[Mesa Revuelta]
En una de las salas altas del teatro «Fernando Calderón», a la que hay que llegar por medio de escaleras destartaladas y abriendo viejas puertas chillonas, se encuentra una de las dos mesas revueltas de Fidencio Díaz de la Vega: uno de los objetos artísticos más representativos del primer cuarto del siglo XX en Zacatecas. A un costado de otra escalera, esta de madera, se haya cubierta por un plástico y papel que hace las veces de protector contra el polvo, la resequedad, el calor: tiempo. [MR] Tallada con sobriedad y embarnizada en rojo nocturno, aunado a la delgadez de sus cuatro piernas, sorprende por su resistencia. El cuerpo total sobrepasa, quizá, los ochenta centímetros de largo y el metro de alto, pero cuando las puertas que custodian la vidriera se abren, quizá alcance los ciento cincuenta centímetros de extendido. En su interior, la vidriera que hace las veces de escaparate resguarda las papeletas delartista, en la que se descubren desde hojas sueltas que dan fe de la historia nacional, a ejercicios para la buena letra, ensayos de dibujo u otros elementos particulares. [MR] La mesa revuelta de Fidencio Díaz de la Vega, más que una propuesta artística que bien podría verse como un ejercicio vanguardista, es una práctica lúdica. El objeto representa por sí mismo una especie de «cápsula del tiempo» que encuentra las herramientas básicas de trabajo del creador o el itinerario fundamental para el ejercicio docente. Mesa revuelta que da fe de la labor e idea solaz del que fuera uno de los primeros maestros de pintura en Zacatecas. [MR] Alguna vez escribió Jorge Luis Borges que «uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que lee». Esta frase bien la pudo acuñar Edmundo O’Gorman con algunos cambios sutiles: «Uno no es lo que es en el presente, sino por lo que está consciente que fue por su pasado». Para la mesa revuelta, uno no es el hoy sin reconocerse en el ayer. En el cuidado del arte, como en el de las palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario