miércoles, 17 de enero de 2018

HADOS Y ESTRELLAS: LAS VICISITUDES DE UN LIBRO


Edgar A. G. Encina

Este artículo ha sido publicado en dos partes en la revista Crítica. Fondo y forma



Uno
De cómo llegaron Los primeros editores de A. Marzo Magno


«Cada libro tiene su destino. Cada lectura su historia». Así, más o menos, dice el adagio con el que algún librero de viejo te va a pregonar. Infalible. Lo sé de viva experiencia. Esa frase, palabras más-menos, es en sustancia la perorata que he escuchado en más de diez distintos locales, en dos continentes diferentes, en más de cuatro países. Aún, mi dealer la pronuncia de vez en cuando y yo, refunfuñando el sermón, le sonrío como quien lo hace al gritón de la biblioteca. Honestamente, eso lo sé. Que cada libro tiene su destino y cada lectura su historia lo entiende y lo vive en piel viva todo lector; lo que pareciera fastidiarme es que lo digan como si de esa boca emanara sabia pura de la piedra filosofal. El libro que llega a ti, por descarte, no le llegará a otro, como no han llegado cientos de títulos a tu biblioteca. Es lógica. Es vida.
Pero, la vida me ha dado un bofetón del que no me repongo del todo. La historia va:
Graziano Olia, sabedor de mis intereses lectores, a finales de agosto me mandó el link de un libro que se presentaba en la Biblioteca Nazionale Centrale di Roma. Se trató de L’alba del libri: quando Vnezia ha fatto leggere il mondo de Alessandro Marzo Magno (Venecia, 1962), publicado por Garzanti Libri en su colección Elefanti Storia. El evento era un reconocimiento al autor que es una institución en ese país y una celebración por la extraordinaria aceptación que la obra tuvo en 2016. El impreso me encantó de ya. Como agua de lluvia, dos días después Mauricio Flores, más provocador, me mandó una foto por WhatsApp, con la portada de Los primeros editores traducido al castellano por Marilena de Chiara y publicado en Malpaso este año. Sorprendido y algo envidioso, comencé el rastreo. No me fue fácil. Usted lo sabe, aún con la hipermodernidad del siglo xxi, todavía nos es posible sentir los límites y las fronteras de vivir en Tierra adentro.
Nada. La librera local no tenía idea de su existencia. Nada. Gandhi, El sótano, El péndulo y dos o tres librerías más no lo tenían en stock. Sólo Amazon lo ofertaba. Me resistí, por no más de cuatro días, a que el gran conglomerado de las ventas tendiera sus redes sobre mi tarjeta de crédito. Escribí a los amigos en Madrid y Barcelona; todos dijeron igual, «pídelo a Amazon que te lo lleva rápido y serán menos pavos que si lo hago yo», sentenciaron como vocecillas de coro. El domingo decidí y el 10 de septiembre sucumbí. Entrado en gastos y sin Iraís controlando mis impulsos, también puse en el carrito cuatro títulos más de los que luego escribiré.
Sin embargo, pasaron los días y Los primeros editores y compañía no llegaban a casa. Luego de diez días decidí entrar a mi cuenta para hacer un seguimiento del pedido. Nada, que todavía tarda. Que está en camino. Que para la primera semana de octubre están los de paquetería tocando a las puertas de casa. Respiré hondo y le vi buena cara, pensé que era el entremés a la navidad, a la Fil de Guadalajara. El primero de octubre volví obsesivo y preocupado; me encontré con la novedad de que las fechas cambiaron. Nada, que para el 15 ahora sí está en casa. Refunfuñé y escribí un correo con serpientes y alacranes a Amazon, aún no responden. Llegada la fecha, el paquete arribo antes del medio día, pero tuve que esperar a la noche para verle. Y, ¡pum!, antes de abrirle, noto que el seguimiento postal marcaba sellos de España, Alemania, Portugal, EeUu (New York) Perú y, al final México. En ese orden, los libros que adquiridos, que todavía no eran míos, habían hecho una envidiable travesía. No culpe al gran consorcio, tampoco al servicio de paquetería. No culpe a nadie. Fue, simplemente, que los libros tienen su destino y esta lectura su historia.


