martes, 13 de diciembre de 2022

Melancólico marcapáginas

 

De enfermedades, marcapáginas y melancolías

vida librera

 

Edgar A. G. Encina

 Una versión de este artículo ha sido publicada en la revista QuehacerUAZ

 

 

La bibliofilia como enfermedad diagnosticada desde el siglo XIX atrae múltiples achaques una vez adquirida. No es sólo la acumulación de libros. Ojalá fuera tan simple. Generalmente se le acompaña de un par de manías más, acentuadas por tonos diagnósticos imposibles de arraigar, pues habría que extirpar piel, carne, músculos, venas, hueso. Por ejemplo, más allá de la tipología bibliófila que puede ser coleccionar literatura negra, novela policiaca y poesía amatoria escrita sólo en el siglo XVIII, al enfermo también le viene atesorar ejemplares con ciertas formas de encuadernación o venerar los títulos provenientes de una zona del mundo, un país, un taller o un tipógrafo. Otro ejemplo es que aquellos que van por literatura erótica también escarban en los teóricos del tema y luego, lo he visto, migran en conjunto a los afiches y posesiones de equis autor, las películas de tal propósito o a la lectura de ciertos libros sólo en determinado mes del año cuando la luna parece acrecentarse o tomar colores rojizos. Insisto, que lo de la bibliofilia es más complejo y casi siempre cosa seria con poco de danzón.

Para dar certidumbre a la hipótesis pondré un ejemplo más o menos novedoso y a la vez me desahogaré un poco.

La semana terminé de leer la Breve historia del Marcapáginas de Massimo Gatta, traducida por Amelia Pérez de Villar para Fórcola en 2020 y comencé a elaborar una lista de donación. Motivado por dos eventos, acelero el proceso de desprendimiento que imaginé más duro. El primero de esos incidentes es un cambio de aires; deberé dejar el cubículo en Letras y aunque la nueva oficina en Historia parece conciliar en medidas, me ha rondado la idea de dejar parte de la bibliografía acumulada los últimos años. Lo hago por salud y en simbólica retribución. El segundo, las afecciones; fue por allí de octubre del 2019 que me leí un cuento decimonónico donde la historia traza similitudes en los libros y las cucarachas. El texto demandaba, casi como regaño papal, que los libros debían mantenerse a raya o se corría el peligro de infestación. Eran tiempos en que asomábamos y escondíamos la nariz por las restricciones por la pandemia del Sars-Cov-2 de la Covid-19 y los libros acumulados amenazaban con salirse de los libreros, del estudio, a brotar como borbotones por toda la casa. En pleno papel de cirujano fui a por el tumor; en este momento me encuentro en cirugía, viendo por dónde y hasta dónde hacer el corte. Sin dolor, va.




Confieso que no soy el cirujano más confiable, pues he cedido a Alina las disecciones finas. Es cuidadosa, milimétrica, detallista. Va libro a libro, fichando y anotando particularidades. Por ejemplo, escribe si el libro tiene exlibris, marcas de lectura, maltrato o humedad; si están forrados en plástico o papel o no; si fueron adquiridos nuevos, en librería de uso, mercadillo, sábana callejera o de mano en mano; si fui yo el primer lector o existen rastros de otros anteriores y va poniendo en carpetas plásticas cuanto papelillo salta y marcapáginas brota, no sin antes anotar la página. Confieso que eso jamás lo hubiera podido hacer. El sólo hecho de pensar en destilar los separadores que utilicé estos últimos 10 o 15 años e ir catalogando me pone ansioso y melancólico; no sé si salir corriendo o rascarme las palmas de las manos o chillar desconsoladamente por esos amigos a los que ahora abandono a mejor suerte. Si hay dolor, pero va.




La Breve historia del marcapáginas en cuestión es un delicado impreso que llegó vía conexión aérea. Tardó quince días en cruzar el Atlántico y llegar a Tierra Adentro. Como una carta de amoríos, hice el pedido y quedé en espera de respuesta y de llegada. El libro tiene rasgos excepcionales porque del tema poco o nada hemos escrito en castellano y de este lado del mundo, y el autor, Massimo Gatta (Nápoles, 1959), es un desconocido que, en Italia, ha construido trayectoria impecable. Fórcola tiene otra traducción de él: El desorden de los libros, editado apenas el año pasado y que me lo he pedido para leer en enero. La vida me ha puesto la Breve historia mientras veía como Alina sacaba de Noticias del imperio un marcapáginas que mi madre me obsequió hace años. Se trata de un ratoncito gris, tejido a mano en hilo de ceda, de larga cola. Su expresión de azoro me ha perseguido las últimas noches, porque se ha quedado sin el ejemplar que protegió desde la página 146; está medio desvalido. No le he querido informar que ahora estará en un álbum fotográfico, porque sé que le va a encantar la vista; desde allí dominará la escena casi total de la casa y nos saludaremos todas las mañanas.




jueves, 8 de diciembre de 2022

La femme de lettres y El libro de lectura [ilustrada] para uso de señoritas

 


