conflicto y las preguntas: paseemos, conversemos, arranquemos los pétalos marchitos de una rosa o durmamos. Y así luego, de forma súbita y espontánea, como la naturaleza lleva acaso esas transiciones, el libro volverá, pero de forma distinta». Resalta el valor del tiempo y la maduración invitando a dominar el ímpetu; lo importante de la lectura es lo que queda asentado.



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