jueves, 3 de diciembre de 2015

Ensoñaciones asaltadas por «Mi maravillosa librería» de Petra Hartlieb

Flowers and Christmas Tree, Bruce Yardley (British; 1962)
 


La novela y la vida que hubiera…

Edgar A. G. Encina

Artículo  reblogeado en La Jornada Zacatecas 
Articulo publicado en el Suplemento Cultural La Gualdra



Petra Hartlieb (Munich; 1967) ha escrito la novela que me hubiera encantado escribir. Sin misterios, el título atrae; me seduce Mi maravillosa librería. Sin misterios, el primer párrafo desvela el secreto que recorren sus 233 páginas:

Hemos comprado una librería. En Viena. Escribimos un email con unas cifras, ofreciendo una cantidad que no teníamos, y al cabo de unas semanas llego la respuesta: acaba usted de comprar una librería. Algo así sólo te pasa en eBay, cuando te dejas arrastrar y pujas más allá de lo que en realidad querías, como cuando a la niña se le antoja muchísimo el Lego de Harry Potter, y entonces vas y escribes esa cantidad y no aparece nadie, maldita sea, que ofrezca más. Y ahora hemos pujado, con un dinero que no tenemos, por una librería que está en una ciudad donde no vivimos. Y la hemos conseguido. ¿Y ahora qué? Pues ahora tenemos que apechugar con el asunto.[1]

Sin misterios. Ha escrito la novela con que me hubiere gustado presentarme como autor novel de ficción; con una narrativa suave y cautivadora, de relato ligero pero arrebatador, de tonos armoniosos y con una trama simple pero inteligente que me permitiera los juegos y las posibilidades de alguien que aspira a ser leído por un público de mediano a exigente que encuentre interesantes mis ideas y los juegos. Hartlieb lo ha hecho, se ha puesto por delante y, en sueños, me veo rebuscando en viejas libretas y antiguos apuntes, rearmando otra anécdota, repensando aquel posible cuento, imaginando una nueva historia.
¿Pero, se preguntarán, qué tiene de maravilloso que alguien escriba sobre una librería, a la que ha comprado –por cierto- siguiendo un impulso y no la razón? O, quizá, se cuestionan ¿cuál es la maravilla, si de librerías estamos fritos en referencias por cuanto autor estudiamos? No mucho. Bien poco, probablemente. Sólo es asunto de afinidad, de placer; de pasión. No mucho, pero en lo personal cuando este o aquel autor anota que en su biblioteca la luz del sol entra por poniente y sus libreros son de madera pintada en azul que ya destiñe, o cuando este o aquel autor dice que en aquella librería encontró el rostro del que quería que alguno de sus personajes se enamorara cuando la chica que le atendió le entregaba tal libro con unos enormes ojos verdes y grandes pestañas de las que parecían soplar fuertes huracanes, o cuando este o aquel autor recuerda que en el mercadillo su librero de toda la vida le sorprendió con aquella primera edición que sólo él sabe reconocer y valorar, o cuando este o aquel autor no sólo dicen las obras favoritas o que más le han influido, también dicen cuáles libros son; los recuerdan como si continuaran en sus manos, frente la vista y señalan la edición, el año, la portadilla y uno que otro detalle más; entonces, ahí es que ese no mucho, que ese bien poco, puede comprenderse.
Tal vez, quizá no mucho. Tal vez, bien poco puede ser. Pero, es la re-creación del goce, el placer solaz. Es una partida en la que todos los lectores alineamos; ya para defender, ya para atacar. Es una fiesta o pasatiempo o retozo o juerga, que produce este placer que nos agita y que nos detiene, que nos sacia o se nos posterga, descubierto, hace ya mucho tiempo, en los libros. Y, en esa librería maravillosa de Hartlieb late una aventura, a la Indiana Jones, de los libros que me hubiese encantado vivir y contarla «[…] pues nosotros amamos los libros (por no decir que somos unos locos de los libros), aunque no vaya absolutamente nada con nuestro tiempo, marcado por la obsesión de crecer y la borrachera del beneficio».[2]
Hartlieb no sólo ha escrito la novela que me hubiera encantado escribir, también ha llevado una vida que me embriagaría vivir. No es que se trate de un cuento de hadas, esos sólo los chicos majos los añoran; pero, se trata de un sueño, un ideal, un proyecto de vida. Si no escribir una novela que más de diez hayan leído y criticado, sí, al jubilarme de profesor universitario, poner mi librería, atendida a sol y sombra por mí y, aunque con una página web bien decente que juegue con las maneras de las revistas electrónicas, que mantenga el toque tradicional, donde los libreros sepan de libros, lean libros y les encante hablar de libros. Si no escribir una novela que es contar historias, sí ser librero de los buenos, de esos que saben de los libros que venden y cuentan historias; de esos que venden libros porque al leerlos quieren que lo lean sus cercanos y todos los demás. Si no escribir una novela, sí tener una librería; no un bar, no una cabaña en la sierra, ni una casa en la playa; porque mi vida sin libros no la veo, no la acaricio como se acaricia el cabello de la mujer que adoras o pasas los dedos sobre las páginas de esta novela que no he escrito, que me hubiera encantado escribir y que he disfrutado leer hasta la saciedad.




[1]      Petra Hartlieb, Mi maravillosa librería, Traducción de Manolo Laguillo, España, Editorial Periférica, 2015, p. 11.
[2]     Op. Cit. Mi maravillosa librería, p. 169.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Notas a "Los territorios del libro".