Fabio Hurtado, Solitude, 1999



La femme de lettres y el Libro de lectura [ilustrada] para uso de señoritas

Acercamientos a la historia de la educación y al contexto librario mexicano en las fronteras de los siglos xix y xx 


Edgar Adolfo García Encina

Cynthia García Bañuelos


A finales del siglo xix y principios del xx circuló en México y parte de América Latina, Susanita. Historia de una familia feliz. Libro de lectura para uso de señoritas. Escrito por la francesa María Robert Halt y distribuida por la imprenta de la Viuda de Charles Bouret, el fino impreso fue ilustrado profusamente con grabados, cromolitografías y fotograbados. Su presencia atestigua dos capítulos singulares de la cultura gráfica mexicana; por un lado, fue parte esencial de la revolución idiosincrática que incentivó la cultura y el mercado libresco y, por el otro, formó parte de la explosiva feminización del público lector, ávido de conocimientos y variado en sus intereses. La novela, contemplada en la primera generación de «la edad de oro del libro en Occidente», apela a niñas y mujeres, en momentos que se formaba el sistema educativo mexicano y compite con ediciones de carácter histórico nacional. El presente documento detalla la historia particular de Susanita, junto con las labores de la casa editorial, situada en el boom de la sociedad porfiriana que adoró a la reconocida autora, caracterizada en su pluma por las estrategias retóricas que seducían para la moda y educaban en el gusto. Su importancia reside en la complejidad discursiva que fusionó el relato narrativo con la ilustración artística, con el fin de acompañar en la lectura moralizante, y en que su aparición se ubicó en circunstancias clave para la edición en México que, en este caso, bien aprovechó la presencia de otras heroínas decimonónicas, para educar a las lectoras.



At the end of the 19th century and the beginning of the 20th, Susanina. Historia de una familia feliz. Libro de lectura para uso de señoritas, circulated in México and part of Latin América. Written by the Frenchwoman María Robert Halt and distributed by the printing house of the Widow of Charles Bouret, the fine print was profusely illustrated with engravings, chromolithoographs and photogravure. His presence testifies to two unique chapters of Mexican graphic culture; on the one hand, it was an essential part of the indiosyncratic revolution that encouraged culture and the book market and, on the other, it was part or the explosive feminization of the reading public, eager for knowledge and varied in tis interests. The novel, considered in the first generation of «the golden age of the book in the West», appeals to girls and women, at a time when the Mexican educational system was being formed and competes with editions of a national historical nature. This document details the particular history of Susanita, along whit the work of the publishing house, located in the boom of the Porfirian society that adored the renowned autor, characterized in her pen by the rhetorical strategies that seduced fashion and educated in taste. Its importance resides in the discursive complexity that fused the narrative story with the artistic illustration, in order to accompany the moralizing reading, and in that its appearance was located in key circumstances for the edition in México, which, in this case, took good advantage of the presence of other nineteenth-century heroines, to educate readers.




viernes, 25 de noviembre de 2022

Vida librera: La librería anárquica-magonista

 


la librería anárquica-magonista

vida librera

 

Edgar A. G.Encina

  

Conocemos de Ricardo Flores Magón que nación en Oaxaca en 1873 y murió en Kansas en 1922, fue uno de tres hermanos distinguidos por su espíritu combatiente durante el periodo revolucionario y llevó los lentes tipo quevedos junto al bigote afilado en las puntas. Sabemos que el reconocimiento a sus labores ha sido variopinto debido a las características del activismo social que profesó, pues como pensador, escritor, editor y promotor, enarboló, en muchas ocasiones, el anarquismo más radical de su época. Distinguimos que se enfocó en la lucha de clases, vista desde el agrarismo guerrerense a partir de los preceptos zapatistas, lidiando por una conjura económica que aboliera la propiedad pública y al Estado, llevándolo a disputas ideológicas con propios y extraños. Lo anterior le encasilló entre el utopismo y el hombre revoltoso per se que, refiere Claudio Lomnitz en El regreso del camarada Ricardo Flores Magón (Era, 2016), se enfrascó en un discurso que intentaba hacer entender al pueblo la necesidad de «volver a la real y profunda comunión de la amistad íntima y el amor romántico».



            Existe el archivomagon.net, página electrónica auspiciada por la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia que aglutina gran cantidad de información de y entorno del personaje. Aquí es posible encontrar, por ejemplo, la compilación de Regeneración, semanario que se publicó en Ciudad de México de 1900 a 1901 y en algunas ciudades norteamericanas en intermitentes periodos de 1904 a 1918, Correspondencia redactada ente 1899 y 1922, resaltando el periodo en que fue presidente del Partido Liberal Mexicano (1905-1918), y la Obra literaria donde se compilan cuentos, teatro y relatos procedentes entre 1910 a 1917. Resalta la Ruta Magón donde «el lector encontrará el trazo general de dicha trayectoria. En él se señalan las ciudades y poblaciones donde se encuentran las direcciones y lugares mencionados» en diversa documentación.

