De futbol y entrenadores
se escribe mucho, se dice
infinitamente más y se enerva a todos los polos del éxtasis. Ahora que el Real
Madrid va dando saltos de felicidad en la Cibeles, lo que ha dicho Gonzalo
Lizardo lo van repitiendo algunos más. Que al Barça debe
cambiar de entrenador, porque Luis Enrique es chiquito y orejón y que el mejor
cambio deberá ser Diego Simeone. No atinan a decir más de dos por qué, pero
están convencidísimos de que Simeone es el indicado porque ha dirigido un
equipo pequeñito, pequeñito. Y no. Simeone es para América lo que Jürgen Kloop
a Europa; ambos van con equipos que antes que jugar futbol son correlones de la
pelota, que antes que atacar primero van a destruir y que les encanta gritar,
levantar los brazos, darle circo a la tribuna y un friego de postales a los que
toman las fotos. Ninguno de los dos son
precisamente económicos: Simeone cobra 6 millones de euros por temporada y
Kloop 10 millones de libras. Ninguno de los equipos que dirigen tampoco son los
parias que dicen los que comentan, según la página de «livefutbol.com» el Atlético y el Liverpool superan sobradamente la
nómina de 150 millones de euros; así que pobres no son. Dejo que hagas cuentas.
Simeone y Kloop son el mismo producto, chocolatitos en caja doradas para los
doloridos de la pelota. Se ven-den igual; que dirigen equipos «chicos», que son luchones, entregados y ordenados -clichés y
más clichés- y que dan resultados. Pero han olvidado que no ganan, que llegan a
la orilla y temerosos del vacío se encojen y se esconden. No se arrojan al
vacío, que para eso han trabajado y como resultado nada de oro hay en sus
vitrinas que se empiezan a agobiar de segundones lugares. Sin embargo, nada
podrá ser peor a la pesadilla de Rafa Benitez.
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Luz M. G. Encina adoptó un
simpático gato; es negro como la noche y las esperanzas de mi país y tiene unos
ojos atestados de la diabólica curiosidad que esos bichos tienen. No sabe qué
nombre darle, está pensando entre: Amadeus, Lucho, Tristán, Bafomet y no sé qué
tantos otros. Qué más importa, no estás sola, no más. Pensé en lo oportuno de
este «Sommerliche
Gartenlandschaft» de Cuno Amiet (suizo, 1868-1961), pintada en
1934.