Mundillos insignificantes, los libros y afines
Notas a Los territorios del libro. Paradojos, aporías y desvelos  de Manuel Dávila

 
 (Dictionary Art Print, Vintage posters, Drawing, digital Ilustration, ideas, 
wall Office decro, home & Living, more, "Admiration for Bansky")

Artículo reblogeado por  Trama editorial
Artículo publicado en el semanario cultural La Gualdra, 225



  Edgar A. G. Encina



El límite no está marcado por la imaginación o por nuestra capacidad de discutir el tema, tampoco es visible desde la montaña más alta, ni ha sido posible dibujarla en obra cualquiera; Los territorios del libro [Trama editorial, 2015] por los que se pregunta Manuel Dávila Galindo Olivares (Ciudad de México; 1980) parecen ser engañosos. Próximos. Distantes. Similar al juego ondulante que crea una piedra al caer en el agua, la onda se aleja de la roca pero se acerca al sitio desde el que fue arrojada. Distante. La oscilación se aleja creando círculos cada vez más grandes, cada vez más tenues, cada vez más allá. Próximo. El curvilíneo arco se aproxima rápido, feroz, acortando las posibilidades hasta su arribo y -¡pum!- desvanecimiento, dejando un último rastro espumoso.
La obra tiene su propuesta. De entrada no ha caído en el acento académico-monacal de la mayoría de textos que abordan el tema del libro; sus actualidades y devenires, la era digital y las novedosas maneras físico-portables, los lectores antiguos y nuevos y porvenires. Es, a su manera, un giro. ¿Provocadora? Es posible, depende de los anteojos del lector. ¿Propositiva? Obviamente, aunque su lenguaje puede alejar al abrumado que juzgue ver en la informalidad los peligros del opinismo, como en los tertulianos de la tv.
Entonces, ¿cuáles son Los territorios del libro? ¿Si su marca no está diferenciada por nuestra imaginación o capacidad retórico-narrativa, dónde se trazan sus límites? ¿Qué está dentro? ¿Qué queda fuera? Preguntas esenciales que brincan aun sin tener en cuenta lo que ha escrito Dávila Galindo que en todo momento abraza la imposibilidad acechar lo que abarca. Ya porque «la red de bibliotecas públicas [al menos en Latinoamérica] es tan útil como un par de mocasines en un partido de hockey sobre hielo». Ya porque se suma lo sabido por todos, y es « que hace mucho tiempo que los lectores y las librerías andan [andamos] caminos distintos».
Decir que la mejor descripción que se me ocurre de Los territorios del libro es que es divertida y, a veces, desafiante, es algo pero no todo. Divertida por el acento de la redacción. Desafiante por las formas de plantear temas que de otra manera sólo interesan a los insignificantes mundillos del libro, y afines. Prefiero que una breve selección anote –sugerentemente- lo que no alcanzo a decir:
  •  «El futuro no está en Internet, eso seguro, pero la herramienta que moldeará el futuro sí es Internet».
  • «El verdadero trabajo del librero, y lo único que garantizará su existencia en el futuro, es la posibilidad de la venta sugerida, personalizada, arriesgada y con un alto índice de satisfacción».
  • «El conocimiento se ha vuelto cotidiano; me corrijo: el acceso a la información se ha vuelto cotidiano».
  • «Aprender a comprar es probablemente lo más arriesgado en la transformación de las librerías al futuro. Una librería que no tiene los libros que necesita tener es una librería condenada. O tal vez no».
  • «Si pudiéramos convertir al 10% de los usuarios de estas redes en potenciales lectores de libros, estaríamos hablando de florecimiento del libro como medio de comunicación masivo».
  • «Dejaremos el negocio de los libros y entraremos al negocio de los lectores».
  • «La librería del futuro no tendrá quizá libros, pero siempre será quien mejor los conoce, los entiende, los promociona. Extraño pensarlo, ¿no? Las librerías del futuro serán la traslación del pasado a través de la experiencia de un usuario que mutuará y nos marcará el paso para seguirlo a través de estos cambios».
  • «En pocas palabras, el gran problema de vender libros son los libros» (27)
  • «En realidad Amazon no está interesado en ser el asesino del libro físico: su verdadero negocio reside en darles las armas a las personas indicadas y esperar pacientemente a que éstas sean las encargadas de pegarle el tiro de gracia» (30)
  • «El libro no está destinado a la muerte, está viviendo la transformación, y la posibilidad de que esta transformación no permee cada centímetro del continente del libro es absurdo».
  • El contenido es la piedra angular del entretenimiento.
  • «El lector está harto de las librerías, está harto de los editores, está harto de ser el único que no se beneficia comercialmente de esta relación con el libro. El viejo argumento de «el libro vale lo que vale» los ha cansado, los ha enojado y ahora encuentran en los eTailers el arma ideal para cambias las reglas del juego».
  • «Al final, lo que tenemos que aclarar es que, en la dictadura del lector, todos somos una especie en peligro de extinción».

jueves, 26 de noviembre de 2015

Entrevista a distancia a Maritza M. Buendía

dEl encanto de la contemplación y el Movimiento
Entrevista a distancia a Maritza M. Buendía



The Painter’s Family, Henri  Matisse (Francia; 1864-1954), 1911


Edgar A. G. Encina

Artículo publicado en el semanario cultural Crítica. Fondo y forma.

