Entre la rapiña
y el distanciamiento empático
El cierre de una librería,
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Edgar A. G. Encina
En el último par de semanas de junio la noticia de que la librería «A través del espejo» remataba todo material en existencia acaparó el sentimiento de inanición en el sector cultural mexicano. El negocio, que inició en la Ciudad de México en 1995 pero con raíces histórico-familiares extendidas hasta la segunda década del siglo xx, decidió bajar la cortina a causa de los estragos financieros acusados por la pandemia del COVID-19. Como reguero de pólvora, las redes sociales y distintos medios de comunicación se dieron a la tarea de reproducir la oferta con aroma a esquela: «Muchas gracias por interesarte en adquirir libros. Estamos regalando los libros que están afuera de la librería, los demás [al interior] están con el 50% de descuento. Te esperamos de 11 a 19 horas hasta el 30 de junio, el último día de la librería».
Para
el domingo 28 la cobertura del acontecimiento devino en la edición de
documentos y videos en los que se subrayaba la gran afluencia de compradores
que llegaban a hacer fila de espera hasta por tres o cuatro horas. Con
entrevistas a los trabajadores-administradores del local y a los asiduos, el anecdotario
se hacía acompañar por sentimientos nostálgicos que parecían enaltecer a los
concurrentes; héroes en una guerra perdida donde los derrotados se deshacen de
sus huestes y muertos y los ganadores recogen de los escombros las ganancias. En
una librería que por tradición ofertaba títulos a costos bajos y accesibles y
que ahora remataba a precio de ganga, la fotografía se repetía con distintos
rostros; seres que se cargaban de libros y libros hasta donde fuera posible cargar
con los brazos. Con el buche lleno.
Como campeones al hombro celebrando la victoria, los entrevistados
se ufanaban con las pilas de libros en los brazos y en el inconsciente dejaban
la idea de glorificación. Acudían en ayuda del desvalido. Pero en lo profundo algo
no encaja. Esta librería como todas las del país: independientes, de doble uso
y de viejo, han nadado a contracorriente siguiendo afanosamente el sueño
cultural y civilizatorio que encarnan los libros sin anteponer las ganancias financieras.
Es claro, la pandemia es gasolina a un fuego que se alza altivo, chispeante,
crujidor. El sector de las librerías es uno entre todos los engranajes económicos
y no ha podido quedar exento de los daños. La lista de damnificados es enorme y
crece sin consideración; armadoras, manufactureras, hoteles, changarros,
papelerías y hasta donde la imaginación permite.
Acá
el tema es doblemente sufrido. Es el mundo de la cultura y del arte. Un espacio
donde se lucha explícita e implícitamente contra los males del mercado y el
neoliberalismo y, sin embargo, la empatía es doble cero a la izquierda. ¿Dónde estuvieron
estos compradores prestos hace seis meses? ¿Dónde estuvieron para las compras
de navidad o del 14 de febrero, por ejemplo? No hay gloria en recoger pepitas
del río cuando los mineros mueren dos kilómetros antes. No hay gloria en
alimentarse del vertedero sin llevar agua al frutal. Son imágenes encontradas
de héroes ufanos que vacían anaqueles y libreros, fotografías cercanas a la rapiña
que vistas de cerca la diferencia no parece existir. Frente al espejo no descubren los desfiguros o acaso evitan la fealdad propia. La tradición librezca de la familia
Hernández corre por sus venas; seguro vendrán en pocos años con otra librería,
porque está en ellos lo de comprar y vender libros, pero que nadie excepto
ellos se ufanen de llorar sus muertos y partidas y de volver.
·
P.D.
Hoy la librería «El laberinto cultural» de Guadalajara anuncia la venta de todo
a 50 pesos, pero no veo ni a los medios ni a los compradores emulando en
ejercicio, ¿a qué se deberá?
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