De
la rabiosa actualidad
a la Incolora campiña
Edgar A. G. Encina
Texto publicado el suplemento cultural La Gualdra, 222
Hoy, en el metro,
mientras me dirigía de la Universidad Complutense a Biblioteca Nacional, un par
de chicos ataviados como los caballeros del dieciséis tomaron por asalto el
vagón. No fue violento. No hubo armas de detonación, aunque sí muchas
palabrotas. Uno detrás del otro, el par subió con talante mayoral; seguros de
sí empezaron a dirigirse a uno u otro de nosotros provocando la atención, un
poco temeraria y dubitativa, de los viajantes. Hicieron comentarios fortuitos,
ya con una chica que llevaba una planta, ya con un joven que se escondía detrás
de sus audífonos, ya con una mujer entrada en edad que iba de pie y mostraba su
desenfado por ello. ¡Lástima! Esta historia hasta aquí llega. Mi parada llegó
en el momento cuando uno de ellos, imperioso, gritó; ¿quién de vosotros ha
votado al PP [pp.es]? Nadie levantó la mano.
Éste volvió a piquetear; ¿cómo?, ¿de verdad nadie?, ¿cómo es esto posible, si
es el partido más votado en las últimas elecciones? ¡Lástima!, de verdad que lo
siento; apenas alcancé a ver las miradas burlonas de todos e intuía que el
diálogo seguía más no pude adivinar si en contra o a favor de tal partido.
¡Lástima!, en un noviembre que recuerda la proximidad de las elecciones para
renovar el Congreso Nacional Español y, con ello, la Presidencia, me hubiera
gustado saber de qué iba esa rebatiña en esta ciudad que nadie pega cartelones
de partidos políticos, ni nadie ofrece televisiones, despensas, cemento y
dinero en efectivo a los pobres para que vendan su voto.
·o·o·
La
estrategia es el humor; del abusivo que saca ventaja, del gobernante sin
escrúpulos, del gandalla que fastidia al endeble, del terrorista en el poder
que no deja escapar oportunidad para hacer sentir temor, del dictador venido a
menos en ideales y a más en ambición desmedida. La estrategia es el humor; aun
en novedad a pesar de que la historia relate infinidad de nombres que lo
hicieron y sus múltiples maneras de llevarlo a cabo, desde que la Poética aristotélica (s.
iv a.C)
sugería que cada expresión en lo individual termina por valerse de una misma
base emocional o la Francia de (Francia; 1544-1590),
Molière (París; 1622-1673) y
Racine (La Ferté-Milon; 1639-1699) que le
explotó hasta instaurarle como estilo y moda, siempre recapitulando en las
reglas clásicas. La estrategia es el humor, en la España desde que Lope de Vega
(Madrid; 1562-1635), «el fénix de los
ingenios», empleara el drama y la sátira en una literatura que ha terminado por
genetizarse en el adn popular y
que sólo hace un retrato elocuente, no esperpéntico, de una realidad que parece
atemporal, siempre vigente.
Los caciques (1920),
que abrió la temporada otoñal en el Teatro María Guerrero, se inscriben en todo
lo anterior. Los Caciques, junto a La Señorita de Trévelez (1916),
es la mayor obra de denuncia social del costumbrista, afirma el director Ángel
Fernández Montesinos (Murcia; 1930)
en una entrevista con Isabel Valdés de El Pais.
La versión de este año es una adaptación del premio Ceres 2012 Juanjo Seoane y Montesinos que, afirman los lectores más avisados del dramaturgo Carlo
Arniches (Alicante; 1866-1943),
va en toda la línea del guion original, del cual es posible ver la versión
cinematográfica que Tve produjo
con la actuación de Pablo Sanz (Segovia; 1932-2012),
Maria Luisa Ponte (Valladolid; 1918-1996)
y otros -versión disponible en Youtube.
La
obra transcurre en noventa minutos, sin receso qué ni falta hace. Es una
estupenda crítica de enredo que emplea cambios básicos en el escenario, utilizando
mecanismos para aparecer o desaparecer objetos y actores, y adornada con recursos
mediáticos y tecnológicos para revitalizar la narrativa. La línea es sencilla:
un viejo alcalde que lleva en la silla tanto tiempo como para jubilarse al que,
en medio de ese placentero ambiente, le avisan de una amenaza próxima: Madrid,
el centro, ha de enviar un auditor. Temeroso, el alcalde, revestido por Juan
Calot (España; 1964),
reúne a su equipo próximo para armar una estrategia que evite la auditoria o,
en su caso, corrompa al auditor. En el camino para lograr sus planes se corre
el tiempo con relatos humorísticos y disertaciones leves que siempre van con un
tono próximo.
Los caciques, que
combina las actuaciones de actores de disímiles generaciones, cobra vigencia
día a día; falta ver el titular de cualquier diario. Esos actores, que en los
de mayor experiencia encontramos las mejores representaciones, contagian de una
«rabiosa actualidad», según anota el programa que lleva de careta el almidonado
cuello negro de una camisa y una corbata a rayas. El humor es la trama de fondo
que soporta toda la historia, mezcla de francos relatos que se cruzan y
confunden sin perdida. El humor es la trama de fondo que presenta la vileza, la
estulticia y la corrupción, como características humanas que desde el asiento
toman gracia. El humor es la trama de fondo, sin risotadas, a veces elegante
que parece estar aplicado a este o aquel personaje de la vida pública.
·o·o·
¡Lo había dejado pasar!
Aquellos chicos que asaltaran el vagón del metro con su comedia política que
ignoro sus fines, continúan paseando en los subterráneos del metro. Les he
visto en otras vías. ¡Lástima! De verdad que lo siento, quizá a partir del 9 de
noviembre, día de «La Almudena», hayan integrado a su guion el grito
soberanista catalán dado desde la cámara barcelonesa. ¡Lástima!, porque acá las
campañas políticas son aburridísimas e incoloras, a pesar de que sus personajes
bien pueden llevar roja la nariz.
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