El decálogo del bibliófilo
de juan b. iguíniz
UNO
Sé cauto en la elección de tus libros y
no emplees tu dinero en la adquisición de obras mediocres y mucho menos
nocivas, porque la vida es corta aun para hojear parte de los libros buenos.
DOS
Ten presente que el valor de una
biblioteca no consiste en el número sino en la calidad de sus obras, y que el
problema más difícil que se tiene que resolver un bibliófilo es el de formarse
una biblioteca selecta con el menor número de libros posibles.
TRES
No te fies [sic] en tus
adquisiciones únicamente de catálogos y boletines de libreros; guíate por las
opiniones de críticos serios, y mejor aún por los consejos de eruditos y
especialistas.
CUATRO
No vistas un libro de un peso con una
pasta de diez, y viceversa, ni lo entregues en manos de cualquier artesano,
porque una mala encuadernación hace rebajar y hasta perder el mérito del libro
más precioso.
CINCO
No estampes tu sello o firma en las
hojas de tus libros; la mejor marca de propiedad es el exlibris, que en
vez de afearlos los adorna.
SEIS
No guardes tus libros en cómodas o
estantes cerrados, porque el aire les es necesario para su conservación, y
procura tenerlos a cubierto del so, del polvo, de la humedad y de los animales,
y lejos del agua, del fuego, del aceite y de toda suciedad.
SIETE
Trata los libros con el cuidado que
exige todo objeto precioso y delicado; no mutiles ninguna de sus partes; abre
sus pliegos con una plegadera y no con otros objetos; no coloques sobre ellos,
cuando estén abiertos, otros libros; no los emplees en usos ajenos a su objeto,
y menos los profanes sentándote en ellos.
OCHO
Úsalos con toda delicadeza y respeto,
anótalos con discreción; jamás los tomes con las manos sucias; no te mojes los
dedos para voltear sus hojas; no introduzcas entre ellas lápices u otros
objetos, ni dobles sus esquinas a guisa de señales.
NUEVE
Sé tu propio bibliotecario y haz por tu
mano el inventario y el catálogo de tus libros, lo que te dará mejor
conocimiento de ellos y te facilitará notablemente su consulta.
DIEZ
No pongas tus libros en manos de
enfermos, porque son transmisores de enfermedades, ni tampoco los prestes,
porque si acaso vuelven a tu poder, serán maltratados y estropeados. (p. 233)

William Harrison Ainsworth. 1875. The tomb of the Rosicrucian.
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