La noticia la leí de la LibreríaAnticuaria Pregliasco, negocio italiano que se ha dedicado
a la compra-venta de joyas históricas por más de cien años y que ahora dirije
Umberto Pregliasco. Su lema «amor librorum nos unit» es un himno bibliófilo
y, al tiempo, una insinuación para todo curioso de que ahí es posible encontrar
piezas de museo-biblioteca, dignos de considerarse tesoros artísticos.
El maestro y bibliófilo
Francesco Malaguzzi está por cumplir 90 años de su muerte este 2018. El trabajo
del italiano, aunque no legó fama como otros de sus contemporáneos europeos, ha
sido fundamental para el rescate de manuscritos e impresos de la zona, y base
para la exposición, lectura y entendimiento del pasado a partir de la fusión de
colecciones públicas y privadas. Aunado a ello, dejó vasta producción legada a
partir de un proyecto que llamó «De libris» y de «De libris compactis».
Personalmente, he leído
sólo dos títulos del autor, porque mi traducción del italiano es pobre. Uno es
el ilustrado Xilografie nelle edizioni
piemontesi del xv e xvi secolo, publicado por el CentroStudi Piemontesi en 2001. El otro es su Guida alla lettura di ciò che non è scritto
in un libro, editado por L’Artistica Editrice en 2008. Ambos impresos los adquirí en alguna Feria del Libro Antiguo en Madrid,
porque a la fecha están fuera de catálogo.
Redacto porque tengo
presente algunas líneas de Malaguzzi, redactadas en su Guida alla lettura… Es una reflexión de su tiempo que hace eco en
el nuestro, pues el destino del libro está en lo que aún no está escrito:
«... la lettura
della parola scritta rischia di non aver, più bisogno del libro, che rimane
invece supporto insostituible di ciò che non è scritto. La sopravvivenza del
libro, per quanto possa sembrare paradossale, è quindi affidata a quanto no vi è
scritto».
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