No es la primera ocasión que me atrevo hacer públicas algunas líneas motivadas por el trabajo de Maritza M. Buendía (Ojocaliente; 1974). Sino mal recuerdo, esta es la segunda vez. La primera, años ha, fue a propósito de las masomenos 128 páginas de aquella Isla de sombras. Una aproximación a la vida y a la obra de Roberto Cabral del Hoyo, editada en el cada vez más lejano 1998. Este segundo momento es más bien oportunista. Le he pedido que responda a un breve cuestionario y me aprovecho para hacer la introducción.
Resistiéndose, Maritza se piensa las palabras, las lleva apenas; cada una puesta en su lugar, pensada un par de veces. Planeadas. Entablan un diálogo que huele a soliloquio interno. La imagino escribiendo como al viajero que prepara la maleta; ya pone un abrigo, ya quita las zapatillas para la lluvia, ya descarta un par de camisetas azules, ya se piensa si llevar un eléctrico como la secadora o hacer espacio para los souvenirs del retorno. No quiere demorar; es de ida y vuelta, es porque le han invitado, es porque ha dicho que sí, es porque se trata de cumplir. Planeadas. Aún, es un compromiso y se ha dispuesta seria a fraguar su narrativa; dispuesta la maleta de viaje, sabe a dónde va, a qué va y porque va.
Por otro lado, yo he esperado su arribo. Le leo subrayando algunas palabras; intento tejer a mi manera la urdimbre que ella aquí ha tramado. Deseo. Imposibilidad. Presencia de algo terrible. Algo que no se puede decir. Anhelo de ver el cuerpo desnudo. Dolor Abrazo amoroso. Cachetada: contundente. Expresar y sostener. Todas, elementos de viaje, llegan, se asientan, plantean una semántica que, lo menos, provoca.
Lector, dejo apenas estas líneas que no remarcan ni la inmolación del escritor ni el decir acallado del autor, pero que –muy a mi manera- presentan a M. Buendía, que sin escribir de política lo ha hecho contundentemente.

La imposibilidad de escribir poesía.
No sé si exista esa imposibilidad. Existe y no, ahí la trampa. Como el amor o el erotismo, o la llama doble de Paz, escribir poesía se relaciona a ese deseo, impulso o fascinación de querer tocar la llama a pesar del riesgo y la quemadura. La esencia de lo humano se representa justamente ahí: en el encanto de contemplar esa llama, en la tentación y la reserva. Luego, el deseo de escribir poesía existe siempre como imposibilidad, no hay alternativas. Como humanos, como seres imperfectos, el terreno de la poesía nos está vedado, es un espacio consagrado a los dioses. Por eso, de fondo, las palabras evidencian la presencia de algo terrible: aquello que no se puede decir, no porque no tengamos palabras para decirlo, sino porque no existen palabras para ello. Para una escritora como Inés Arredondo esa es la apuesta de sus cuentos: lograr que sus personajes ahonden en el misterio de “las sensaciones totales”, para Borges es “El Aleph”. Dentro de los mitos, es la sentencia que emite la diosa Diana cuando Acteón la descubre en el baño: “Ahora ve a decir que me has visto sin velo, si puedes hacerlo, yo consiente”. Y claro está, Acteón, voyeur, presencia lo sagrado pero es un simple mortal, y esa mirada tiene sus consecuencias, su castigo: Diana convierte a Acteón en un ciervo y los perros con los que él solía cazar terminan por devorarlo. A la hora de su muerte, convertido en bestia, de la garganta de Acteón no brota ningún sonido.
Toda verdadera escritura (independiente de la forma que la contiene: llámese cuento, novela, ensayo o poema) pone a prueba esa imposibilidad, esa falla implícita que tienen las palabras y que Acteón representa en el momento de su muerte. No obstante, eso no elimina la belleza del intento: el deseo de tocar la llama, el anhelo de ver el cuerpo desnudo de la diosa.

Narrativa poética o prosa poética.
Escritura. Los géneros se tocan, se mezclan, se confunden. Cuando se escribe, los géneros se nublan. No desaparecen, sólo se nublan. Entonces pesa más la libertad, el sentimiento gozoso de estar sumergido en la escritura. Sentimiento gozoso, placentero, más no por eso ausente de dolor, de conmoción. La escritura con-mueve porque el escritor se mueve con aquello que escribe. Es una invitación de brazos abiertos para que el lector se deje conducir por esa danza en una especie de abrazo amoroso. Como resultado, en la escritura pesa más la coherencia, la verosimilitud, el ritmo, el tono, es decir, la respiración del texto. La pregunta es la misma: ¿con qué aliento se escribe? La escritura y el deseo se asemejan, obedecen a una misma fuerza: movimiento, acción, riesgo, a pesar de su imposibilidad, de su fracaso. Ya lo dijo Eloísa: “Sólo se desea lo que no se puede poseer”. Y la literatura es generosa, sí, pero como nuestra mejor amante (como la única amante), es celosa y escurridiza, inatrapable. Acaso tan sólo regala la ilusión del cortejo. Y el escritor se rinde, claro que se rinde, el escritor se entrega de lleno a ese cortejo.

Temas tabú, temas de imposible trato.
La política.

Los favores del cuento. Las libertadas narrativas.
Un cuento debe ser como una cachetada: contundente, con toda la mano abierta, bien plantada. El artificio consiste en la suavidad con la que se percibe ese golpe, suavidad entendida también como asombro, pasmo, desconcierto. Sí, un cuento es un golpe que se recibe como caricia. Ahí su magia.

Escribir ensayo.
Creo que la narrativa y el ensayo parten de un anhelo, pero se diferencian por la manera como abordan ese anhelo. Surge una idea, un algo que se quiere decir a través de las palabras. La narrativa buscaría describir esa idea, crea personajes, escenarios, tiempos, ambientes, y todo ello se dispone al servicio de esa idea. De igual manera, el ensayo surge también de una idea, de algo que se quiere decir, pero, a diferencia de la narrativa, busca argumentar esa idea para ponerla a prueba, para sopesarla, para ver si se modifica o se mantiene. El ensayo busca la re-flexión, es un volver a para producir otra cosa, por eso se ampara de estrategias que lo ayuden a expresar y a sostener su pensamiento.

