Edición
de gran aliento: Mario Muchnick
Las marcas de la edición
Este artículo ha sido publicado en la revista Quehcer
Con
la lectura Editar Guerra y paz (Gris Tormenta, 2022) del recién fallecido
Marion Muchnic (Buenos
Aires, 1931-2022)
es imposible escapar a la imagen de un hombre encanecido, poco entrado en
carnes, sentado frente a su ordenador con la joroba de quien se ha habituado a
trabajar sentado y a levantar poco la mirada encima de la ventana. Por el
relato es posible pensarlo acompañado de una libretilla de notas y dos
voluminosos montones de hojas; impresiones de prueba que o habían pasado la
revisión o eran guion para la lectura del día. El impreso se estructura con
«Leer Guerra y paz» de Ida Vitale (Montevideo, 1923) y «Notas a la primera
edición» junto al «Diario» del autor, fechado del 15 de febrero de 2002 al 22
de octubre de 2003.
Pero pronto llegaría
el tiempo en que el lenguaje discutiera el prestigio de las imágenes; el tiempo
en que lo que no se entendía fácilmente, lo que estaba detrás de las palabras,
supliera el atropello de los oros y los azules; en que nos conmoviera no la belleza
visual, sino la profundidad de los sentimientos, o el interés de una historia
no menos rica en misterios, cuyos personajes vivos en los libros, revivían al
leerlos. El oro no estaba ya en las máscaras, sino en palabras que nos forzaban
a la lectura reiterada. El tiempo, para mí, de Guerra y paz…
Este nervio que llevará a discutir
«el prestigio de las imágenes» frente al poder de la palabra se describe con:
La edición de Guerra
y paz publicada en estos días por [El Aleph editores y] este Taller, fruto
de cuatro años y medio de trabajo, pero también de una vida marcada por lo que,
según muchos, es la mejor novela jamás escrita, ha sido una sucesión de
coincidencias, percances y sorpresas dignas de un sainete, obstáculos a duras
penas superados, problemas con soluciones felices y, sobre todo, momentos de
gracia probablemente suscitados por el mismo texto de Tolstoi.
Rodeado de amigos que
han vivido esta aventura muy de cerca, influido y alentado por ellos, he
decidido narrar los hechos para beneficio de generaciones futuras de jóvenes
editores.
Si las hay.
El
cierre puede desconcertar por el guiño a La edición sin ediciones (Era, 2001) de André Schriffin (París, 1935), pero en todo caso
tiene una intención alegre y positiva frente a sus colegas que le leen. Editar
Guerra y paz hace un recorrido ameno por las intenciones de traducir y
editar la mejor versión al castellano de la novela. Uno de los motores será
enfrentar los errores, malas intenciones y desencuentros en el trabajo de José Laín
Entralgo y Francisco José Alcántar, editado por Planeta en 1998. Para realizar
la titánica labor, Lydia Kúper (Lodz, 1914-2011) traduce y corrige del ruso y francés al
castellano con determinación filológica y puntiaguda voz poética, Ricardo Di
Fonzó realizó el seguimiento a las correcciones limpiando el documento, José
Luis Casares corrigió «de primeras», Elsa Otero hizo de correctora y verificadora,
y Mario se volcó sobre el documento general, con penúltimas lecturas, contemplando
notas, ultimas revisiones e impresiones finales.
Las
labores editoriales finalizaron en agosto de 2003, debido a la cantidad de
«correcciones gordas» no previstas, dando paso al financiamiento, resuelto de manera
fortuita con el apoyo de inversionistas amigos y aventureros. El tema no fue
sencillo, pues era necesario asumir los costos de un proyecto largo aliento
que, por suerte, contó con la solidaridad de personas como Eduardo, el
ilustrador que elaboró las cubiertas sin cobrar. Aunado, estuvo presente el rumor
de otra traducción, en ese caso a la «otra» versión original más breve, disminuida
y de bolsillo elaborada por Zajarov, que le quitaba toda la «carnita» a la
novela y modificaba el tema de la muerte del príncipe Andéi y Petia Rostov. Al
final, aquella imagen histérica se apacigua con la puesta en venta de Guerra
y paz, apostando no sólo a esos «editores jóvenes», sino también a los
lectores jóvenes, «si los hay».
No hay comentarios:
Publicar un comentario