jueves, 31 de marzo de 2016

Tildes y guiones a «Exégesis e intertextualidad en la literatura, la historia y la educación»

[San Pietro all’Inferno (2016) de Nicola Samorì (Italia; 1977)]
2016, oil on linen, 300 x 170 cm. Photo Rolando Paolo Guerzoni



[Im]posibilidades de una lectura

Edgar A. G. Encina

 El texto sirvió en la presentación de la edición  Exégesis e intertextualidad  en la literatura, la historia y la educación en el marco del Festival Cultural Zacatecas 2016, el sábado 2 de abril.

(uno)
Listas
Son el «Canto ii» de la Iliada y el apartado «vv» de Teogonía – quizá-, la sección de sus respectivos relatos que más apremian una lectura conjunta al blog de notas. Es casi imposible seguirlas. Para continuar sus líneas narrativas recomiendo -porque así debí hacerlo- llevar notas al texto y seguimientos libreta aparte que permitan entrar al laberinto y salir bien liado. Se puede salir, al fin sólo se trata de algo tan efímero como leer, pero cayendo bache tras bache y llegando a la salida medio tundido, medio raspado y sin saber qué pasó. Así, recomiendo el cuadernillo y las apostillas, para, más o menos, escudriñar en las respectivas tramas. En el primer título, Homero (s. viii a.n.e.) enlaza hombres y nombres hasta perderse en el infinito cielo azul de un mar que, allá donde nuestra vista se pierde, parecen hacer el amor. En el segundo título, Hesíodo (s. vi a.n.e.) describe el árbol genealógico de los dioses que de una se hacen mil y cientos hijos. Iliada, con una anécdota abrillantada, inicia «Cual devastador fuego bosque inmenso de una montaña en las cumbres abrasa, y el resplandor de lejos se divisa, así a través del éter hasta el cielo llegaba el fulgor resplandeciente que despedía el divino bronce de los guerreros según avanzaban…».[1] Teogonía parte con «Gea [que] alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses».[2]
         A estas maneras narrativas Umberto Eco (Italiano; 1932 a 2016) les llama «La lista o el elenco» o el catálogo y Martín Solares (Mexicano; 1970) «Directorio». Eco, sostiene que si es del infinito estético que se deduce la finita contemplación es, contraparte de la sugerida, casi real, casi física de ese infinito, que no termina, que no acaba en forma.[3] Por ello, nunca acabar, jamás terminar por ejemplificar en una parte, finitud, a la totalidad, infinidad. Solares, con tono bullicioso, dice que es/son la lista de los poderosos y bien aventurados hombres del tiempo que, enterados de la redacción del apartado, pagaron porque sus nombres aparecieran allí.[4] Márquetin modo antes de Cristo. Publicidad pre-eléctrica. Desvela, esta interpretación, un censo potentado y cultural; opulento empadronamiento que encontró en la literatura la suerte de la inmortalidad.
Exégesis e intertextualidad en la literatura, la historia y la educación es un poco de ambas posturas. En sus 448 páginas compila 30 artículos de casi 40 autores, algunos repiten. Finito retrato del infinito corpus que se extiende día a día, texto a texto. Estamos, claramente, frente al directorio de los que solventaron la edición, su edición, aunque también podría surgir otro elenco in-nombrado que hicieron de este trabajo su posible registro. Lista de quienes escribieron y lo que escribieron; similar a Homero que nombró las naves y sus capitanes u Hesíodo que citó al dios naciente y sus atributos. Tiempo transcurrido. Tiempo detenido. A más de dos mil quinientos años de diferencia, descubrimos que nuestras formas muchas veces han quedado inmóviles. Exégesis e intertextualidad…, es un poco de ambas posturas y poco más, apuntes cambiados de las maneras que hemos encontrado, que tenemos para escribir, leer y ser leídos.

