Edgar A. G. Encina
En
el 1886 de New York, Harold Klett publicó su breve «Don’t» en The Library Journal. Official Organ of The American
Library Association.[1]
Se trata de un singular artículo que enumera recomendaciones para mantener en pulcritud
y sin tachadura los libros. Poco más de veinte años después, en 1911, Xavier da
Cunha imprime su propia versión de «Don’t» con el título A Biblia dos Bibliophilos. Divagaçóes bibliographicas e
bibliotheconomicas[2]
en Coimbra. Si bien da Cunha toma de base a Klett, su obra amplía las
recomendaciones y toma mayor tiempo en las glosas y justificaciones. El par de
obras, a su vez, han sido citadas e historiadas por estudiosos del tema,
poniéndoles como clara referencia lúdica en el tema del mantenimiento sano del
libro, las conductas físicas que debe tenerse al utilizarte y las fórmulas para
conservarles en esplendor material.
Una
obra que toma de referencia tácita a «Don’t» y A Biblia dos Bibliophilos, es La
biblia de los bibliófilos. Donde se contienen los preceptos de Harold Klett,
que cambiaron de nombre en su traducción, y la glosa de Xavier de Cunha, de
nuevo glosada por Víctor Infantes.[3]
Se trata del segundo número en formato de 8vo, editado por Turpin
Editores en su colección de «…textos marginales sobre asuntos marginales (o no
tan marginales) y obras singulares de temas singulares…», según anota en el
prólogo a la edición de 2013, de 85 páginas. Así, estas son los treinta
preceptos que a lo largo del tiempo algunos autores han ido sumando:
i.
No
leer en la cama.
ii.
No
poner notas marginales, a menos que sea un Coleridge.
iii.
No
doblar las puntas de las hojas.
iv.
No
cortar con negligencia los libros nuevos.
v.
No
garabatear vuestro interesante y preciosos autógrafo en las páginas de título.
vi.
No
poner en un volumen de un peso, una encuadernación de cien pesos.
vii.
No
mojar la punta de los dedos para dar más fácilmente la vuelta a las hojas.
viii.
No
leer comiendo.
ix.
No
fiar los libros preciosos a malos encuadernadores.
x.
No
dejar caer sobre el libro las cenizas del cigarro, y aún mejor no fumar
leyendo. Esto perjudica la vista.
xi.
No
arrancar de los libros los grabados antiguos.
xii.
No
colocar vuestros libros sobre el borde exterior o canal, como se hace
frecuentemente cuando se lee y se interrumpe momentáneamente la lectura, en vez
de tomarse el trabajo de cerrar el libro después de haber puesto una señal.
xiii.
No
hacer secar hojas de plantas dentro de los libros.
xiv.
No
tener los estantes de las bibliotecas encima de los picos de gas.
xv.
No
sostener los libros sujetándolos por las tapas.
xvi.
No
estornudar sobre las páginas.
xvii.
No
arrancar las hojas de guarda de las tapas.
xviii.
No
comparar libros sin valor.
xix.
No
limpiar los libros con trapos sucios.
xx.
No
tener los libros encerrados en arquillas, escritorios, cómodas, ni armarios:
tienen necesidad de aire.
xxi.
No
encuadernar juntos dos libros diferentes.
xxii.
En
ningún caso sacar las láminas y los mapas de los libros.
xxiii.
No
cortar los libros con horquillas para el cabello.
xxiv.
No
hacer encuadernar los libros en cuero de Rusia.
xxv.
No
emplear los libros para asegurar las sillas o mesas cojas.
xxvi.
No
arrojar los libros a los gatos, ni contra los niños.
xxvii.
No
romper los libros abriéndolos enteramente y por fuerza.
xxviii.
No
leer los libros encuadernados muy cerca del fuego o de la chimenea, ni en la
hamaca, ni embarcando.
xxix.
No
dejar que los libros tomen humedad.
xxx.
No
olvidar estos consejos.
[1] Cfr.
Harold Klett, «Don’t. (Witch an apology to M. O. B. Bunce)» en The Library Journal. Official Organ of The American
Library Association, New York, Vol. xi,
January-December of 1886, pp. 116 a 117.
[2] Xavier da Cunha, A Biblia dos Bibliophilos. Divagaçóes bibliographicas e
bibliotheconomicas, Coimbra, Universidade, 1911, 4o, 103pag.
[3] Víctor
Infantes, La biblia de los bibliófilos.
Donde se contienen los preceptos de Harold Klett, que cambiaron de nombre en su
traducción, y la glosa de Xavier de Cunha, de nuevo glosada por…, España, Turpin
Editores, 2013.
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