Dos
De algunas cosas que tratan en Los primeros editores

AliosVidi
VentosAliasqve
Porcellas
Malpaso editores optó por Los primeros editores pensando, quizá, en que salvaría temas de mercadotecnia, posicionamiento, ventas y todos esos embrollos que rodean el contexto de la exposición-comercio del libro, cualquiera que sea. Optó por ello y atinó sin alejarse del espíritu de la obra que, en 2012, Alessandro Marzo Magno (Venecia, 1962) publicara en Garzanti Libri [www.garzanti.it] con el título de L’alba del libri: quando Venezia ha fatto leggere il mondo. De haberse apegado al original, me atrevo a traducir, hoy podría leerse como «El comercio de los libros: cuando Venecia leyó el mundo» o, con un algo de libertades, hubiere apuntado «Al alba del libro: cuando Venecia trajo la letra impresa al mundo» o, más almidonado aún, «…cuando Venecia creo la alegría para el mundo». Voy un poco más allá e imagino el momento con los editores y la traductora Marilena de Chiara, sentados a la mesa, debatiendo la decisión, con éstas y otras posibilidades. Al final, quedó ese título que opta por lo simple, breve y contundente, como un knock-out directo a la barbilla.
         Ahora puede leerse en portada dura, sobre un fondo negro, con letras en blanco y las manos de La virgen leyendo (1505, aceite sobre lienzo) de Vittore Carpacco (Venecia, 1465-1520), el título de Los primeros editores. Al libro en físico, que cuenta con 251 páginas pintadas en naranja en su borde frontal, se le suma el plus que incluye e-book, que puede obtenerse escribiendo el «…nombre y apellido con bolígrafo o rotulador en la primera página. Tome luego una foto de esa página y envíela a ebock@malmasoed.com>. [para luego] A vuelta de correo…» recibirlo gratis, advierten en la faja o cintillo. El epígrafe que abre el texto es de Groucho Marx (Eua, 1890-1977): «El libro es el mejor amigo del hombre después del perro», una máxima que también reconoce que «…dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer».
         Si se atreve, lector, a abrir este libro le advierto que no podrá cerrarlo. Es un documento de historia cultural que le abrirá los ojos como plato, un mapa antiguo que ha movido sus fronteras y lenguas confundiéndole en el tempo, una recreación Renacentista a través de algunas biografías de seres comunes con mucha magia. Es la Venecia de los siglos xv y xvi, la maestría mística de Aldo Manuzio (Italia, 1449-1515), la audacia epistolar de Pietro Aretino (Italia, 1492-1556), el primer Talmud impreso y un Corán perdido; es la edición musical con sus afanes mercantiles, la representación del priapismo en el Polifilo de Francesco Colona, las dieciséis posiciones sexuales de los Sonetos lujuriosos (1527) de Pietro Arentino y La feria de la Sensa que alimentó lectores ocasionales; es la feria de Frankfort que estandarizó la compra-venta, Claude Garamond (Francia, 1480-1561) que en 1540 es una especie de capo proveedor de todas las tipografías europeas y el Orlando furioso (1542-1560) de Ludovico Ariosto como el primer best seller en occidente.
         Le advierto, además, que es un libro priotity pass. Si los alemanes de la mano de Johannes Gutenbert (Alemania, ca. 1400-1468) conciben la imprenta, los italianos, en la Venecia de Manuzio, descubren cómo vender libros, pues allí se dio «…alta concentración de intelectuales, amplia disponibilidad de capitales y una alta capacidad comercial». Esos libros no sólo eran biblias y si lo fueron eran bonitas físicamente hablando; papel especial, letra distinta, ilustraciones únicas, tratamiento singular. Esos libros, además de biblias, eran Talmudes y Coranes que el papa Julio iii (Italia, 1487-1555), con sus ejército de censores, prende en la primera hoguera contra los libros escritos, el 9 de septiembre de 1553, al tiempo que cerró imprentas y prohibió lenguas heréticas. Así que no, señor lector; aunque usted tiene acceso, también tiene el desafío de los viejos vientos.

jueves, 11 de enero de 2018

EN LO QUE NO HEMOS ESCRITO ESTA LA VIDA DEL LIBRO

Resultado de imagen para Guida alla lettura di ciò che non è escritto in un libro