Cuentos y novelas, mitos. Y no precisamente en una tina.
·        El amante y El hombre sentado en el pasillo, de MargueriteDurás
·        Historia de O, de PaulineRéage
·        El baño de Diana, de Pierre Klossowski

·        Las Metamorfosis, de Ovidio.

Las tesis sobre la salud de Sigifredo Esquivel Marín


Tesis sobre la salud
15 temas dispuestos por Sigifredo Esquivel Marìn
 
(Monhegan’s Schoolteacher, Jamie Wyeth (EUA; 1946) 2000-04)
Edgar A. G. Encina

Artículo publicado en el semanario Crítica. Fondo y forma.

En la mesa de novedades el título despuntaba: El yoga como filosofía. Rodeado por otros más, éste era el único ejemplar que, además, llevaba un una nota agarrada con un clip que ponía «ejemplares agotados». De inmediato, llevado por el incrédulo morbo, pregunté al chico que atiende si era verdad la sentencia allí o era una estrategia de mercadotecnia. Le causo gracia. «No -aseveró como con burlona autoridad-. Ya no quedan más ejemplares. Los que han llegado se han ido. ¿Por qué todos dudáis?» Tenía razón y todos los que habíamos preguntado también teníamos cierto motivo razonado; era no dar crédito o no comprender cómo era que ese título era el único agotado en la librería de la Facultad de Filología. Junto a los Savater, los Eco y cientos otros; al lado de estudios del lenguaje, de la poética de tal o cual, de la historia medieval de aquel país o de las relecturas de ese personaje fundamental; ese era el único título agotado y ya es qué decir.
         Esta semana Sigifredo Esquivel Marín ha redactado sus «15 tesis sobre la salud» motivado por un breve cuestionario que le enviara días atrás. Creo que ha sido de los encuestados al que más sui generis -por ponerlo así- tema le ha tocado abordar y, a su vez, ha sido el primero que decidió tomar en cuenta lo que le cuestionaba pero irse por su propia avenida. ¡Bien aventurado! En sus palabras responde de mi intriga por aquel título agotado y exhibe como todo está a la venta, en grandes vidrieras luminosas. Si al inicio, lector, notas el tono psicoanalítico no desfallezcas; que al avanzar Esquivel Marín nos pone delante del cine como una ventana dolorosa de la dolorida realidad y nos lleva a sitios que nunca están de más dialogar.

         Aquí las «15 tesis sobre la salud»:

1.       La salud es un proceso integral autopoético que conecta individuo y entorno, y en tanto proceso integra la enfermedad, la vida y la muerte. Hoy que el mundo humano está enfermo, el individuo está enfermo; las enfermedades del cuerpo por más graves que sean no son sino síntomas que aluden a las enfermedades de alma. El alma de nuestro tiempo está gravemente enferma. Y esto no es ningún alarmismo pesimista, es la constatación del mundo en el que estamos inmersos.

2.      Hoy que no se cree en el espíritu ni tampoco en el alma, las enfermedades espirituales son las más graves, vivimos en un mundo desalmado. La banalización, la barbarie, la violencia, la estupidez son algunas de las manifestaciones de las patologías superiores de nuestro tiempo. La obesidad, la desnutrición, la anorexia y la bulimia, el estrés, las adicciones, representan algunos síntomas corporales de la devastación social creciente.

3.      La cultura New Age (y sus pócimas y placebos) ofrece un repertorio amplio de remedios para la infelicidad y carencia espiritual, pero los remedios no son sino vulgares remedos, convertidos en mercancías lucrativas; la espiritualidad como marca registrada. Las religiones portátiles y a la carta radicalizan el narcisismo posmoderno infantilizado.

4.     El sistema-mundo-capitalista se constituye como el horizonte de realización de la utopía más apocalíptica; la ciencia ficción es cosa de niños comparada con la hecatombe social y ecocida que se aproxima.

5.      Yoga y Meditación pueden ser dos herramientas de subjetivación existencial que permitan religar ser humano y mundo desde un equilibrio dinámico y orgánico, empero en sus prácticas modernas occidentalizadas enfrentan los peligros y desafíos de la cultura New Age y de la creación de burbujas higiénicas de cristal. No obstante ninguna propuesta con sentido de salud o armonía humana puede darse al margen de la re-conexión del individuo, la sociedad y el mundo de vida.

6.     El deporte en una sociedad sedentaria se convierte en un verdadero lujo, tener tiempo libre es la cosa más preciada por una sociedad hacendosa y competitiva que no hace sino matar literalmente el tiempo. El tempo de los antiguos nos está vedado a los hombres que tenemos un frenesí absurdo. La prisa de la hiper-modernidad va a tono con el hiper-consumo. Todo se vuelve hiper, incluyendo la vida misma que ahora es supervivencia. Somos sobrevivientes de nosotros mismos –al menos eso intentamos.

7.     El cine –según Deleuze, el arte de pensar radicalmente el mundo– describe mejor que nada el estado de devastación de la salud, la vida y la supervivencia humana contemporánea. El cine representa hoy las patologías humanas en su caldo de cultivo en crudo y al rojo vivo.