            Del mar de información particularmente resalta la Librería La Aurora ubicada en el 652 de la calle San Fernando Norte en Los Ángeles, California, en el primer cuarto del siglo xx, propiedad de Rómulo Carmona o Pilar A. Robledo, pseudónimo. En principio el cuerpo del negocio se vistió con libros españoles «de corte libertario, diccionarios y novelas» que en el cambio de pesetas dólares resultaron ganancias fructíferas. Tuvo fama por sus escaparates. En entrevista Nicolás T. Bernal subrayó que en un principio Carmona «vendía libros en un zaguán y Ricardo se los anunciaba en el periódico». En 1907 fue oficina cede del periódico Revolución y sitio de reunión de liberales mexicanos. Se ubicó en las cercanías de La Placita, centro comercial con afluencia mexicana, que también estuvo próxima a las oficinas de la antigua imprenta del diario El Mosquito, editado por Modesto Díaz con trabajo de Flores Magón. El Heraldo de México, al que consideraba nuestro personaje «infeliz periodiquillo», dio cuenta de las defensorías que en el local se hacían de los migrantes mexicanos en California. En 1911 Jesús Silva Martínez, miembro del Grupo Regeneración Oxnard, señaló a la librería como la principal distribuidora de libros y periódicos recomendados por la Biblioteca Sociológica de Regeneración.



La Biblioteca Sociológica de Regeneración apareció formalmente en 1911, poco después de que se publicara el «Manifiesto» anarquista del 23 de septiembre. Las «recomendaciones» de la Biblioteca se anunciaban en Regeneración. Se tiene la cuenta del ofrecimiento de una selección elaborada por Flores Magón y William C. Owen de 87 títulos, todos ofertados en La Aurora. La Biblioteca Sociológica forma parte una tradición anarquista hispanoamericana así llamada invariablemente, Existen estudios contemporáneos que dan cuenta de una red existente en Argentina, Chile y España, por lo menos. En el Archivo Magón se halla una selección de libros y 57 folletos, procedentes del Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam. Entre los títulos destaco un par de ejemplos: La sociedad moribunda y la anarquía de Juan Grave con traducción de Pedro Esteve (Buenos Aires, 1902) y los dos tomos de Trabajo de Emile Zola traducidos por Leopoldo Alas «Clarín» (Barcelona, 1910).




lunes, 14 de noviembre de 2022

Palabras de apertura de la Cátedra Ramón López Velarde

 


Cátedra Ramón López Velarde
Palabras de apertura

 

 En junio del año pasado conmemoramos el centenario luctuoso de Ramón López Velarde y la publicación de «La suave Patria» en el número 3, páginas 311 a 314, de La revista de cultura nacional. El maestro. El poeta nacido en Jerez, Zacatecas, el 15 de junio de 1888 y muerto en la Ciudad de México el 15 de junio de 1921, fechó como término del poema el 24 de abril, teniendo en la conciencia del ensueño, igual a la que tiene todo autor con su obra, la trascendencia de esos versos que redescubrían la patria con un lenguaje que no para de disparar fuegos artificiales.

En el marco de esas circunstancias el Cuerpo Académico (consolidado) 252 Cultura, Economía y Sociedad en Hispanoamérica de la Universidad Autónoma de Zacatecas tuvo a reflexionar la vida, obra y trayectorias que el poeta jerezano inspiraba. El inicio fue un Seminario interno que nos permitió consolidar la organización del Congreso Internacional «Ramón López Velarde. Centenarios» con gran éxito de participantes y recepción pública, la publicación de al menos dos impresos y la proyección de estudios más allá de eventos conmemorativos.

Al día, en la revisión que tuvieron aquellas mesas de trabajo junianas, donde participaron académicos, investigadores, libreros, creadores, administradores culturales y lectores profanos de López Velarde, hemos superado con creces las cien mil vistas en Facebook, abriéndose la oportunidad para su reedición ahora en YouTube. De los libros me siento obligado a subrayar la calidad material e intelectual con que fue producido Desdeñoso de la publicidad, convencido de la vanidad de la imprenta. Estudios críticos en torno a Ramón López Velarde, editado en conjunto por el Comité Pro-Centenarios del municipio de Jerez, el Instituto Cultural Jerezano, el Instituto Zacatecano de Cultura, el Sindicato de Profesores y Académicos de la uaz y Paradoja editores, estos últimos supieron bien entender la idea que animaba el impreso. En El desdeñoso habita la espiración del redescubrimiento del poeta a través de elementos contextuales como el dinero, las librerías, el lenguaje, el pensamiento complejo, su formación hidrocálida, los círculos literarios afines y no. El segundo, Las olas civiles. Lecturas en torno a Ramón López Velarde, cuenta con la participación de investigadores de prestigio nacional e internacional en compartición con ensayistas jóvenes y nóveles. Éste, que deberá presentarse a finales de año, sigue la trayectoria editorial de Paradoja, ahora con el soporte de la Maestría y Doctorado en Historia y de la Unidad Académica de Letras a quien extiendo, a colegas y administradores, el agradecimiento personal y colectivo, por lo que el esfuerzo significa. Gracias, Mónica Muñoz; gracias, Francisco Montoya.