La noticia la leí de la LibreríaAnticuaria Pregliasco, negocio italiano que se ha dedicado a la compra-venta de joyas históricas por más de cien años y que ahora dirije Umberto Pregliasco. Su lema «amor librorum nos unit» es un himno bibliófilo y, al tiempo, una insinuación para todo curioso de que ahí es posible encontrar piezas de museo-biblioteca, dignos de considerarse tesoros artísticos.
El maestro y bibliófilo Francesco Malaguzzi está por cumplir 90 años de su muerte este 2018. El trabajo del italiano, aunque no legó fama como otros de sus contemporáneos europeos, ha sido fundamental para el rescate de manuscritos e impresos de la zona, y base para la exposición, lectura y entendimiento del pasado a partir de la fusión de colecciones públicas y privadas. Aunado a ello, dejó vasta producción legada a partir de un proyecto que llamó «De libris» y de «De libris compactis».
Personalmente, he leído sólo dos títulos del autor, porque mi traducción del italiano es pobre. Uno es el ilustrado Xilografie nelle edizioni piemontesi del xv e xvi secolo, publicado por el CentroStudi Piemontesi en 2001. El otro es su Guida alla lettura di ciò che non è scritto in un libro, editado por L’Artistica Editrice en 2008. Ambos impresos los adquirí en alguna Feria del Libro Antiguo en Madrid, porque a la fecha están fuera de catálogo.
Redacto porque tengo presente algunas líneas de Malaguzzi, redactadas en su Guida alla lettura… Es una reflexión de su tiempo que hace eco en el nuestro, pues el destino del libro está en lo que aún no está escrito:
«... la lettura della parola scritta rischia di non aver, più bisogno del libro, che rimane invece supporto insostituible di ciò che non è scritto. La sopravvivenza del libro, per quanto possa sembrare paradossale, è quindi affidata a quanto no vi è scritto». 

miércoles, 10 de enero de 2018

#gofrançoiscogo





Hazte mecenas.
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La página oficial del musée du Louvre ha lanzado una invitación: «Tous Mécènes! Du libre d’heures de François ier». En letras rojo-cereza sobre un fondo azul –aguamarina  enfatiza: «Faites revenir au Louvre ce joyau des rois de France».
Es sencillo. El museo tiene como objetivo recaudar un millón de euros para hacerse con el manuscrito El libro de horas del rey Francisco. Poca cosa, si atiende a las propiedades arquitectónicas del documento que, además de ser joya del Renacimiento francés, está encuadernado en oro con decoraciones en piedras preciosas, soportado por metalistería artística, y en el interior contiene 16 ilustraciones pintadas, junto a su escritura manual. Le acompaña un marcador tallado en ágata, con piedras preciosas, diamantes tallados y rubíes rodeados por hojas de acanto. Exuberancia e historia.
Con el epíteto de «Tesoro Nacional», la obra que fue cedida al museo el 18 de octubre de 2017, tiene contados sus días en el Louvre de no alcanzar la cifra. El plazo final es el 15 de enero de 2018. Por otro lado, para enfatizar su valía inmaterial, la página recuenta que la joya perteneció a Francisco Io (Cognac, 1494-1547), Enrique IV (Pau, 1553-1616), junto a otros personajes potentados de la historia y el coleccionismo europeo, y que algunos de estos personajes hicieron anotaciones de reflexión, fe y propiedad en sus hojas.
Para colaborar en la recaudación o contribución, según le quiera ver, la página ofrece una somera carpeta de estudio sobre la obra misma y la posibilidad de hacer donaciones en línea. Si usted se anima, si le ha sobrado de su paga de navidad y de los impuestos de principio de año, quizá pueda interesarse. Entre la sugestiva propuesta que hace el Luvre para seducirle está que puede usted dedicar su donativo, para lo cual obtendrá un certificado y aparecerá en la lista de agradecimientos, junto a los más de 6,800 donantes que van al momento de redactar estas líneas.

Así que ya lo sabe: #gofrançoiscogo.

miércoles, 3 de enero de 2018

Una librería menos

  