8.     Encuentro tres películas que dan cuenta de forma paradigmática de la condición humana en su coyuntura liminal extrema: Niwemang (Media luna) y Lâkpošthâ ham parvâz mikonand (Las tortugas pueden volar) de Bahman Ghobadi, y Saghâ-ye velgard «Perros vagabundos», titulada en español como «Los niños del fin del mundo», de Marzieh Meshkini son tres obras maestras donde el ser humano se confronta con situaciones limítrofes bajo un horizonte poético trascendente. A diferencia del cine occidental, el cine oriental que en la actualidad no deja de tener una fuerte influencia e intertextualidad occidental, aún tiene la potencia de mostrar detalles singulares únicos, discretos e intransferibles.

9.     Por lo demás la creación artística y literaria no ofrece respuestas de fondo a la crisis de sentido de nuestro tiempo; sus fórmulas soteriológicas de una religión laica son gestos bellos, trágicos, desesperados, retóricos e impotentes ante la devastación de sentido. Aunque la tragicidad de su belleza no deja de ser fuente discreta de sentido.

10.  La ausencia radical de sentido instaura la experiencia del ser contemporáneo. El mundo contemporáneo radicaliza la ambivalencia, aporía, contradicción, opacidad, fractura y quiebra indesmontables e infranqueables.

11.    Una sociedad narcótica es la otra cara de una sociedad neurótica que sufre pero es incapaz de aceptar el sufrimiento. La cultura del confort y la comodidad está en todos los ámbitos; el confort y la comodidad actuales alargan la agonía del sufrimiento.

12.   Si algo perjudica el lugar de ayudarnos, son los libros de autoayuda, que literalmente son libros de hetero-ayuda, pues nos dicen qué y cómo hacer las cosas, evitan la molestia de pensar por cuenta propia, empero sin malestar no hay pensamiento crítico. Prótesis físicas y mentales que nos convierten en inválidos intelectuales, autómatas consumistas consumidos.

13.   El arte de la sobrevivencia constituye una de las formas fundamentales de la existencia humana actual.

14.  La esperanza –como la utopía, como el horizonte– se presenta como alma en pena que se ausenta inmisericordemente. Darse el tiempo libre para soñar otro mundo compartido más justo forma parte de un proyecto de vida singular-plural que hoy da risa o bien da miedo, porque el superviviente no se reconoce en el rostro del otro.

15.   La vida humana aparece hoy como el gran tema y problema de nuestro tiempo. Pensar la vida es pensar la fragilidad esencial.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Breves notas a propósito de Los caciques de Carlos Arniches


De la rabiosa actualidad
a la Incolora campiña

Edgar A. G. Encina
Texto publicado el suplemento cultural La Gualdra, 222


 Hoy, en el metro, mientras me dirigía de la Universidad Complutense a Biblioteca Nacional, un par de chicos ataviados como los caballeros del dieciséis tomaron por asalto el vagón. No fue violento. No hubo armas de detonación, aunque sí muchas palabrotas. Uno detrás del otro, el par subió con talante mayoral; seguros de sí empezaron a dirigirse a uno u otro de nosotros provocando la atención, un poco temeraria y dubitativa, de los viajantes. Hicieron comentarios fortuitos, ya con una chica que llevaba una planta, ya con un joven que se escondía detrás de sus audífonos, ya con una mujer entrada en edad que iba de pie y mostraba su desenfado por ello. ¡Lástima! Esta historia hasta aquí llega. Mi parada llegó en el momento cuando uno de ellos, imperioso, gritó; ¿quién de vosotros ha votado al PP [pp.es]? Nadie levantó la mano. Éste volvió a piquetear; ¿cómo?, ¿de verdad nadie?, ¿cómo es esto posible, si es el partido más votado en las últimas elecciones? ¡Lástima!, de verdad que lo siento; apenas alcancé a ver las miradas burlonas de todos e intuía que el diálogo seguía más no pude adivinar si en contra o a favor de tal partido. ¡Lástima!, en un noviembre que recuerda la proximidad de las elecciones para renovar el Congreso Nacional Español y, con ello, la Presidencia, me hubiera gustado saber de qué iba esa rebatiña en esta ciudad que nadie pega cartelones de partidos políticos, ni nadie ofrece televisiones, despensas, cemento y dinero en efectivo a los pobres para que vendan su voto.
·o·o·
La estrategia es el humor; del abusivo que saca ventaja, del gobernante sin escrúpulos, del gandalla que fastidia al endeble, del terrorista en el poder que no deja escapar oportunidad para hacer sentir temor, del dictador venido a menos en ideales y a más en ambición desmedida. La estrategia es el humor; aun en novedad a pesar de que la historia relate infinidad de nombres que lo hicieron y sus múltiples maneras de llevarlo a cabo, desde que la Poética aristotélica (s. iv a.C) sugería que cada expresión en lo individual termina por valerse de una misma base emocional o la Francia de (Francia; 1544-1590), Molière (París; 1622-1673) y Racine (La Ferté-Milon; 1639-1699) que le explotó hasta instaurarle como estilo y moda, siempre recapitulando en las reglas clásicas. La estrategia es el humor, en la España desde que Lope de Vega (Madrid; 1562-1635), «el fénix de los ingenios», empleara el drama y la sátira en una literatura que ha terminado por genetizarse en el adn popular y que sólo hace un retrato elocuente, no esperpéntico, de una realidad que parece atemporal, siempre vigente.
Los caciques (1920), que abrió la temporada otoñal en el Teatro María Guerrero, se inscriben en todo lo anterior. Los Caciques, junto a La Señorita de Trévelez (1916), es la mayor obra de denuncia social del costumbrista, afirma el director Ángel Fernández Montesinos (Murcia; 1930) en una entrevista con Isabel Valdés de El Pais. La versión de este año es una adaptación del premio Ceres 2012 Juanjo Seoane y Montesinos que, afirman los lectores más avisados del dramaturgo Carlo Arniches (Alicante; 1866-1943), va en toda la línea del guion original, del cual es posible ver la versión cinematográfica que Tve produjo con la actuación de Pablo Sanz (Segovia; 1932-2012), Maria Luisa Ponte (Valladolid; 1918-1996) y otros -versión disponible en Youtube.
La obra transcurre en noventa minutos, sin receso qué ni falta hace. Es una estupenda crítica de enredo que emplea cambios básicos en el escenario, utilizando mecanismos para aparecer o desaparecer objetos y actores, y adornada con recursos mediáticos y tecnológicos para revitalizar la narrativa. La línea es sencilla: un viejo alcalde que lleva en la silla tanto tiempo como para jubilarse al que, en medio de ese placentero ambiente, le avisan de una amenaza próxima: Madrid, el centro, ha de enviar un auditor. Temeroso, el alcalde, revestido por Juan Calot (España; 1964), reúne a su equipo próximo para armar una estrategia que evite la auditoria o, en su caso, corrompa al auditor. En el camino para lograr sus planes se corre el tiempo con relatos humorísticos y disertaciones leves que siempre van con un tono próximo.
         Los caciques, que combina las actuaciones de actores de disímiles generaciones, cobra vigencia día a día; falta ver el titular de cualquier diario. Esos actores, que en los de mayor experiencia encontramos las mejores representaciones, contagian de una «rabiosa actualidad», según anota el programa que lleva de careta el almidonado cuello negro de una camisa y una corbata a rayas. El humor es la trama de fondo que soporta toda la historia, mezcla de francos relatos que se cruzan y confunden sin perdida. El humor es la trama de fondo que presenta la vileza, la estulticia y la corrupción, como características humanas que desde el asiento toman gracia. El humor es la trama de fondo, sin risotadas, a veces elegante que parece estar aplicado a este o aquel personaje de la vida pública.
·o·o·

