Al público lector le trae al papiro
Edgar A. G. Encina
Recibí un paquete
de Trama Editorial (www.tramaeditorial.es) en el que he descubierto tres títulos: Editor, Éxito y La cara oculta de la
edición. La triada, que conforma el envoltorio pertenece a la colección
«Tipos Móviles», me ha sorprendido gratamente por el presente y por los
distintos valores de cada uno de esos libros: Editor de Tom Maschler (Berlín, 1933) vale 24 euros (34,99 dólares en Amazon), Éxito. Un libro sobre el rechazo
editorial de Íñigo García Ureta anda en los 18 euros y La cara oculta de la edición de Martine Prosper se vende en los 16
euros. Juntos hacen una reja de 58 euros, la friolera de poco menos de los mil
pesos más costos de envío.
…
Las memorias del Editor
Editor, publicada al español en 2009 (Publisher, 2005), lleva de portada el bolsillo de una camisa blanca desteñida de la que se asoma la pestaña plateada de un bolígrafo negro que tiene el tallado de una pluma fuente. Escueta. Sobria. Aseada. El libro, traducido por Pepa Linares de la Puerta durante su estancia en la Casa del traductor de Tarazona [www.casadeltraductor.com], lleva 254 páginas que apiñan las experiencias de una de las leyendas del mundo editorial inglés, Tom Maschler (Viena; 1933). Se trata de una llamativa obra que pasa de lo informativo, por lo revelador y en algunas líneas se clava en la reserva íntima.
Editor, publicada al español en 2009 (Publisher, 2005), lleva de portada el bolsillo de una camisa blanca desteñida de la que se asoma la pestaña plateada de un bolígrafo negro que tiene el tallado de una pluma fuente. Escueta. Sobria. Aseada. El libro, traducido por Pepa Linares de la Puerta durante su estancia en la Casa del traductor de Tarazona [www.casadeltraductor.com], lleva 254 páginas que apiñan las experiencias de una de las leyendas del mundo editorial inglés, Tom Maschler (Viena; 1933). Se trata de una llamativa obra que pasa de lo informativo, por lo revelador y en algunas líneas se clava en la reserva íntima.
La primera letra la pone con París
era una fiesta de Ernest Hemingway, publicado póstumamente por su editor
Harry Brague en Scribners [imprints.simonandschuster.biz/scribner] y el primer punto lo marca su
infancia marcada por un padre librero que le lleva a la Viena invadida por los
nazis. Su iniciación fue al entrar a Cape en mayo de 1960 y la adquisición de
grados cuando conoce y trabaja, por ejemplo, a Bob Gottlieb en New York,
entonces el más «especial» de los agentes y editores independientes
norteamericanos, y se reconoce en Las
confesiones de Nat Turner, La
decisión de Soophie y en Esa
invisible oscuridad de William Styron, amigo de J. F. Kennedy.
Editor seduce de a poco, con líneas que se
asoman de apartado en apartado, de título en título, como cuando en una
simpática algo surrealista confusión –para los hispanohablantes nada
sorprendente- le invitan a Cuba como jurado a un premio sin saber ni pico de español
y ahí conoce Hispanoamérica y descubre a El
coronel no tiene quien le escriba. Arrebata con anécdotas como cuando hizo
el contrato con Gabo, «que era un dios en América», por cinco libros y el
quinto fue Cien años de soledad,
volviéndose el primer editor en inglés de aquella leyenda que en una cena le
firmara a regañadientes las pruebas de imprenta de Cien años…, «…añadiendo con su habitual sentido del humor…, –dijo-,
señalando mi copia- eso puede valer cinco mil dólares». Engatusa cuando se
arrepiente de no haber seguido la aventura luego de La ciudad y los perros de Vargas Llosa que no va bien y no se
arriesga con Conversación en La Catedral
que fue un bum! en toda Europa. Granjea con puntazos como el de Fuentes que le
llamaba «míster Literatura Hispanoamericana» o imprime a Miguel Ángel Asturias,
Octavio Paz y Pablo Neruda. Embauca cuando se anota como la más útil y duradera aportación el Booker Prizer [www.themanbookerprize.com], sucesor en Inglaterra del Somerset
Maugham Award que daba 200 libras, y que nace de la idea de reproducir el Prix
Goncourt [academie-goncourt.fr], que puede llegar a vender quinientos mil
ejemplares, con iniciativa de Tyrell.