Librerías que cierran
para la documentalia 2018
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Edgar A. G. Encina
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En enero de 2017 publiqué en La Gualdra un breve artículo que titulé «La Azotea, a la lista de lasdesaparecidas», en el que daba cuenta de la pérdida de aquella librería regenteada por Uriel Martínez. A un año vuelvo con el tema. Al parecer, ha cerrado una más. Esta ocasión es una de «Libros usados» que también decía ofertar «Arte contemporáneo», localizada en el 554 de la avenida Ignacio Rayón, casi para doblar al callejón Del Triunfo; de paredes blancas y rejas negras, encontrada casi al llegar al Monumento a los Niños Héroes. 
Ignoro si «Rayón 5.5.4» es/era considerado por la oficialidad de los libreros en la ciudad de Zacatecas, pero lo que parece seguro es que bastan unos pocos días de frio invernal a finales de año para que caigan combatientes. Aún, abrigo esperanzas. Quizá estén remodelando o hayan cambiado de dirección; será cosa de investigar, pero la desolación que dejan ver sus ventanas no me hace arropar vigorosamente esas ilusiones. 
Fui descuidado y ansioso, pues las tres o cuatro veces que visité la librería jamás intercambié más que el saludo y las cortesías del pago. De allí me llevé Las peregrinaciones del deseo (fce, 1987) de Hugo Gutiérrez Vega (Guadalajara, 1934-2015), Disertaciones sobre telarañas (fce, 1987) de Hugo Hiriart (Ciudad de México, 1942) y Todos los cuentos (fce, 1993) de Horacio Quiroga (Uruguay, 1878-1937). No recuerdo haber pagado por la triada más de trescientos pesos y tengo fresco que venían envueltos en una bolsa plástica transparente, una de ellas tenía con marcador negro el precio: $50. El hecho de que estuvieran envueltas en plástico les dio valor añadido, todavía podía sentirse la presencia del anterior lector; Disertaciones sobre telarañas parecía oler a crema de rosas, como las que usan algunas mujeres adultas, y en la última página de Las peregrinaciones del deseo venía la nota de tintorería por un saco.
            No se trataba, además, de una librería de viejo. En todo caso era de re-uso, de segunda vuelta; como las que suelen haber fuera de las universidades y que de vez en cuando aparece algo interesante. Tampoco era una galería en forma, llegué a descubrir colgados en la pared tres o cuatro grabados y a un chico que afinaba una guitarra que parecía heredada. No era una librería de viejo, porque de esas no hay una en la ciudad. Tampoco era una galería, aunque presumieran de ofertar arte contemporáneo. Era una librería que podía rascarse, que olía azaleas o alguna flor que estaba en el pasillo y que luchaba contra ella misma por las condiciones de su dirección y desaseo en los libreros y el desorden reinante. Con todo, una menos.


No hay librerías.
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Notas para el seguimiento:


  • «Rayón 5.5.4» fue un  proyecto multidisciplinario, según Jánea Estrada, enfocado más a la gráfica, coordinado por  Pedro López Recéndez que continúa trabajando en  «Gráfica Pentágono» y /o se ha mudado a un pequeño local comercial en el Ramdal (Guadalupe, Zac), cuenta Luisa Vázquez Vera.
  • Cerró el 20 de septiembre de 2017.

Fuego en los libros



Notas a las bibliotecas incendiadas
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Edgar. A. G. Encina
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Esta vez la avaricia y la ignorancia llevó a unos ladrones, la noche del 30 de diciembre, a provocar un incendio en la hermosa Biblioteca Iberoamericana «Octavio Paz», perteneciente a la Universidad de Guadalajara (México) afectando directamente los murales que pintaron en 1925 José Parres Arias (Mazamitla, 1913-1973) y David Alfaro Siqueiros (Camargo, 1896-1974); y el Olimpus House realizado en 1930 por Jesús Guerrero Galván (Tonalá, 1910-1973), José Parres Arias, Alfonso Michel (Colima, 1897-1957) y Francisco Sánchez Flores(Tlajomulco, 1910-1989). Entre los daños colaterales se vio afectado mobiliario y acervo bibliográfico por el fuego, el humo y/o las labores de los bomberos por más de 750 mil pesos. Las notas periodísticas relatan que los delincuentes se llevaron algunos ordenadores portátiles y quizá tres pesos olvidados en algún cajón, y cuentan que en los primeros días del 2018 una lista breve, pero poderosa, liderada por personajes e instituciones públicas condenaron el acto, pidiendo que se descubran, encuentren y castiguen a los culpables.
     El evento me llevó a una infame reflexión.
     Heinrich Heine (Dusseldorf, 1797-1856) escribió en su tragedia Almansor (1823) algo así como que: «donde se queman libros, se acaba por quemar también a hombres». En México las cifras no oficiales estiman que en 2017 murieron 26,389 personas a manos de la delincuencia, esto es que diariamente fueron asesinadas 72.3. Entonces, conjeturo que unos pocos libros quemados, humeados y mojados es poca cosa en comparación con las lágrimas de esas madres que reclaman por la vida de sus hijos. Así, retorciendo las palabras de Heine; cuando los hombres son quemados a los libros les queda nada para salvarse.
    A esto nos hemos reducido.
   Los historiadores de los desastres encontrarán lastimosidad en nuestra época, por decir lo menos.


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De las Presentaciones de libros

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