¡Lo había dejado pasar! Aquellos chicos que asaltaran el vagón del metro con su comedia política que ignoro sus fines, continúan paseando en los subterráneos del metro. Les he visto en otras vías. ¡Lástima! De verdad que lo siento, quizá a partir del 9 de noviembre, día de «La Almudena», hayan integrado a su guion el grito soberanista catalán dado desde la cámara barcelonesa. ¡Lástima!, porque acá las campañas políticas son aburridísimas e incoloras, a pesar de que sus personajes bien pueden llevar roja la nariz.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Entrevista a distancia con Gonzalo Lizardo




Gravedad y constancia,
la ingrata misión que el artista debe revelar

Edgar A. G. Encina
Artículo publicado en el semanario cultural Crítica. Fondo y forma


Esta semana he sido uno más de los factores que le han robado tiempo. Gonzalo, al parecer, vive una vida con tiempos así; robados por los momentos oficiales del posgrado, robados por las presentaciones que se extienden hasta los tragos nocturnos, robados por los congresos y los coloquios que llevan a dilatadas comidas o cenas, robados por sus quehaceres como profesor que ya son una y cien vidas. Partido por ese hurto, Lizardo accedió -apenas pocos días atrás- a responder la pequeña letanía de cinco preguntas y un cuestionario, que –casi intuyo- le llevó más de lo esperado y que debió respondió entre un quehacer y otra cosa que se atravesó de improvisto.
         En medio de una Madrid excitada por la nueva chica Bond, Monica Belluci (Città di Castello, Umbria; 1964), que pasea por sus calles, el concierto de Chick Korea & The Vigil [chickcorea.com] en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional, la proximidad del Festival de Jazz [festivaldejazzmadrid.com], Bonard en Mapfre de Recoletos [fundacionmapfre.org] y el ajetreo de las campañas por la presidencia española, he coincidido con Crítica…, para que, alejado un poco de ese barullo, pudiese cuestionar a Gonzalo Lizardo (Fresnillo; 1965).
Gonzalo que, según su perfil Facebook hasta el 26 de octubre del año, se congratulaba por un honorífico examen de maestría, contoneaba su asistencia al Festival Cervantino [festivalcervantino.gob.mx], posaba ausente en una fotografía tomada por Paloma y se rascaba la cabeza con su determinante: «A este paso, pronto descubriremos que la principal causa de cáncer es la vida». Lizardo ha respondido, no sin que yo le desmañanara por los horarios cruzados, sabedor que las preguntas tienen su jiribilla. Quedan, pues, las siguientes líneas que de a poco dicen mucho del escritor que sobrevive leyendo y escuchando.

·        Relación literatura-música.
La primera similitud entre estas dos artes es que se articulan con el tiempo. Así como las pinturas o las esculturas ocupan un lugar en el espacio, las novelas y las canciones nos seducen o nos raptan del tiempo durante segundos, minutos y horas para sumergirnos en el puro disfrute de la temporalidad. Además, la poesía y la música se caracterizan por armonizar lo simultáneo. Mientras lees una novela, no sólo estás escuchando el sonido de las palabras, sino la melodía de las imágenes, el ritmo de los sucesos, la armonía de las emociones que las palabras proyectan sobre la pantalla de nuestro cerebro. La música también provoca imágenes, emociones, por la conjunción simultánea de sus voces y sus instrumentos. Mientras uno oye una buena canción o lee una buena novela, el tiempo deja de ser una carga y se convierte en un placentero tormento o un doloroso deleite para nuestra alma.

