martes, 26 de enero de 2021

De transgresores y libros prohibidos

 


De transgresores y libros prohibidos

Los delincuentes de papel de J. A. Ramos Soriano

 

Edgar A. G. Encina
Reseña comentada publicada en el número 59 de la revista Quehacer

 

 

 uno

Consta en expediente del fondo Inquisición del Archivo General de la Nación que en el Zacatecas de 1796 un individuo denunció a una mujer por tener libros. Sabemos que el delator fue el maestro de anatomía y cirugía, y que en su declaración dijo haber visto «muchos libros en una casa muy pobre». De la denunciada, además de su condición económica y que es hermana de un alumno de dicho profesor, no se tiene más información; ni nombre ni edad ni quehacer. La anécdota, que suelta una madeja de dudas e hilos, inscribe un particular episodio delincuencial conexo con la historia de los libros prohibidos. En particular, se le acusaba por la posesión de Explicación moral de fray Simón Salazar, dominico navarro popular en las librerías murcianas, impresa en Pamplona, obra prohibida por la que el comisario ordenó su confiscación y envío. Esto, claro, en paradigmático momento, pues en «la época en la que se presentó la denuncia, a fines del siglo xviii, los Borbones alentaron de manera especial la lectura, la escritura y la educación en general de las mujeres en la Nueva España».

 dos

El exjesuita español Pedro de Montegón y Paret fue afamado y prolífico escritor disidente de finales del siglo xviii y principios del xix. En su producción personal constan más de diez títulos entre verso, teatro, traducciones y narrativa. Sus libros se han rastreado por toda la américa hispana y su localización es tema de interés, porque algunos fueron perseguidos y censurados. Un caso es Eusebio, novela que formó parte de un corpus de cinco trabajos estrechamente vinculados con el pensamiento de Rousseau y considerada súper venta de la época, pues vendió más de 70 mil ejemplares, de los cuales al menos uno estuvo en Zacatecas y se inscribió en otro capítulo de las amonestaciones librescas.

Reza en expediente en el fondo Inquisición del agnm que cuando Leonardo Billarte, mercader vizcaíno, partió en 1787 a España decidió obsequiar a Julián Pe-Martin, tres obras entre las que se hallaba Eusebio. A causa de esto Francisco Pe-Martín, hermano de Julián y miembro de la familia minera de José de la Borda, decidió presentar la denuncia en 1794, porque «contenía proposiciones “anticristianas”, “obscenas”, “contrarias a las buenas costumbres” y porque fomentaba el paganismo, el antiguo pelagianismo y la igualitaria secta de los cuáqueros», de origen protestante fundada a mediados del siglo xvii por George Fox en Inglaterra. La continuación y el desenlace se desconoce; queda la duda si el impreso fue requisado y enviado a México o fue destruido o no pasó a mayores

 delincuentes

El par de historias forman parte de una extendida investigación de Abel Ramos Soriano titulada Los delincuentes de papel. Inquisición y libros en la Nueva España (1571-1820), publicada por el Fondo de Cultura Económica y el Instituto Nacional de Antropología e Historia en 2013. El trabajo, que en la portada lleva fotografías de par de piezas del Museo Nacional del Virreinato, hace un recorrido por tres siglos de tradición novohispana para exponer los vínculos, quehaceres, circulación y poderes que el impreso promueve y contiene. En su recorrido además de exponer procesos inquisitoriales para asegurar o prohibir libros, también pormenoriza con acucioso examen a quiénes, individual y colectivamente, se vieron inmersos en la adquisición y consumo bibliográfico del periodo.

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