Estática por empatía
Edgar A. G. Encina
El texto sirvió en la presentación del libro de cuentos Estática de Abril Posas en el Segundo Encuentro de Escritores del Festival Cultural Zacatecas 2016, el miércoles 23 de marzo.
Publicado en el suplemento cultural persona «La soldadera», en la celebración del Día del Libro
Publicado en el suplemento cultural persona «La soldadera», en la celebración del Día del Libro
Estática que en la segunda definición puesta
por la Rae dice del adjetivo «que
permanece en un mismo estado, sin mudanza en él»; que en la tercera anota sobre
una persona «que se queda parada de asombro o de emoción»; que en la cuarta y la
quinta dice de la «rama de la mecánica que estudia las leyes del equilibrio» o
el «conjunto de leyes que estudia» ella misma y que tiene su raíz en el latín staticus y en la forma griega que bien
puede traducirse como el «arte de pensar».[1]
Esto último es lo que más me gusta: staticus,
«arte de pensar». La estática es, también, esa chispa eléctrica que apenas
llamea cuando tocamos algo metálico y parece quemarnos, porque antes nos
alimentamos de ella frotando una superficie pachona como la alfombra o el
tapete. Ésta, salpica y duele. Es como un cerillo apagándose en la piel, es el toque
quemador que se desprende de nosotros mismos, es la chispa que punza.
Estática
-con
cursivas- es, a su vez, el librito que Abril Posas a escrito en poco más de 30
páginas y que lleva de epígrafe un fragmento del longevo cuento «Existo porque
hay alguien que me sueña» que Giovani Papini (Italiano; 1881
a 1956)
redactó en «La última visita del caballero enfermo», en 1906.[2]
Allí, con la ilusoria figura que aparece sembrada de aprensión, dice:
[…] ¡yo soy de
la misma sustancia de que están hechos los sueños! Éxito porque hay uno que me
sueña, hay uno que duerme y sueña y me ve obrar y vivir y moverme y en este
momento sueña que yo digo todo esto. Cuando ese uno empezó a soñarme, yo empecé
a existir; cuando se despierte cesaré de existir. Yo soy una imaginación, una
creación, un huésped de sus largas fantasías nocturnas. El sueño de este uno es
tan intenso que me ha hecho visible incluso a los hombres que están despiertos.
Pero el mundo de la vigila no es el mío. Mi verdadera vida es la que discurre
lentamente en el alma de mi durmiente creador.[3]
Esta Estática de Posas, que bien puede ser la
permanencia en el mismo estado por asombro o emoción o bien una chispa que
punza y que comienza con la voz fantástica de uno que es soñado por otro que es
creador, cuenta, primero, los devaneos de Foster en el cuento que titula la
obra y, después, los quejares de «Elena». Por un lado, Foster que vive en una
ciudad –como la nuestra- en la que reina «[…] una sensación de quietud en el
centro, en donde el tiempo pasa sólo por inercia y nadie se da cuenta, pues
nada cambia, nada crece»,[4]
investiga la muerte de Andrés P., maestro de geografía en preparatoria, y,
sobre todo de Luisa B., de la que nada se sabe. ¿Trágica muerte, suicidio
pasional, asesinato irresuelto?, Foster parece ser el único en conocer la
verdad y en su demostración se desintegra de a poco e, inconsciente, se pierde
sin retorno. Por su lado, «Elena», la católica que no va a lugares oscuros con
otros hombres, ni sale de noche a verse a escondidas con un hombre, ni fuma,
pero sí se casa y sí enviuda del Candingas y jamás habla de los deberes de los
hombres católicos, es una mujer dócil, «[…] tímida, pero muy guapa, de ojos
enormes, párpados pesados y expresivos, cuello largo y [con] la postura de una
dama».[5]
Elena, Elenita que siempre vive recluida en los relatos del narrador parce
acercarse, a los ojos ajenos, a los nuestros, al tártaro que in crescendo se vuelve insufrible.
Al
final, esta edición casi de autor de la que sólo hay cien ejemplares impresos y
que lleva de portada la fotografía de una femenina zapatilla negra con un tacón
de, serán, 12 a 15 cms., me ha hecho volver al punto donde los personajes son
tan próximos que bien pueden ser fragmentos de vida de alguien cercano, de
alguien aquí. Empatía por Estática. Estática por empatía. Al final, esta
edición que debí leer desde la tableta y luego anotar dos o tres puntos en un
ejemplar físico, me da más a la Estática
que punza, chispeante desde el otro; me da más al personaje ficticio que vive
porque un creador lo hace posible, aún en sueños. Al final -aún sin o con
empatía-, los relatos de fino cuidado narrativo dejan una breve sensación de
vigilia, una de la que no siempre se desea salir.
[1] Cfr.
Diccionario de la Lengua Española de la Rae,
edición tricentenario. Fuente electrónica: http://dle.rae.es/?id=GneBGdF (consultada en
marzo de 2016).
La página electrónica de la obra: http://editorialparaisoperdido.com/instantanea-18-abril-posas/
[3] Giovani Papini, «Existo porque hay alguien
que me sueña» en El trágico cotidiano,
1906. Fuente electrónica: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ita/papini/la_ultima_visita_del_caballero_enfermo.htm
(consultada
en marzo de 2016).
[4] Op. Cit.,
Estática, p. 3.
[5] Op. Cit.,
Estática, p. 21
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