·        Escribir con música o en silencio
En lo general, si se trata de leer o escribir, prefiero el silencio, para concentrarme sin distracciones con lo que estoy leyendo. Pero, ciertamente, prefiero estar rodeado por un ambiente confortable para alcanzar esa concentración. Hay música que está creada para crear ese tipo de atmósferas: pienso en la clásica ligera, en el jazz ambiental, cierta música electrónica o el rock más sutil. Por el contrario, cuando de veras quiero escuchar música no me gusta distraerme con lecturas, ni mucho menos escribiendo: prefiero cerrar los ojos para clavarme en la letra o en la instrumentación, o dejar que la música mueva mi cuerpo, bailando o brincando. Así como me gusta leer cosas ligeras mientras tengo que hacer filas o viajar en camión, me encanta escuchar música mientras manejo: con un buen soundtrack, es posible sobrevivir las horas que uno pierde en el auto, y cualquier viaje en carretera se vuelve una buena experiencia.

·        El arte y lo efímero
Si los dioses son efímeros, cuantimás el arte. Por muy sólido que parezca su calidad o su materia, es obvio que ninguna obra es eterna, ni los poemas épicos, ni los grandes monumentos. Pero, paradójicamente, si tiene el arte una misión es la de revelar, a los hombres de su tiempo, las verdades inmutables de lo humano. El poeta, al igual que los profesores o los políticos o los plomeros, debe trabajar para sus contemporáneos, que son mortales y efímeros, aunque, a diferencia de ellos, tenga una misión más ingrata: la de mostrar ante los mortales, precisamente, lo que hay de grave y constante en su naturaleza. Cuando una canción o una pintura o una novela nos conmueven de verdad, es porque consiguen hacernos experimentar, en nuestra propia y efímera carne, la emoción atemporal de sentir el amor, de encarar la fatalidad o, incluso de padecer esta vida efímera nuestra. Esta paradoja entre el anhelo de eternidad y la condena de lo perenne es intrínseca no sólo al arte sino a toda actividad humana en busca del sentido.

·        Lectura y lujuria
Por supuesto, hay un vínculo muy íntimo entre cierto tipo de lectura y cierto tipo de lujuria. Existen muchas motivaciones para leer, por supuesto, y la mayoría son poco placenteras: leemos para aprender, para viajar, para informarnos, para matar el tiempo, para cocinar o, en general, para trabajar o capacitarnos mejor en nuestra vida diaria. Pero también existen, desde hace muchos siglos, libros escritos para excitar nuestra lujuria, por un lado y, por el otro, libros que son leídos con una especie de lujuria: libros que aceleran nuestro pulso, que absorben nuestras energías laborales y excitan nuestro deseo con una pasión muy semejante a la pasión amorosa. Este tipo de lectura se ubica en el extremo contrario al de la lectura “utilitaria” o “funcional”: es una lectura compulsiva, que se consume con el corazón y con el cuerpo más que con la inteligencia o la razón. Por supuesto, es un tipo de lectura muy raro, pero muy extremo y muy, muy intenso.

·        Literatura y mi USB
Se trata, a mi parecer, de una falsa polémica. Desde que la literatura escrita existe, los soportes materiales de los textos —sus formatos concretos— han cambiado continuamente, en función de sus usos específicos. Desde el Renacimiento, el desarrollo tecnológico de la imprenta permitió que surgieran libros en distintos formatos, diseñados para facilitar su uso en diferentes circunstancias, académicas o recreativas. En ese sentido, el libro tradicional no debería sentirse amenazado por el aparente auge del libro digital. En ciertas circunstancias, como la lectura académica y científica, es más cómodo el formato digital, pues en él se facilita la búsqueda de palabras claves o de referencias concretas. El libro físico, material, será siempre más cómodo para la lectura hedonista, por placer, cuando queremos leer en el parque o en la cama. Soy optimista en ese sentido: el buen lector, el lector de verdad, no se intimida con el cambio de formato.

·        Tus cinco rolas preferidas.
Bueno, para empezar, pedirme que elija solo cinco canciones es un poco arbitrario, y me pone en un grave dilema. Poner más canciones, por el contrario, sería abusar de tu complacencia. Así que escogeré solo cinco, pero solo de música clásica, como podría elegir de jazz o de rock en español, por mencionar algunos géneros.
  1. «Piano concerto No. 4» de Ludwig van Beethoven.
  2. «La consagración de la primavera» de Stravinsky.
  3. «Music for 18 musicians» de Steve Reich.
  4. «Spiegel im spiegel» de Arvo Part
  5. «Art of fugue», Johann Sebastian Bach.

domingo, 18 de octubre de 2015

5 preguntas y una lista para Alejandro García Ortega

La imposible vida sin literatura



Edgar A. G. Encina

Artículo publicado en el semanario cultural Critica. Forma y Fondo


Amén de precisarlo, una de las maneras de la enseñanza que anota George Steiner (París; 1929) en sus Lecciones de los maestros (Siruela, 2011) es la que encuentra o que se descubre en armonía con la recepción. Da y toma. Adolfo Castanón le ha llamado armonía amorosa («Al margen de las lecciones de Seiner» en Letras libres, febrero, 2006). Da y toma. Adjetivada la frase, quizá, más que poética, melosa pero real y fructífera y musical. Da y toma.
Esta semana inicia una serie de charlas a larga distancia. El que redacta, desde Madrid. El que responde, en México. Esta semana inicia una serie de charlas, el primero ha de ser Alejandro García Ortega (León; 1959), figura-figurón de la literatura en Zacatecas que, dispuesto, ha respondido un breve cuestionario y, ablandado, se descubre en sus cinco títulos para entender el mundo. Esta semana inicia una serie de charlas, la de ahora con un narrador y biblómano-bibliófilo por naturaleza, que deja en claro la imposibilidad de vivir sin literatura, de estar fuera de la literatura.
Quizá faltó preguntarle por su mayor temor, aunque perder la vista o ver arder la biblioteca propia, le hagan dudar por una u otra respuesta. Las siguientes líneas son las palabras de un Lector que se conserva para sí, que desentraña y ve como conciencia y realidad al lenguaje. Lector mayor, por la altura ética y la vida, que desde sus lecturas pretexta la ficción como fundamento para la crítica y la autocrítica. Da y toma.

