De transgresores y libros prohibidos
Los delincuentes de papel
de J. A. Ramos Soriano
Edgar
A. G. Encina
Reseña comentada publicada en el número 59 de la revista Quehacer
uno
Consta
en expediente del fondo Inquisición del Archivo General de la Nación que en el
Zacatecas de 1796 un individuo denunció a una mujer por tener libros. Sabemos
que el delator fue el maestro de anatomía y cirugía, y que en su declaración
dijo haber visto «muchos libros en una casa muy pobre». De la denunciada,
además de su condición económica y que es hermana de un alumno de dicho
profesor, no se tiene más información; ni nombre ni edad ni quehacer. La
anécdota, que suelta una madeja de dudas e hilos, inscribe un particular episodio
delincuencial conexo con la historia de los libros prohibidos. En particular,
se le acusaba por la posesión de Explicación moral de fray Simón Salazar,
dominico navarro popular en las librerías murcianas, impresa en Pamplona, obra
prohibida por la que el comisario ordenó su confiscación y envío. Esto, claro,
en paradigmático momento, pues en «la época en la que se presentó la denuncia,
a fines del siglo xviii, los
Borbones alentaron de manera especial la lectura, la escritura y la educación
en general de las mujeres en la Nueva España».
dos
El
exjesuita español Pedro de Montegón y Paret fue afamado y prolífico escritor disidente
de finales del siglo xviii y
principios del xix. En su
producción personal constan más de diez títulos entre verso, teatro, traducciones
y narrativa. Sus libros se han rastreado por toda la américa hispana y su
localización es tema de interés, porque algunos fueron perseguidos y censurados.
Un caso es Eusebio, novela que formó parte de un corpus de cinco trabajos
estrechamente vinculados con el pensamiento de Rousseau y considerada súper venta
de la época, pues vendió más de 70 mil ejemplares, de los cuales al menos uno estuvo
en Zacatecas y se inscribió en otro capítulo de las amonestaciones librescas.
Reza
en expediente en el fondo Inquisición del agnm
que cuando Leonardo Billarte, mercader vizcaíno, partió en 1787 a España
decidió obsequiar a Julián Pe-Martin, tres obras entre las que se hallaba Eusebio.
A causa de esto Francisco Pe-Martín, hermano de Julián y miembro de la familia
minera de José de la Borda, decidió presentar la denuncia en 1794, porque «contenía
proposiciones “anticristianas”, “obscenas”, “contrarias a las buenas
costumbres” y porque fomentaba el paganismo, el antiguo pelagianismo y la
igualitaria secta de los cuáqueros», de origen protestante fundada a mediados
del siglo xvii por George Fox en Inglaterra.
La continuación y el desenlace se desconoce; queda la duda si el impreso fue
requisado y enviado a México o fue destruido o no pasó a mayores
delincuentes
El
par de historias forman parte de una extendida investigación de Abel Ramos
Soriano titulada Los delincuentes de papel. Inquisición y libros en la Nueva
España (1571-1820), publicada por el Fondo de Cultura Económica y el
Instituto Nacional de Antropología e Historia en 2013. El trabajo, que en la portada
lleva fotografías de par de piezas del Museo Nacional del Virreinato, hace un
recorrido por tres siglos de tradición novohispana para exponer los vínculos,
quehaceres, circulación y poderes que el impreso promueve y contiene. En su
recorrido además de exponer procesos inquisitoriales para asegurar o prohibir
libros, también pormenoriza con acucioso examen a quiénes, individual y
colectivamente, se vieron inmersos en la adquisición y consumo bibliográfico
del periodo.
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