miércoles, 24 de junio de 2009

Memoria Universitaria o el Quehacer del Recuerdo [3de3]

[Mesa Revuelta]
En una de las salas altas del teatro «Fernando Calderón», a la que hay que llegar por medio de escaleras destartaladas y abriendo viejas puertas chillonas, se encuentra una de las dos mesas revueltas de Fidencio Díaz de la Vega: uno de los objetos artísticos más representativos del primer cuarto del siglo XX en Zacatecas. A un costado de otra escalera, esta de madera, se haya cubierta por un plástico y papel que hace las veces de protector contra el polvo, la resequedad, el calor: tiempo. [MR] Tallada con sobriedad y embarnizada en rojo nocturno, aunado a la delgadez de sus cuatro piernas, sorprende por su resistencia. El cuerpo total sobrepasa, quizá, los ochenta centímetros de largo y el metro de alto, pero cuando las puertas que custodian la vidriera se abren, quizá alcance los ciento cincuenta centímetros de extendido. En su interior, la vidriera que hace las veces de escaparate resguarda las papeletas delartista, en la que se descubren desde hojas sueltas que dan fe de la historia nacional, a ejercicios para la buena letra, ensayos de dibujo u otros elementos particulares. [MR] La mesa revuelta de Fidencio Díaz de la Vega, más que una propuesta artística que bien podría verse como un ejercicio vanguardista, es una práctica lúdica. El objeto representa por sí mismo una especie de «cápsula del tiempo» que encuentra las herramientas básicas de trabajo del creador o el itinerario fundamental para el ejercicio docente. Mesa revuelta que da fe de la labor e idea solaz del que fuera uno de los primeros maestros de pintura en Zacatecas. [MR] Alguna vez escribió Jorge Luis Borges que «uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que lee». Esta frase bien la pudo acuñar Edmundo O’Gorman con algunos cambios sutiles: «Uno no es lo que es en el presente, sino por lo que está consciente que fue por su pasado». Para la mesa revuelta, uno no es el hoy sin reconocerse en el ayer. En el cuidado del arte, como en el de las palabras.

martes, 23 de junio de 2009

Memoria Universitaria o el Quehacer del Recuerdo [2de3]

[Tiempos velados/develados]

Hay palabras que existen de siempre; que fueron concebidas en los momentos sin tiempo haciéndose grandes, poderosas o temerarias; que viven a costa de las manecillas del reloj o esperan el embrujo que las reviva del olvido. Prevalecen, también, palabras que nos son propias, de feudo significativo individual dado ya por la cultura, ya por la tradición, ya por la familia, ya por experiencia vivencial. De la misma forma que poseemos el lenguaje gozamos la vida; lo que el destino dio, provee y devendrá… Al recorrer ese puente el ayer es tan propio y ajeno como el hoy o el mañana. Somos, ergo, por la tradición y la novedad. [v/d] Así como existen palabras que deben cuidarse, también hay tiempos que deben velarse/develarse. Recuerdos, acciones, individuos que custodiarse, violando la ignorancia, el polvo o la estulticia. Guerras perdidas, lecturas somnolientas, amores conquistados que no presenciamos, no obstante nos conforman. Parafraseando a Octavio Paz, los ojos, los sentidos, la memoria al ver, al sentir, al recordar esto o aquello, confirman la realidad de lo que ven, de lo que sienten, de lo que recuerdan, tanto como su propia realidad. Reconocimiento mutuo: me reconozco en lo que reconozco, en lo que digo, en lo que veo, en lo que recuerdo. [v/d] En ese auto reconocimiento la memoria hace su trabajo. Por ejemplo, digamos «Fidencio Díaz de la Vega». Un hombre que ignoramos lugar, fecha de nacimiento y muerte; sin embargo sabemos fue un extraordinario maestro de pintura y director en lo que fuera entonces el Colegio San Luis Gonzaga, luego Instituto Literario de Zacatecas. Estamos, por así decirlo, al corriente de su formación en las ciudades de Veracruz y México y su llegada a esta entidad, además de su labor en la serigrafía, publicidad y más. Intuimos que sus alumnos le tuvieron gran aprecio y murió en la capital de nuestro estado, no sin dejar escuela y muestra de su purista trabajo.



[Por espacio, no subo toda la argumentación, sin embargo dejo la referencia del Catálogo. Pinacoteca del Poder Judicial del Estado de Zacatecas de José Enciso Contreras]
Uno de los retratos de Santos Degollado y el de Ignacio Zaragoza, fueron ejecutados por don Fidencio Díaz de la Vega. Aunque su obra alcanza una excelente calidad, sólo existen actualmente en Zacatecas algunos de sus cuadros, precisamente en la universidad donde se conserva su memoria. [CP] Tras haber permanecido cerrado durante dos años, el 1868 reabrió sus puertas el Instituto Literario de Zacatecas, intitulado ya como Instituto Literario de García. Fue en ese año cuando probablemente Díaz de la Vega llegó a Zacatecas a hacerse cargo de la cátedra de dibujo. Se distinguió por su notable trayectoria educativa, pues fue prefecto del Instituto, vice-director en 1873 y posteriormente su [bis] director en 1874. La tradición universitaria le recuerda por su bonhomía y actitud paternal con los estudiantes; sabemos que fue autor de una considerable obra pictórica que sin embargo ha sido poco conocida. Un retrato de este personaje se conserva en la pinacoteca de la Universidad Autónoma de Zacatecas, al igual que una de sus dos mesas revueltas. [CP] Hasta ahora no se había consignado que Fidencio fue durante muchos años alumno de la Academia de San Carlos y trabajó directamente bajo la dirección de Pelegrín Clavé. No hemos averiguado la fecha ni el lugar de su nacimiento, pero es muy probable que haya muerto en esta ciudad de Zacatecas. [CP] Su obra fue prolífica y todavía a principios de la década de los 60 del siglo XX, se conservaban varias de sus piezas en las colecciones de la Escuela Nacional de Bellas Artes, heredera de la Academia de San Carlos, que fueron catalogadas por don Manuel Romero de Terreros. Las obras son de varios tipos, como correspondía a la que producían los estudiantes en el proceso de su formación. [CP] Por ejemplo se han enumerado sus óleos, copias de otras obras: una Virgen de Belén, copia de P. de Cortona; Piernas de un ángel, copia de Podesti; El divino Salvador, copia de Flores; [bis] [CP] Óleos originales del autor: El apóstol Santiago, el Menor; Santiago Apóstol; Media figura de Abraham; San Sebastián; Juan Guttenberg; Juan Sancio enseñando a pintar a su hijo Rafael –siendo éste quizá el más reconocido de sus trabajos-; San Miguel venciendo a Luzbel y, finalmente, Las tres Marías en el sepulcro del Salvador.
De cualquier manera, su presencia en la vieja escuela de San Carlos debe ser anterior, pues en la fecha que hemos anotado, sus destrezas no eran precisamente las de un novicio. En pintura y dibujo del natural obtuvo don Fidencio dos menciones honoríficas en 1854, y al año siguiente consiguió, por un par de cuadros premiados, la pensión de la academia y un tercer lugar en la clase de desnudo tomado del modelo vivo. Fueron varios los reconocimientos similares que recibió el pintor durante su estancia en la academia, la cual se extendió, por lo menos, hasta 1857.

lunes, 22 de junio de 2009

Memoria Universitaria o el Quehacer del Recuerdo [1de3]


[El privilegio
de los sentidos]
Abracadabra es una palabra mágica. Pronunciarla debe ser pensado más de una vez y, en caso de arriesgarse a hacerlo, saber sus posibles connotaciones. Es necesario conocer que su pronunciación es universal. Es ineluctable entender que existen tres definiciones generalizadas de su significado, las cuales son: «Envía tu fuego hasta el final», «Yo creo como hablo» -del arameo- e «Iré creando conforme hable» -del hebreo-. Es inexcusable elucidar que las tres versiones poseen categorías místico-mágico-esotéricas. Que, en lo particular, le debo respeto a cada una de sus letras y fonemas; que prefiero la primera traducción porque atiende cosmogonías poéticas personales. Creo, con firmeza, que deberíamos usarla con elegancia, en momentos especiales y, al hacerlo, tener en cuenta la probabilidad de que los dioses volteen a verte, a escucharte, a atenderte. Abracadabra no es una palabra cualquiera, igual que amor, humanidad, orgullo, esperanza… [PS] Tengo la convicción de que las palabras no sólo viajan por el viento, entre nosotros, para ser escuchadas; sino que también lo hacen para ser sentidas. A pesar de no estar presentes cuando tal o cual fue dicha, hemos, habremos de sentirla, ya su fuerza intrínseca ya la energía proferida. Más allá de lo que es posible ver, oír, sentir conscientemente, las palabras viajan para alojarse, coquetear, desahuciar o revitalizar. Las palabras se escabullen, como los peces al viajar de océano a mares entre corrientes o sabores, para llegar a aguas cálidas y ser, procrear o morir. Un «efecto mariposa del decir», si quiere verse de esa forma. Un efecto poético carga a cada una, hasta la mínima de ella, si se desea se entenderá: esa es la magia, el poder de la palabra, afirman los poetas y filósofos. [PS] Ninguno decimos «te amo» a diestra o siniestra. Nadie afirma que será repuesto su orgullo cuando es tropezado por un mal paso. Sería cosa de locos negar tener esperanza en el porvenir, en la humanidad. Sería aventurado no aceptar que noche a noche nos vamos a la cama con la esperanza de un día mejor al siguiente amanecer o de no hacer propio el sueño que perturba o aquieta. No lo hacemos. Cuidamos lo que decimos. Velamos por esas palabras. Velamos por lo universal que, en mi voz, se hace propio sistematizando las emociones, privilegiándonos…

lunes, 8 de junio de 2009

Qué diablos!

Un diablo se cayó al fuego,
otro diablo lo sacó
y otro diablo le decía:
«¿Cómo diablos se cayó

Cancionero Tradicional Argentino de Horacio Jorge Becco (comp.)

De las Presentaciones de libros

  Jan Saudek, Marriage presentaciones de libros Notas para un ensayo   Edgar A. G. Encina       No recuerdo donde leí a Mario ...