(dos)
In-formato, sin total.
El libro es el mejor soporte físico que la humanidad encontró para transmitir conocimiento. De mano en mano, de piel a piel; va, se asienta en el librero o en la mesilla, se oculta en el bolso o debajo de la almohada, se pierde o se encuentra o se hurta. Su historia es la más enamorada radiografía del pensamiento y de los sentimientos humanos por lo nombrable, quizá más han escrito poetas y filósofos. El libro es el mejor soporte físico que la humanidad encontró para transmitir conocimiento y, además, es el más divertido.[5] Se abre, se cierra; amante discreto, silencioso, puntual. Ahora se le suman otras formas, cual camaleón adoptan lo mejor posible sus maneras, y, sin embargo ahí radica parte de su fracaso. ¿Has leído en la tableta o en el kobo, desde el celular o la computadora? Yo sí. Algunas más placenteras, pocas, que otras. Me sigue siendo imposible dar un tirón de cien cuartillas en la pantalla del ordenador o en el móvil; los ojos me arden, la espalda se encorva doliente, las tentaciones de la red me acosan, los pendientes están así, pendientes de toda distracción. En la tableta o en el kobo la experiencia mejora, sin embargo considero los hábitos táctiles, olfativos y sensitivos, imprescindibles.
         Tradicional o no, el formato físico de Exégesis e intertextualidad…, no me va. Aquí le traen en disco, híper delgado que no pasa de los 17 gramos. A mí me lo hicieron llegar por una ligar a través de Onedrive, su peso es en otras medidas. De entrada la barrera física, los límites. Si es en disco, se requiere el equipo que lo lea, no todos los ordenadores llevan integrado un lector de esos. Si es por la red, es necesaria la conexión y determinar el soporte que lo bajará. Nadie pasa la página. Nadie toda su portada. Nadie huele sus páginas. Nadie. Nadie habrá de cortarse la yema de los dedos con sus hojas; sus peligros son otros. Tradicional o no, el formato complica al lector, le requiere además que la lectura, condiciones precisas; ahí otro más de los límites de los camaleones del libro. Antípoda. Desafiante a algunas reglas «italocalvinistas», aquí se lucha con alejar cualquier otra idea o con desear ver la tv o con huir a la hamaca,[6] pero con una cerveza, por ejemplo. Antípoda. Tradicional o no, la ambigüedad del plano de Exégesis e intertextualidad…, ya me ha entretenido. Por un lado, es parte de una herencia repitiendo el modelo de aparecer en páginas por méritos y, por el otro, se adentra a espacios apenas explorados en los que sus resultados sabemos poco más que nada y que, bien o mal, la academia ha determinado como uno más de sus refugios, sabedora de que el «[…]objeto material, como mediador entre el contenido y el lector de un texto, también es contenido».[7]
         Lo he dicho antes: 448 páginas de Exégesis e intertextualidad…, que debí leer en el ordenador y en la tableta, que por principio me llevó a divagaciones, a fronteras. Sorprendido. La edición corrió a cargo de cuatro coordinadores y dos correctoras de estilo; de un editor-diseñador y de cinco sellos auspiciadores, así se hacen notar en la carátula, además –reitero- de los  30 artículos de casi 40 autores. La división interna está pensada en 4 ejes temáticos: «La literatura y lo femenino», «El erotismo en tiempo de brujas», «De historia, literatura y política», «Literatura de aquí y de allá». Sin lector total, ediciones tipo como esta localizan sólo al lector intencional, aquel que va dirigido, sólo a este o por aquel o sobre esos tres artículos o que indaga una referencia tercera. Lector intencional que se incumbe por un fragmento y, sin temor, obtiene o consigue, sin recelo a quedar desconectado, pues así los fragmentos bien pueden formar este o aquel corpus, según se trate «[…] de visiones culturales, con lo que se deben buscar salidas para su difusión, una justa lectura en su traza…[…]».[8] Es esto, es aquí, el acento mejor marcado de Exégesis e intertextualidad…, que en su intención se haya el interés o no, por leerle.



[1]      Homero, «Canto ii vv» en Iliada, p. 595.
[2]     Hesíodo, «vv» en Teogonía, p. 126.
[3]     Cfr. Umberto Eco, El vértigo de las listas, Italia, Lumen, pp. 15 a 18.
[4]     Esta acotación aparece en un foro de Escritores mexicanos (Zacatecas, 2016) en que Martín Solares a pretexto de la presentación de su novela No manden flores habla de literatura.
[5]     Cfr. Manuel Dávila, Los territorios del libro. Paradojas, aporías y desvelos, Madrid, Trama, 2015.
[6]     Cfr. Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero, Barcelona, Brueguera, 1980, 119pp.
[7]     Berenice Reyes Herrera, «Formatos de la creación literaria zacatecana a fines del siglo xix» en Exégesis e intertextualidad en la literatura, la historia y la educación, México, Taberna libraría editores, 2015, p. 416.
[8]     Op. Cit. Ana María D’Amore y Salvador Lira, «Símbolo, conflicto y cultura: la traducción de minificciones regionales» en Exégesis e intertextualidad…, p. 445.

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