jueves, 12 de octubre de 2023

Los límites de la biblioteca particular

 

Martin Koole, The well read gril, Dutch, 1956.



Los límites de una biblioteca particular

 

Edgar A. G. Encina

 

Una versión de este documento ha sido publicada en el vol. IV, No. 8 de Memoria Universitaria

 

Samuel Pepys, inglés que vivió en el siglo XVII, aseguraba que la biblioteca de un caballero debía estar organizada «en pocos libros y en el espacio más reducido», alimentada con los mayores temas que al propietario interesaran y salvaguardando otros que no, porque los libros tienen la obligación de decir lo que se quiere oír y lo que se niega a escuchar. Esta biblioteca debía contener la cantidad precisa de tres mil libros, cifra que media entre el peligroso exceso y la brevedad de lo insustancial. Así, recuerda Joaquín Rodríguez en Bibliofrenia o la pasión irrefrenable por los libros (UACh, 2016), que «La cantidad que Pepys estableció después de una vida delicada al acopo, el coleccionismo, el expurgo y la catalogación, fue de tres mil, cantidad que hoy puede verse integra e inalterable en el Magdalene College de Oxford». Anotación aparte es que la colección poseía el carácter de la inquietud, pues continuamente los ejemplares cambiaban de lugar dependiendo de las exigencias e intereses.

Con diferencia en la literatura del tema, sobre todo las de los siglos XVIII y XIX, Pepys hacía latente el problema de los límites del amor por los libros. La bibliofilia, que es la pasión irrefrenable por los libros, tiene demarcaciones, aunque poco se ha dicho sobre estas y más se ha escrito sobre los riesgos que encara dejarse llevar hasta bibliomanía. El tope, que para un lector más o menos avezado del siglo XXI parece corto, en el tiempo que se planteó representaba un universo bibliográfico extenso y coherente con la realidad. Empero, de tomar la recomendación del inglés ¿qué criterios deberían considerarse para cercar los límites de una biblioteca particular?

Una posible solución la plantea Georges Duhamel, francés que vivió de 1844 a 1966, en su Carta sobre los bibliófilos (Trama, 2021). El autor, «Médico escritor en su juventud, escritor médico en su madurez» anota José Luis Checa Cremades, presenta como alternativa el Beauve livre. La idea central reside en que el lector-coleccionista ponga especial atención en los libros hermosos, que son los livre d’amateur. La forma de reconocer un ejemplar con/de tales características estriba en notar que en su elaboración y composición se honraron las «costumbres cultas [del libro], [con la participación de] artesanos especializados, un material apropiado, ilustradores hábiles, papeles ricos y sólidos y telas de calidad, una encuadernación impecable».

Tanto para Pepys como en Duhamel, a pesar de separarlos un par de siglos, el epicentro de la biblioteca está contenido en un lector/público culto e interesado en la materia. También, en ambos, el tema económico es insustancial; se da por dicho que entre un libro y la atracción de por medio no debe privar la bagatela del dinero. La propuesta del francés es interesante, porque no sólo invita a buscar en los anaqueles de la historia, sino también a fijarse en las propuestas editoriales contemporáneas donde en muchos casos, como en los sellos Piel de salmón, La Dïéresis, La tinta del silencio o El dragón rojo, por nombrar un selecto grupo, retoman los conocimientos del pasado con un juego de elementos actuales y propuestas arriesgadas, lúdicas y fascinantes. Visto así, tres mil beauve livre son pocos y cifra promedio de bellos impresos para todo amateur.




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