La Cátedra Ramón López Velarde se enmarca en este contexto. Nace con la idea de crear relaciones interinstitucionales dedicadas al estudio y al fomento del pensamiento filológico-histórico que no sólo se circunscriba a la trayectoria del jerezano. La idea es más allá, avisar el horizonte de los estudios sobre cultura, literatura e historia mexicana que impliquen trascendencia, adaptación, continuidad y pertinencia social. En este tiempo laberíntico y desconcertante, dice Heidegger que siempre se vive en caos, la Cátedra nos permitirá tejer la trama en torno a los intereses personales y de grupo, siempre académicos y fraternales, para consolidar redes de sociabilidades y trabajo. Nos unen los libros. Nos reúne la lectura.

La Cátedra es precedida por las viii jornadas del Seminario Internacional Bianual Manuscritos e Impresos; Lecturas Lectores, donde participan Marco Antonio Flores Zavala, Caliope Martínez y Elva Martínez Rivera, profesores-investigadores en las Universidades Autónomas de Zacatecas y Aguascalientes, y con el cobijo del Tercer Encuentro Internacional sobre Competencias Lingüísticas, Literaria y Digital «Mundos desiguales. Lengua, literatura, tecnología y educación en contextos vulnerables». El simill ha sido un trabajo disciplinado y silencioso que comenzó en 2012 con la guía de Cristina Gómez Álvarez y Mariana Ozuna, de la Universidad Nacional Autónoma de México, y Rocío Oviedo Pérez de Tudela, de la Universidad Complutense de Madrid, que ahora contribuyen a este que se presenta.

Me obligo a señalar, antes de presentar a quien aperturará la Cátedra Ramón López Velarde, que los trabajos de estas sesiones serán publicados en la revista Redoma de la uaz, con la edición de Alejandro García Ortega y José Antonio Sandoval Jaso que han visto con buenos ojos nuestras palabras, como el poema sorjuanezco.

Israel Ramírez Cruz, profesor-investigador del Colegio de San Luis perteneciente al Sistema Nacional de Investigadores, ha aceptado iniciar los trabajos de la Cátedra. Nosotros no cantamos el We Didn’t start the Fire de Billy Joel, porque sí lo hemos hecho. Lo estamos haciendo. Ramírez Cruz encendió la cerilla y la arroja a manera de disertación, sobre lo que esperamos sea un gran incendio atiborrado de enormes llamaradas rojizas y azuladas, amarillas y naranjas, que alumbren las letras que leemos, los archivos que pesquisamos, las bibliotecas en que habitamos, los pensamientos que anotamos.

Larga vida a la Cátedra, próspera vida a la Literatura.

Iniciamos.

 

 

 

Edgar A. G. Encina

Mantenedor de la Cátedra

lunes, 31 de octubre de 2022

Las marcas de la edición: Quehacer Editorial

 


Quehacer editorial:
el #21 y la impresión bajo demanda

Las marcas de la edición

 

Edgar A. G. Encina

Una versión del presente documento fue publicada 
en el número 85, vol. 5, de la revista QuehacerUAZ

   

Quehacer editorial es una revista producida por Solar Editores y Ediciones el Ermitaño que está celebrando, «contra todo pronóstico», 20 años de vida independiente. La revista, que se edita para consumo en físico y digital, ha permanecido en el escenario como «foro abierto de información, reflexión, análisis y debate en torno a la edición en una época de rápidos cambios» buscando la «reflexión constante sobre las ciencias y artes del libro, así como la opinión del lector a los lectores y editores para que la asimilen», asienta en la página legal como parte de sus propósitos idiosincráticos. Son destacables el par de décadas de vida porque a los impresos ligeros les cuesta llevar las tormentas y porque se ha convertido en medio preponderante para la exposición y el diálogo de y sobre la edición. Jorge Herralde en El optimismo de la voluntad (FCE, 2009) la ubicó desde 2002 como pilastra de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por «ser el punto de encuentro profesional más importante y apostar decididamente por la cultura».

El número 21, que hace de conmemoración, es una cena en cuatro tiempos. El primero es la ronda de artículos que subrayan y conversan las experiencias, los daños y los retos que ha dejado la Covid en el mercado editorial. El segundo es una mixtura entre Ferias del libro y Lectores, subrayando la importancia de la presencialidad. Aquí destaca el «Diario de un bibliómano enclaustrado» de Camilo Ayala Ochoa porque, de botepronto, en la elección de palabras opta por bibliómano y no por bibliófilo. El misterio más o menos se aclara a lo largo de las páginas del ensayo, en parte porque tiene el acierto de contagiarnos sus preocupaciones sobre la fragilidad del sector, la tardanza en la construcción de redes y la urgencia en que los universitarios entiendan su papel de balsas de salvación, por ejemplo.

El tercero tiempo está enfocado a los específicos de los quehaceres editoriales. La disonancia en el menú la hace «El laberinto de la soledad bibliográfica: los libros, el cine, y la literatura en Latinoamérica y Estados Unidos» de Lauro Zavala que, por los tonos cítricos y el crujiente empaste de coacción, pudo estar en la selección anterior. El cuarto es memoria de las Primeras Jornadas México-Chile de Edición Universitaria y el Coloquio sobre los Futuros del Libro. El encuentro «permitió explorar temas en torno a la cultura editorial, establecer una red de estudiosos en el tema e integrar proyectos de colaboración sobre investigación, profesionalización, edición, distribución y comercialización, escribe Alejandro Zenker organizador del evento y director general de Quehacer editorial.


Marta Kiss, Reading and art


No quiero detenerme en celebrar el mantenimiento de la publicación extendida ahora por dos décadas. El valor y los méritos se explican solos. Lo que deseo es guiñar a una serie de elementos que la publicación provee. Sin escapar de las discusiones que se tienen, por ejemplo, sobre el dominio de Amazon, al que se suma Buscalibre, en la venta de impresos y el daño a los ecosistemas libreros o al sopeso imparable que se realiza entre el libro físico y el electrónico, aparecen temas poco dialogados y no menos importantes de los que comento brevemente uno: el libro bajo demanda (print on demand). El 24 de agosto el bibliófilo Alejandro García Ortega colgaba en sus redes la novedad de haber adquirido Editar y traducir. La movilidad y la materialidad de los textos de Roger Chartier (Gedisa, 2020) con el siguiente post:

Cuando un cliente ordena este libro se pone en movimiento una máquina que al menos imprime mi ejemplar, copia fiel de los ejemplares que podemos adquirir en una librería (presumo que en algún momento hubo un tiraje para la venta tradicional). Entre 12 y 15 días, dice la publicidad y cumplen. Por lo demás, el libro, la editorial, el autor, valen la pena. Se puede observar un ligero matiz en lo que respecta al papel al que estamos acostumbrados los lectores de Gedisa, pero si no lo digo, es posible que pase ni más ni menos que como un libro digno de Chartier.

En Las fiestas del libro (IZC, 2021) me tomo el tiempo con «Expreso» para exponer personalmente el tema, animándome a predecir que en menos de una década ésta será la manera más común que tendremos para acceder a un libro material, que puede convertirse en la salvación de los libreros y:

Pienso que, uno, el catálogo abre las puertas ad infinitum con la posibilidad de que nada quede fuera de stock. Dos, que toda librería y biblioteca universitaria debería tener como prioridad agenciarse la ebm. Tres, que han sido sumamente astutos; si bien el nombre del invento refiere a la velocidad de entrega, también alude a nuestra segunda máquina favorita y al poder que ejerce en los lectores la costumbre del café.

En Quehacer editorial son puntuales con Librántida [librantida.com] que ofrece en México lo posibilidad a empresas editoriales dejar de tener libros agotados y garantizar la distribución en las librerías nacionales a costos sufragables para los involucrados. Con ello, en lo personal, veo cada vez más lejana la imposibilidad de localizar una lectura, agotándose ese sentido de frustración amarga.


Diseño de Gunter Rambow para la editorial S. Fischer Verlag en la década de 1970


lunes, 10 de octubre de 2022

LAS MARCAS DE LA EDICIÓN: VIRGINIA WOOLF

Leer el mundo: Virginia Woolf
Las marcas de la edición

 

Edgar A. G. Encina

 Una versión del presente fue publicada por la revista QuehacerUAZ

 

De Virginia Woolf (Kensington, 1882-1941) se está suscitando una especial resurrección editorial. Como autora perteneciente al canon occidental de literatura, su presencia es constante, sin posibilidades modernas de difuminarse. Lo que se produce ahora es el tratamiento distinto de sus obras que, por ese carácter universal, –al parecer– el mercado a olfateado una nueva necesidad: libros de mayor calidad física. Por ejemplo, en inglés está el Box Set del sello editorial Del Fondo y en castellano la caja de la editorial Austral. En ambos casos se trata de un «estuche» de cartoncillo con libros en pasta dura, con diferencia que la primera guarda siete títulos y la segunda dos. Es menester señalar que no es el único caso, pero sí detenta la apuesta que el sector tiene para autores e impresos del tipo.

George Van Hook, The Iris Garden, 1954, 30x25cms. 

En este contexto, sigue pareciendo interesante la apuesta de las colecciones Centellas y El barquero, a cargo de José J. de Olañeta en Edicions la Foradada. Estas forman una «extensa colección en pequeño formato, que, junto con obras de autores consagrados […] busca también dar a conocer autores u obras poco conocidos pero que presentan un gran interés y originalidad; en esta colección encontramos asimismo libros sobre arte que incluyen estudios sobre artistas, escritos de artistas, etc.», puntualizan en su página electrónica. Tomándome la libertad comparativa, puede sostener que estamos frente a la versión española más actualizada de la  Colección «Sepan Cuantos…» de Editorial Porrúa; libros de calidad física más o menos aceptable, estudios preliminares de regular calidad y a veces ponderables, y con un diseño que parece tener mucho por afinar. Las salvedades sería los costos, pues la española no es económica debido a los aranceles y distribución.

Pieter «Parra» Janssen, Reading it wrong, 2016, 100x140cms.

En la colección Centellas está ¿Cómo debería leerse un libro? (2017), de Virginia Woolf, con traducción al castellano y notas de Ángela Pérez, y en portada la fotografía de la autora leyendo en junio de 1926. ¿Cómo debería leerse un libro?, es un ensayo que ha tenido una vida prolongada y azarosa. Nació el 30 de enero de 1926 con motivo de una conferencia para el colegio Hayes Court y, en octubre, publicado en The Yale Revieur. Después, en 1931, le rehízo como «El amor a la lectura» para Hampshire Bookshop, fundada en Massachusetts en 1916. Finalmente, al siguiente año le reunió en la segunda edición de El lector común, conjunto de textos en los que la autora explora sus influencias más persistentes y comparte la visión de mundo que le singularizó. De éste, hay una propuesta asequible de Debolsillo, traducido por Daniel Nisa Cáceres.

Káron Ferenczy, October, 1903

¿Cómo debería leerse un libro?, está integrado por cuatro apartados: «La autora», «El texto», «¿Cómo debería leerse un libro?» y «Cronología», en 69 páginas. El eje son las leyes internan que dictan los impresos y las maneras para desentrañarlas. La autora propone, para no «malgastar nuestras facultades necia e inútilmente mojando media casa para regar un rosal; hemos de disciplinarlas con firmeza y precisión aquí, en el lugar concreto», una forma dividida en dos tiempos. En el primero formula no enjuiciar ni dictar «al autor, procuremos ser él. Seamos su colega y su cómplice. La indecisión, la reserva y la crítica al principio nos impiden apreciar plenamente lo que leemos». Esto debe licenciar el entendimiento de la obra, percatándonos de las dificultades y los riesgos de la escritura para, de esta manera, tomar conciencia que leer es un arte complejo al que se debe quitar el manto de la trivialidad.

Es hasta el segundo momento cuando se hace posible enjuiciar y comparar la obra, pero no de forma inmediata. «Esperemos a que el polvo de la lectura se asiente; a que se apacigüen el conflicto y las preguntas: paseemos, conversemos, arranquemos los pétalos marchitos de una rosa o durmamos. Y así luego, de forma súbita y espontánea, como la naturaleza lleva acaso esas transiciones, el libro volverá, pero de forma distinta». Resalta el valor del tiempo y la maduración invitando a dominar el ímpetu; lo importante de la lectura es lo que queda asentado.



jueves, 15 de septiembre de 2022

REVOLUCIONES IMPRESAS: EL LINOTIPO EN MÉXICO

Revoluciones impresas: El linotipo en México
las marcas de la edición

 

Edgar A. G. Encina
Una versión de este texto fue publicado en la revista digital QuehacerUAZ

 

  

Inicio desde un punto donde la brújula rota poco. Los inventos y transformaciones se crean y producen en torno a la relación que establecemos con la palabra, con la excepción de las iniciativas médicas. Me atrevo a afirmar que las modernidades, desde la invención de la imprenta hasta los sistemas operativos de nuestros días, abrigan el reconocimiento de las maneras que tenemos para comunicamos y las formas ideadas para hacerla eficiente, rápida y concisa. En ese hilo de ideas, un siglo que tuvo variadas respuestas a cómo nos relacionamos con la palabra fue el siglo xix. Fue la centuria que vio nacer la luz eléctrica, la máquina de escribir, el fonógrafo, la fotografía, la pluma estilográfica y el linotipo, por ejemplo. Se trató de un tiempo que comprendió profundamente que, primero, la máquina no degrada y, segundo, que ésta modifica la relación con la palabra, trastocando nuestras prácticas sociales públicas y privadas. De ahí que Blanca Estela Treviño García señalara en Kinetoscopio:las crónicas de Ángel del Campo (unam, 2004) que los decimonónicos comprendían los inventos como «un dios con universo propio».

Fotografía: Arias trabaja en el linotipo de un periódico
Fuente: Mediateca INAH

            Uno de esos inventos con universo propio fue el linotipo, del que escribe Yolanda Zamora Casillas en El linotipo llega a México (uam, 2018). Documento fundamentado en las maneras de la historia cultural, investigado desde la hemerografía y pensado en revisar los procesos de la industrialización de las artes gráficas nacionales. La propuesta ve, para comprender mejor la historia de los procesos editoriales, a los cambios que generan «las innovaciones tecnológicas en los ciclos productivos de la edición». Desde una visión integral, la autora, observa cómo los periódicos de este siglo aprovecharon los avances tecnológicos para eficientar producción, abaratar costos, incrementar el número de tiradas y, sobre todo, entregar un producto mejor acabado.

Durante más de tres centurias, sólo existió una manera de componer textos: los tipos móviles de plomo fundido, inventados por Gutenberg y para imprimir una prensa de vinos mejorada, que se conoce como prensa platina. Particularmente en la composición tipográfica, los sistemas artesanales perduraron durante casi todo el siglo xix, por lo que cada letra debía ser colocada a mano, actividad que suponía que un cajista experto acomodara seis letras por minuto, aproximadamente el equivalente a una línea en diez minutos y más o menos media jornada de trabajo por página.

            

Fotografía: Alicia Ortiz, bailarina escribiendo en el linotipo de un periódico
Fuente: Mediateca INAH


La revolución que supone el linotipo produjo, además de adelantos en la composición tipográfica, prosperidad en otros sectores como la industria del papel y el campo de la publicidad, contribuyendo en la democratización de la lectura. Zamora Casillas afirma que:

Realizando un temerario ejercicio de análisis, haría que presuponer que la aparición del linotipo renovó las prácticas de lectura en el ocaso de la sociedad decimonónica, pues el lector ilustrado que dominó durante la mayor parte de ese siglo quedó en un segundo plano para abrir el paso a un público diferente, más amplio, más heterogéneo, con una mentalidad diferente, o como Reyes Spíndola lo califica, un público «popular», porque paulatinamente se dedicó a cultivar nuevos gustos y preferencias

            El arribo del Linotipo a México no fue fortuito, su venida fue precedida por una historia que se cuenta más o menos así:

*      1827, introducción de la caja tipográfica por Cornelio C. Sebring

*      1837-38 la empresa de Miguel González imprime con sus propios cilindros de cola e introdujo, en el periódico literario Almacén universal, los grabados en madera

*      1845, Ignacio Cumplido introduce las prensas mecánicas que pueden imprimir mil ejemplares por hora

*      1886, el New York Tribune instala primer equipo de linotipo que será modelo para México.

*      1899, 3 de septiembre, El imparcial, diario ilustrado de la mañana da a conocer que «es el primer periódico latinoamericano que usa los linotipos en su impresión».

*      Súmese el apoyo de la administración de Porfirio Díaz otorgado para que iniciativa privada y gobierno invirtieran en la adquisición de equipos.

Dos anotaciones se hacen imprescindibles. Una es física El linotipo es un armatoste potente que «tenía un peso aproximado de 1 925 libras, ocupaba un espacio de cinco metros cuadrados y costaba alrededor de siete mil pesos en moneda nacional». Otra, de mercado. La máquina permitía la reducción de gastos y la mejora de impresión, ya que el trabajo de cinco operarios lo realizaría uno «lo que significaba una reducción de costos de casi un cincuenta por ciento y con una mejoría en la calidad» y velocidad. Reyes Spíndola, primer empresario en traer el linotipo, lo explicó así:

El trabajo es largo y pesado, requiere tres operaciones a saber; composición, corrección y distribución, requiere varios obreros y mucha cantidad de letras. Además ésta se deforma con la reiterada presión durante el tiro y se hace necesario remplazarla… Con el linotipo las tres operaciones se hacen por un solo obrero y simultáneamente, siempre va a la prensa letra flamante, limpia y bien delineada y con muy pocas letras se hacen impresiones de cualquier magnitud, ahorrándose tiempo, trabajo y material.


Fotografía: Linotipistas trabajan en la formación de un periódico
Fuente: Mediateca INAH

            En la actualidad las impresiones en linotipo están al punto de la extinción, aunque existe interés en un sector editorial independiente por rescatar las formas estético-artísticas que este provee. La presencia del artificio no sólo revolucionó las maneras de producción y aumento el consumo, al principio de diarios y después de libros, también transformo nuestra percepción, ahora acostumbrada a letras legibles e imágenes nítidas.

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lunes, 25 de julio de 2022

Podcast Una charla como cualquiera: Hablar de librerías


 

En el podcast Una charla como cualquiera, que modera Armando Enríquez Vázquez en compañía de Marcos Villa Juárez, nos detuvimos a hablar de Las librerías de viejo en México. Notas y guiños desde La Galera.

El podcast se realiza en alianza con el Seminario Interdisciplinario de Bibliología y Conversatorio de Libros sobre Libros, del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

viernes, 15 de julio de 2022

Las marcas de la edición: Kurt Wolff

La casualidad del éxito: Kurt Wolff
Las marcas de la edición

EdgarA. G. Encina


Una versión de este documento ha sido publicada en la revista QuehacerUAZ


Tomé atención del nombre Kurt Wolff (Bonn, 1887-1963) por La marca del editor (Anagrama, 2014) de Roberto Calasso (Florencia, 1941-2021). Para el italiano, Wolff es el único genio de la edición que puede compartir páginas con Aldo Manucio (Bassiano, 1449-1515). La categoría se la ganó fundamentalmente por dos aspectos. El primero, su carácter innovador en la arquitectura editorial. El segundo, por ser el último representante europeo de lo que hoy se considera editor de primera línea.

            Wolff se inició en la editorial alemana Rowohlt, fundada en 1908 por Ernst Rowohlt (Bremen, 1887-1960) y que continúa vigente. Al poco tiempo, en 1913, tomó la aventura personal de abrir, junto con su esposa Hellen, Kurt Wolff Verlag que debió cerrar en 1930 por desajustes financieros. En esa época combinaba labores con Pantheon Case Editrice, del que fue cofundador en 1924. Al iniciar la década de 1940 la pareja migró a New York donde, en 1942, al lado de Jacques Schiffrin (Bakú, 1892-1950) echaron a andar PantheonBooks, que a la postre André Schiffrin (París, 1935) tomaría la batuta hasta 1990. De vuelta en Alemania fundaron Kurt & Helen Wolff Books en 1961.




            Vale destacar un par de asuntos. El primero, que en reconocimiento a sus labores se estableció en 1996 el «Helen & Kurt Wolff Translator’s Price», otorgado por el Goethe-Institut New York [https://www.goethe.de/ins/us/en/sta/ney.html] con el monto de 10 mil dólares y la residencia en el festival Literarisches Colloquium Berlin. El segundo, el matrimonio fue testigo hablante del cambio que avecinaba en el mundo editorial, pues cuando en 1959 un sello norteamericano decidió postular el mercado de valores el sector inició la transformación a sociedades anónimas, que sólo atienden al beneficio de inversores

A Wolff se le señala como el descubridor de autores como Franz Kafka, Heinrich Mann, Georg Trakl, Franz Werfel, Karl Kraus, Robert Salser, que dio a conocer en la colección Der Jüngste Tag (El día del Juicio), de 1913 a 1921. Esto, señala Calasso, no sólo permite descubrir su gran olfato, también lleva a ver el refinado gusto para el diseño de libros, muchas veces apoyado por artistas gráficos reclutados para aportar al sentido estético. La colección estuvo pensada en impresos en material de buena calidad, empastados en caja oscura con el centro en postulantes claros para remarcar los créditos. El más famoso de los libros del repertorio es el número 34, Das urteil. Eine Geschichte (El proceso) de Kafka. Este elemento corrobora la primera tesis de Calasso: el alemán impuso un carácter innovador en la arquitectura editorial, entendida desde el diseño de impresos hasta la formación de lectores.



            En Autores, libros, aventuras. Observaciones y recuerdos de un editor, seguidode la correspondencia del autor con Franz Kafka (Acantilado, 2010) Kurt Wolff escribe a la manera de las memorias. El inicio no puede ser más memorable:

Llevo cincuenta y cinco años oyendo la pregunta: «¿Dónde aprendió usted su oficio?». La respuesta es siempre la misma: en ninguna Parte.

       Se me antoja un atractivo especial de nuestra profesión el que no pueda aprenderse. Me contestan: «¿No sería útil haber trabajado en una imprenta y taller de encuadernación?». ¿Por qué? Yo no pretendo ni componer ni imprimir ni encuadernar libros. O me dicen que al menos sería deseable haber trabajado una temporada corta, en una librería. ¿Por qué? Desde los doce años he pasado horas y horas, casi a diario, en librerías, tanto en mi país como cuando estaba de viaje. Me es indiferente estar a un lado o al otro del mostrador, ser comprador o vendedor. Quien siente pasión por los libros y por la profesión de editor se siente como en casa en las librerías. Tampoco creo en la importancia de doctor.

 

            Al carácter empírico del oficio suma la fortuna y algo de temeridad. Con ese conocimiento y audacia, sumado al gusto literario, el editor puede determinar si una obra o un autor tendrá lectores o no. Pues por:

buen gusto no sólo entiendo la capacidad de juzgar y de detectar la calidad de una obra literaria. El buen gusto debería comprender también un sentimiento de seguridad con respecto a la forma –formato, composición, tipo de letra, encuadernación, camisa– en la que debe presentarse un libro. El gusto literario, por otra parte, tiene que estar unido al instinto para saber si un libro tendrá acogida entre una minoría de lectores o si su tema u su forma resultan adecuados para un círculo amplio. Eso determina de manera decisiva las cifras de la tirada y la publicidad del libro, y hay que tener cuidado con no dejarse llevar por el entusiasmo personal y crearse expectativas demasiado optimistas.)





            Las anteriores referencias permiten entrever la valía de las memorias de los editores porque, por ejemplo, exhiben la defensa del autor literario y, en este caso, retrata la época de los editores de primera línea, ahora en peligro de extinción. Para estos personajes el valor está en el catálogo y en la fuerza de sus autores, con diferencia de nuestra época que el volumen de ventas, las conexiones políticas y la sustentabilidad financiera dominan intereses. La credibilidad del catálogo provee de confianza al lector y, con ello, la comprobación de la segunda tesis de Calasso que vio en Wolf al, quizá, el último de los representantes europeos en la edición de primera línea.



[1] Pantheon Books fue adquirida en 1961 por Bennet Cerf para formar parte de Random House. En la actualidad es parte de Knopf Doubleday Publishing Gorup.

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