…
En el cesto de
basura o sobre el escritorio o tirado sobre el piso, un papel hecho bola. Inservible.
Parece abandonado. Le han escrito, le han leído, le han corregido y le han
visto inservible. A otro mar, pececillo. La portada de Éxito. Un libro sobre el rechazo editorial de Íñigo García Ureta (Bilbao, 1970) es blanca, brilla que a media tarde encandila en la mesilla del balcón y
una arrugada hoja de papel hace de bulto. Se trata de 151 páginas, con todo y
la «Nota del autor sobre la encuesta», las encuestas que aparecen intercaladas,
la otra «Nota final» y sus referencias, editado por Trama [www.tramaeditorial.es]
en 2011 en su colección «Tipos móviles».
…
El entusiasmo del fracaso
Éxito toma de la inspiración en Cómo tener éxito con las mujeres de Ron
Louis & David Copeland [www.profiteditorial.com] y de que Manuel Ortuño le pidiera una
obra como esta y no otra pornográfica, que bien pudo el autor hacer-escribir-fotografiar
las dos a la par y llevarlas por entregas en algún otro medio para terminar
subiéndola a su página [www.inigogarciaureta.com]. Ortuño es «un gran editor. Y, como todo gran editor, tiene un ojo excelente para
contratar libros que luego a veces no venden lo que uno hubiera esperado». Ñac, guiño.
Dos cosas que anoto de Éxito.
Una. Su alivianada redacción suaviza, da palmaditas, hecha porras y por
momentos va tan frágil que es posible imaginar a su editor increpado que no
podía sino pretender arreglar ese párrafo, darle sentido a aquella loca idea
suelta, hacer concordar los tiempos verbales de ese capítulo, volver a revisar los
artículos del último apartado y quitar los adjetivos de las encuestas, todo como
quien toma al niño para enseñarle cruzar la calle.
La obra parte de un hecho resuelto: que «todos recibimos negativas», pero
García Ureta le da la vuelta para anotar que esa negativa es «la consecuencia
directa de estar haciendo algo de provecho». En el camino hace el recuento de
algunos grandes autores que recibieron negativas a grandes de sus obras hasta
que algún aventurero tomo el riesgo y, también, advierte del rechazo no
contemplado, como en La hoya de Medina
que impresa, firmada y cobrada, incluso cuando libreros, editores y columnistas
estaban enterados, no salió, se quedó en los paquetes. «De lo que se desprende
que si un libro está llamado a ser leído nada ni nadie podrá detenerlo. | Esto
también es el éxito»
Otra. Para un lector como el que redacta estas líneas es un recorrido hasta
divertido por el listado de sufrimientos y frustraciones de algunos escritores
que siempre les conoció en el estrado de los grandes y una especie de
anunciación que agradece no estar frente a los 250 títulos anuales que promedio
recibe un editor independiente, sin pensar en los otros. Para un lector como el
que redacta estas líneas es toparse con las memorias de uno de los abogados de los hijos del diablo, que se pavonea
con anécdotas salidas de cartas de rechazo, como la hecha a un enfermo de
cáncer que dice: «…no es infrecuente que libros desestimados por nosotros
encuentren un hogar en otras editoriales. Creo que éste será su caso, y le
deseo toda la suerte del mundo». Para un lector como el que redacta estas
líneas sólo le queda acotar aquello que Vila-Matas en El viajero más lento anota que «Un escritor, pues, debe tener la
máxima ambición, y eso trae consigo el lío más monumental», porque en ello el
ego y la competencia juegan, a veces con marcadores rotundamente en contra.
Para un lector, salve preguntar como lo ha hecho con Cómo dibujar una novela de Martín Solares, qué es esto, ¿es una
novela?, ¿un libro de ensayos?, ¿una expiación?, ¿es una blasfemia?
…
La enfermedad crónica de la edición
Han rasgado el
cartoncillo, quizá es el paquete recién llegado, quizá es una caja, quizá… Han
rasgado el cartoncillo, pues han querido ver lo que hay debajo, detrás, al
fondo... Han rasgado el cartoncillo y se han encontrado con poco pero muy
esclarecedor, no es la misma superficie porosa, manchada y arrugada, esta es
liza, suave, tersa. La portada de La cara
oculta de la edición (Édition, l’envers du décor, 2009) de Martine Prosper está arrancada y luego
de una o dos o tres capas aparece la abrillantada y bruñida superficie sobre la
que el título se firma. Son apenas 101 páginas, traducidas por Gabreila
Torregosa, que Trama Editorial [www.tramaeditorial.es] publicó en español en 2012.