¿Qué es la realidad?
Es una explicación y comprensión de las relaciones entre los seres humanos y los objetos concretos y abstractos. Si pensamos en una gran cámara que nos dé idea total del mundo, tendemos a pensar (la imagen del desastre en Matrix) ¿quién la puso ahí de ese modo específico?, ¿por qué y para qué? y ¿qué significado y sentido tiene la toma misma? Los objetos, los seres allí están, pero es la relación lo importante y esto se logra con la comunicación, es decir, con el lenguaje y, por ende, a través del ejercicio siempre activo y constructivo de la conciencia. Paul Watzlawick habla de los canales y de los contextos como mecanismos operadores en donde concuerden lo individual y lo social. Julian Jaynes habla de que la comprensión es el resultado de un modelo y de los datos que permiten entender su funcionamiento y habla de los análogos como fuente de explicación.
De Allí que en principio no haya una realidad, haya muchas realidades y que la comunicación permite el acuerdo o el desacuerdo sobre la relación entre cosas y el sentido que de ellas tiene el hombre. Esto permite abusos, porque el acuerdo no siempre es igualitario, pero de entrada da al hombre la posibilidad de percibir lo que otros no.
Por eso el énfasis de los grupos poderosos en construir escenarios o percepciones en donde se ancle una realidad que la mayoría acepte y que a ellos les beneficie.

¿La ficción es parte de la realidad?
Sería una de las realidades posibles, pero una vez que uno entiende que no hay una realidad única sino posibles interpretaciones del mundo, de los objetos, de los seres, encuentra un pleno lugar la ficción; pero a la vez, es posible que la ficción tenga más características de realidad real que esa realidad real o una interpretación realista de esa realidad real (o mundo de objetos y seres). Pienso en el cuento “La tercera expedición” de Ray Bradbury, pese a lo imposible de su realización en eventos comprobables, el texto se muestra como rutinario, cercano, posible. Y también es cierto que podemos vivir a costa de ficciones en donde ese mundo de objetos y convivencia de seres legaliza la mentira o la hace ley. Los boletines de prensa de las oficinas gubernamentales suelen hablar de paraísos superiores al Paraíso terrenal de que fueron expulsados Adán y Eva.

¿Cómo está presente la realidad en la ficción?
Está presente a través del lenguaje, a través de referentes cercanos o comprobables que se tornan diferentes o sea que se transforman. Nosotros siempre partimos de un mundo real que nos es extrañado en la ficción y en la literatura. Pero tal vez debí decir que la realidad está presente en la ficción porque es realidad en sí.
Ya como texto, la ficción o la literatura entera presenta una modalidad que no tienen los textos médicos o jurídicos (como ejemplifica Peter M. Hejl): si un médico escribe en una novela que el personaje x tiene SIDA y eso resulta falso, tendrá consecuencias en la vida del paciente, en la carrera del médico y podría tener puniciones legales. Lo mismo sucede con el abogado: una mala defensa lleva a su cliente a la cárcel. En la literatura todo eso pasa sin que se pongan en riesgo los personajes pues no van más allá del ámbito de la lectura. Y lo mismo sucede con lo transgresivo, en la literatura llaman al consciente o inconsciente a proclamarse sobre el lugar de esas fantasías en su vida.

¿Cómo observa la academia a la ficción?
Vive de ella, en el caso de los estudios sobre literatura, pero ella misma es la ficción de la ficción. En principio surge gracias a la literatura, pero por momentos quisiera sustituirla, dominarla. En gran parte eso tiene que ver con las ortodoxias y las heterodoxias y con las intervenciones de otras realidades como las ideológicas. También por momentos la Academia conserva a la literatura. Ni modo de negar que tanto Shakespeare, como Cervantes, como Goethe, como Paz, gozan de una infraestructura material y exegética que les permite mantenerse en el gusto de cierto público. Tal peso llega a convertirse en ficticio, porque los lectores entran a los textos abrumados por esos pesos ajenos a la lectura.

¿Es la ficción la respuesta a nuestras preguntas?
Es una respuesta, efectivamente. En el mundo alterno de la literatura que no es la descripción o la explicación de las cosas que nos rodean, sino que recurren a la construcción de un mundo parecido sin referentes (aunque ya dije que el lector hace referencias para meterse al texto) el texto comunica. En la ficción está la inquietud por el tiempo, por qué el hombre se degrada o pierde energía, por qué muere. Y lo mismo por qué el hombre encuentra atracción en alguien del otro sexo o incluso en alguien de su mismo sexo o por qué de pronto monta en cólera y destruye.

Cinco títulos para entender la vida
  • 1.       Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sabato
  • 2.      Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
  • 3.      Cuentos completos de Guy de Maupassant
  • 4.     Poesía completa de César Vallejo
  • 5.      Los niños y la muerte de Elisabeth Kübler-Ross

De las Presentaciones de libros

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