Es un libro ágil que parte de la
experiencia personal para (uno) desempolvar la imagen del editor, (dos) hablar
del sector-oficio como negocio y (tres) anotar algunos problemas de la edición
futura. Es un libro que parte de la experiencia personal luego de que Prosper
trabajara en Gallimard Jeunesse, Bordar y Casterman, y fuere directora de la
Conféderation Française Démocatique du Travail. Es un libro que parte de la
experiencia personal en defensa del libro y su intolerancia a la injusticia, en
atención de los sindicalistas que luchan contra la precariedad, como muralla en
defensa de los profesionales con compromiso colectivo y en alusiva advertencia
a todo aspirante a hacer la mar en la aventura editorial.
Nadie lo hace, nadie lo haga. El valor
de la editorial, sin importar tamaño, es frágil con líos en la comercialización
y de acceso. Sin embargo, esa fragilidad es su grandeza, en su vocación
«ilustrada» de enorme riqueza humana se ha hecho una actividad rentable que se
ha fijado la única empresa de hacer que se lea y en vender, por tanto, libros. Sin embargo, esa fragilidad es su
destrucción que maltrata a todo aquel que trabaja en este sector porque «…la
crisis suele dar donde más duele: vida media de los libros cada vez más corta,
tasas de devolución en aumento, agravación de las dificultades de los
libreros…»
Nadie lo hace, nadie lo haga. Todo lo
referente al mundo editorial tiene su magia, «…está revestido de una aureola de
gloria, ha construido el mito y ha sabido hacerlo prosperar» y ahora cree que
puede con todo. Se ha puesto el saco de empresario genial que pone siempre su
resto apostando por las ideas, a sabiendas de que ganará poco. Se ha puesto y
las ideas valen junto con las finanzas. ¿Sabe usted que casi el 80% de las
publicaciones son resultado de un encargo por el editor a un escritor
determinado?
Nadie lo hace, nadie lo haga. Entre más
libros vea usted en la librería entienda que habrá más devoluciones; entre más
novedades mayor volumen de producción; entre más concentración en librerías y
cadenas, «saturación derivada de la sobreproducción y la afirmación creciente
de la distribución bajo demanda», y eso, por tanto volatiliza la «calidad» que
se ha venido denunciado desde el siglo xix.
Nadie lo hace, nadie lo haga. Nadie
ponga en duda que la editorial es la mayor industria cultural en Europa, aunque
los galeristas no la ponen fácil, ni las disqueras tampoco. En Francia emplea
más menos a 135.000 personas con un volumen próximo a los 23.000 millones de
euros. Nadie ponga en duda que todo se va al carajo, que:
«El libro está en crisis», «Cada día se lee
menos», «Los demasiados libros acabarán con el libro». En resumidas cuentas:
¡el libro tiene los días contados! || Para quien comenzó su carrera en los años
80, el libro siempre ha estado en crisis y su muerte, anunciada. Hasta el punto
de que quizá deberíamos preguntarnos si no se trata de otro mito inventado para
asustarnos y, de paso, calmar los ardores reivindicativos.
…
He dicho en el
primer párrafo que Editor, Éxito y La cara oculta de la edición, me han sorprendido gratamente por el
presente y por los distintos valores de cada uno de esos libros y aludí al
costo que tienen en el mercado, como cuando el pitcher lanza una pelota bolada
haber si el del bate abanica. Lo he hecho y no lo he vuelto a aludir hasta este
momento porque fue lo que menos peso tuvo en el proceso y porque los distintos
valores de esas obras bien los anoto cuando escribo de ellos dos o tres notas
que me interesan. Lo he dicho, lo he anotado y ahora lo dejo aquí, porque
empiezo un librero con estos temas lecturales. Lo he dicho, lo he anotado y
ahora lo dejo aquí, aún cuando al público lector le trae al papiro y sus
gustos, placeres y sentencias son sin importar apellidos, premios y editores.
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